Leandra Mamani y la lucha por la agricultura ecológica
La ingeniera agrónoma está a la cabeza de una de las luchas más importantes de Tarija, Bolivia y el mundo entero. Para sumarte a su causa, llama al 68707701.



Los padres de Leandra Mamani Torrez practicaban la agricultura ecológica desde sus ancestros. “No he conocido en la finca de mis padres ninguna mochila (aspersora), ningún remedio. Lo que recuerdo es que echaban mucho abono a la tierra, ceniza, usaban arado, hacían mucha rotación de cultivos”, dice Leandra que hace 30 años vive en Tarija, a donde llegó para estudiar Ingeniería Agronómica y luego, “por cosas del destino”, para hacer familia.
“Yo, obediente. Esos años era así, la palabra de los padres era una ley”
“De los 10 hermanos que somos, estoy más o menos al medio. Los otros son profesores, una es enfermera, otros no han estudiado porque han visto que era complicado para mi papá con tantos hijos. Un día, llegó el tiempo de salir bachiller, mi papá se sienta en la mesa conmigo, me dice ‘tienes que estudiar, tu hermano tenía que estudiar agronomía, por qué no lo haces vos, eres inteligente’. Yo, obediente. Esos años era así, la palabra de los padres era una ley”.
Leandra llegó a Tarija con recuerdos que le ayudaron a sobreponerse a los primeros años de carrera: la rotación de cultivos, la planificación comunitaria de las siembras por la cual se diversificaba bien el alimento en cada parcela, sembradíos de papa entretejidos con filas de maíz que daban 4 o 5 choclos por planta, zapallo en las orillas, y no faltaba arveja, poroto, lacayote. “Sí o sí había seguridad alimentaria. Esas cosas he visto de niña, así era la vida en el campo”.
“Sí o sí había seguridad alimentaria. Esas cosas he visto de niña, así era la vida en el campo”
La carrera fue bonita, muchas parcelas para practicar, “pero algo que no me cuadraba era que íbamos al campo a las prácticas y nos decían que teníamos que usar insecticidas, herbicidas, todos los ‘cidas’. Nos recomendaban triple 15, triple 14, urea, y yo no entendía porque mis padres nunca he visto que usaran”. Leandra salió de la carrera con muchas dudas, tratando de convencerse de la utilidad de esos productos que dejaban fuertes olores y dolores de cabeza.
Su primera experiencia profesional fue con la ONG Intercomunal, que le permitió conocer el enfoque de agroecología gracias a la visita de un agrónomo alemán versado en el tema. Hicieron prácticas en Uriondo y Padcaya, luego vinieron los intercambios con otros departamentos y países, las becas para ir a Perú, Argentina, Alemania, el trabajo de documentación y sistematización de experiencias agroecológicas de Bolivia con la FAO, y el trabajo con el Ministerio de Desarrollo Rural y Tierra. “Entendí que mis padres, abuelos y ancestros tenían razón”.
“Entendí que mis padres, abuelos y ancestros tenían razón”
En los primeros años de carrera profesional, ya casada, su suegra le aconsejó e impulsó a comprar un terreno. “Me dijo ‘has estudiado Agronomía, ahí vas a desarrollar todo lo que tienes en tu mente y tu corazón’. Siempre he tenido mi visión del cuidado, de conservar, mantener, reciclar, proteger. Así que le hice caso. Puse en práctica y empecé a experimentar con frutales”, cuenta Leandra, cuya naturaleza audaz y dinámica le llevó a preferir esas plantas por encima de las hortalizas que requiere más cuidado y tiempo.
La finca agroecológica de Leandra está poblada de vides, nogales, durazneros, higueras, pencas, membrillos, damascos, ciruelos. “Tengo frutales y muchas flores, los atiendo sábados y domingos cuando no tengo trabajo de oficina. Me dedico a mis plantas y a mi familia. Venimos a verlos, abonarlos, fumigarlos, podarlos, protegerlos”, enumera Leandra y solo la detiene la bocina de una camioneta que casi atropella a un niño en la avenida. Se levanta a socorrerlo mientras trata de atrapar la placa del vehículo entre gritos.
