Culturas Andariegas: la ruta de la autogestión del arte y la cultura en Tarija
Tarija es la ciudad boliviana con mayor número de centros culturales autogestionados.



Breve historia de la Cultura Viva Comunitaria
El tejido boliviano de Cultura Viva Comunitaria es heredero de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, celebrado en Río de Janeiro en 1992, donde se entendió que parte de la realización de los acuerdos sobre ecología y medioambiente está en manos de las culturas locales, y su desarrollo libre y autónomo.
El movimiento cobró fuerza en Brasil, cuando Célio Turino desarrolló un programa de cultura viva comprometiendo al estado a transferir recursos incondicionales para que las organizaciones de base fortalecieran su trabajo territorial en distintas áreas. La política tuvo impacto en otros países, como Costa Rica, Perú y Argentina, comenzando a gestar redes para buscar transformaciones sociales y colaboración entre comunidades y países.
En esa vía, fue ejemplar el proceso de Medellín, Colombia, en 2010, cuando el gobierno municipal destinó una gran cantidad de recursos económicos para la gestión comunitaria autónoma de la cultura y el arte, con el objetivo de generar espacios de paz en un territorio marcado por la violencia del sicariato, el paramilitarismo y los grupos de autodefensa. Como resultado, muchas personas se reinsertaron y reforzaron sus lazos comunitarios.
Desde Colombia, se convocó a un encuentro continental de experiencias autónomas de trabajo comunitario y gestión cultural, que dio pie a la Plataforma Puente por la Cultura Viva Comunitaria, una manera propia, soberana, de hacer frente a los programas de organismos de cooperación internacional que buscaban articular las experiencias comunitarias a su manera.
En ese contexto, en 2013 se celebró el Primer Congreso de Cultura Viva Comunitaria de Bolivia en la ciudad de El Alto, y desde entonces, las experiencias autónomas de trabajo comunitario y gestión cultural en Bolivia tienen un vínculo y una raíz común. Así lo refirió Mario Rodríguez, integrante de la Casa de las Culturas Wayna Tambo, a Pura Cepa.
Culturas Andariegas en Tarija
Este recorrido por las referencias históricas del movimiento sitúa mejor la comprensión de las Culturas Andariegas, el camino que los artistas y gestores culturales de Tarija vienen realizando cada año en épocas de carnaval para ch’allar y circular la energía creativa de la autogestión por los centros culturales de la ciudad. Como símbolo, una olla va transitando los espacios, recibiendo las bendiciones y mejores deseos de la comunidad, y cada año se queda en aquel lugar que necesita renovar su fuerza para seguir ofreciendo arte y cultura a la población.
En 2025, el recorrido de las Culturas Andariegas comenzó en El Imaginario, un centro cultural gestionado únicamente por mujeres, para quienes el trabajo artístico cultural es una forma de sublimar las condiciones desiguales de un sistema de vida que favorece a los hombres; un espacio donde la maternidad se vive de manera comunitaria.
La siguiente parada fue el Taller Artístico Cultural Atenea, lugar de referencia para conseguir material artístico y aprender técnicas de dibujo, pintura y cerámica. Lilian Carvajal, directora de este espacio, expresó a los presentes su deseo por seguir generando conciencia, vida y salud.
El tercer sitio en el recorrido fue el Hostel Pata y Perro, un espacio multifuncional que sirve como galería de arte y sede para talleres, conversatorios y otras actividades, cuyo director Edward Farfán gestiona desde hace tres años.
En el Espacio Bio Cultural, se organizó un apthapi y se recibió la mayor concentración de visitantes quienes luego se dirigieron a Ñandereko Territorio Cultural, donde se vivió una fiesta musical con la presentación de Juan Carlos Arostegui, Churkoman y La Colifata.
En cada estación, Sadid Arancibia de Ñandereko, recordó la importancia de volver a los procesos comunitarios después del aislamiento que impuso la pandemia de Covid-19. Él se encargó de llevar la olla por todos los espacios culturales para dejarla, finalmente, en Ñandereko.
También entregó en todos los espacios una chullpa hecha con arcilla del Barrio 19 de marzo, donde se encuentra Ñandereko, como una manera de “dar un pedazo de esa energía a los espacios culturales”, una energía que trae memoria ancestral, se recicla y se renueva, se queda y alimenta, y nos recuerda que nos vamos sin irnos del todo.