La Casilda nos convoca: ¡florezcamos!
El centro cultural más fresco de la ciudad convoca a los artistas de todas las generaciones a darse encuentro para renovar las experiencias, o simplemente para charlar un rato sin andar tan pendiente del celular.



Al entrar al lugar, se puede ver el retrato de Casilda Delgado, en estilo urbano por mano de Israko. Es el que reproducimos en la portada de este suplemento. Casilda era la abuela de Carla Rojas, quien se juntó con Ignacio Rocha, mejor conocido como Nacho, que hace música desde sus 15 años y ha sido parte de La Chiva Blues, allá en Sucre.

Nacho llegó a Tarija hace poco más de un año, “buscando aliados para generar nuevas cosas en Tarija”. Su primera aliada es Carla, y lo nuevo es el amor, ingrediente indispensable de una receta que también lleva arte, música y ternura. “Queríamos lo mismo, y eso es la Casilda”, dice Carla, prometiendo que todo ello se mezcla con la comida que a su abuela le gustaba.
Un homenaje
La joven pareja ha estructurado el centro cultural alrededor del aura de la mamá Casilda y de las cosas que ella vivió y amó. “Ella nos ha dejado la idea de creer y hacer lo que uno va construyendo en su pensamiento para vivir un poco mejor”, comenta Nacho, para quien la falta de un lugar que concentre nuevas experiencias y junte a las diversas generaciones ha sido otro motor de la propuesta.
Carla y Nacho hicieron todo lo que hay dentro de La Casilda con sus manos. Hay un nogal, una réplica del árbol favorito de la Casilda, hecho con papel, engrudo y malla milimétrica, que sostiene una infinita copa de tejidos de colores. Hay ojos en las paredes, hay sillas y mesas. Hay un escenario pequeño pero suficiente. Hay arte de amistades como Warmi Andina y Lalu, que han dado sus obras para completar la figura.
Hay un muro donde cuelgan varias fotografías antiguas que dejan ver a cualquiera de los visitantes la vida de Casilda Delgado: celebrando cumpleaños, en carnavales, haciendo chicha en su casa de Tabladita, una foto de sus cinco hijos, uno de los cuales es el padre de Carla, otra foto del marido escuchando vinilos.
Menú criollo y un día para todo
A los detalles íntimos se suman una oferta gastronómica sencilla. El menú de La Casilda parte con tres cosas: ají de fideo, empanadas y sándwich de chola. “Con el tiempo, vamos a incorporar otros platos que le gustaban a ella, como el guiso chapaco. Tengo sus recetas”, advierte Carla. Todavía no hacen su propia chicha (ojalá que sí), pero ofrecen cantaritos de singani y hierba buena, y otras buenas bebidas.
La atención en La Casilda comienza a las 17:00 y se extiende hasta las 23:30, pero solo de martes a sábado. Cada día hay algo que hacer, una propuesta para aprovechar el día:
- Martes de vinilos. Gracias a una asociación con Sonido Alk’amari de Cochabamba, La Casilda nos ofrecerá ciclos de escucha para generar tertulias temáticas. Nada raro que comiencen explorando a Nilo Soruco.
- Miércoles de poesía. “Convocamos a todos los que quieran a que vengan con sus escritos para intercambiar. Vamos a leer poesía de autores nacionales que también nos van a mandar sus materiales”.
- Jueves de video conciertos. Este día se destina a la proyección de conciertos históricos de bandas de todo el mundo. “Con buen sonido, nos vamos a transportar al menos por un momento”.
- Viernes de nuevas olas. “Convocamos a los cantautores y compositores con canciones a que vengan a cantar. Solo composiciones propias”.
- Sábado de escenario. Este día, el escenario que ofrece La Casilda está abierto a todos los artistas que quieran interpretar música en vivo. Aquí ya se vale todo, hasta covers.
“Respetamos la movida que tiene cada uno. Lo que nos gusta es que se generen relaciones humanas, colectivos. Son todos bienvenidos. Eso es La Casilda”.
Encontrarse y florecer
Nos falta hablar del “muro imaginario” de La Casilda, un espacio donde Carla y Nacho le dan un mes de exposición al artista que lo solicite. Ya comenzó a funcionar con una serie de dibujos y acuarelas de Damián Guerra. “Invitamos y convocamos a los artistas plásticos que quieran sumarse”, dice la pareja.
La Casilda se distingue por fomentar el arte del encuentro. No hay WiFi, así que puedes gastar tus datos o darte la oportunidad de hablar y escuchar. Y no hay humo: “Con el paso del tiempo, el tabaco se ha vuelto un elemento socialmente aceptado. Pero hay que pensarlo, porque se invade la libertad y la decisión de una persona que no quiere fumar. Se mete a una persona en algo que no quiere, haciéndole fumador pasivo”.
La Casilda es para florecer. Ya sabes la oferta y los horarios. Es en la General Trigo y Avaroa. Ahí nos vemos.