“Esta asociación articula a los productores de diferentes municipios de Tarija, y no depende de ninguna institución”
En sus viajes, la agrónoma ha conocido las fincas de Samaipata, Cochabamba, Potosí, Sucre, Tarabuco, Yampará, Betanzos, Oruro, La Paz, y Alto Beni. “Hay fincas muy lindas donde cultivan de maneras hermosas, y no queman ni un pedazo de leña de monte. Esas experiencias me han motivado”. Así, en los últimos años ha liderado la certificación ecológica, de acuerdo a la Ley 3525 y a través del Sistema Participativo de Garantía de la Asociación de Productores Agroecológicos de Tarija (SPG-APAT). “Esta asociación articula a los productores de diferentes municipios de Tarija, y no depende de ninguna institución”.
Con productores de San Lorenzo, Cercado, Uriondo, Padcaya, y El Puente, Leandra llevó adelante el proyecto de un Abasto Agroecológico, un lugar que concentraría la producción y la ofrecería al consumidor de la ciudad “no solo por comercializar, sino por tener relación, hacer trueque, no siempre es dinero, compartir nuestra experiencia, escuchar lo que quieren. Estar en contacto. Siempre nosotros favoreciendo la salud humana, el cuidado y la protección del medio ambiente”.
“Nunca nos mostraron la nota donde decía que debíamos retirarnos”
El primer Abasto Agroecológico se instaló en el Ex Zoológico, a falta de otro espacio municipal, ofreciendo productos cada mañana de sábado. “Nos ha ido rebien. 30 familias productoras, una diversidad de productos. Pasan dos meses y los mismos técnicos de Desarrollo Productivo que nos otorgaron el permiso vinieron a decir que estamos pisando el pasto, que Ornato dice que los tenemos que retirar, sin decirnos a dónde vamos a ir. Nunca nos mostraron la nota donde decía que debíamos retirarnos”, recuerda Leandra.
Se perdieron los clientes ganados y el apoyo del barrio. En audiencia con el alcalde, quien dejó todo en manos de un asesor, el grupo de productores consiguió el espacio de la Ex Terminal, siguiendo el mismo horario. “Ya no han venido nuestros clientes, bajó el nivel de venta, nos hacen falta condiciones, no hay techo, está fuerte el sol, cualquier rato llueve”. Más bien, con el apoyo de la iniciativa Micros para Avanzar y otras instituciones, el grupo consiguió sillas, mesas y un parlante.
“Va a ser un reto este año, no sé si el lugar nos va a alcanzar”
Podría pensarse que el Abasto es un mercado más en el que incluso se miente sobre los precios y la certificación ecológica. Pero los testimonios de los compradores dan cuenta de la diferencia entre los productos del Abasto y otros lugares. Lo que compran, dura más en heladera o al aire. El color, olor y sabor es distinto, quizá menos brilloso, pero con un sabor y aroma exclusivo y natural.
“La gente piensa que lo que viene de afuera es mejor. Si fuera así, toda la producción debería ser potente con tantos químicos, pero seguimos teniendo problemas de insectos y hongos. Cuando no conoces, cualquier cosa compras al precio más bajo y no sabes cómo está, cómo ha sido cultivado, manejado, cómo está llegando a tu mesa. Puede ser que estés llevando productos con veneno”, advierte la agrónoma.
La importancia de esta lucha se muestra en lo cíclico de la producción. En temporada fuerte, de diciembre a abril, Tarija se llena de fruta. “Va a ser un reto este año, no sé si el lugar nos va a alcanzar”, advierte Leandra, quien se ha dedicado también a gestionar un pequeño autobús para que los consumidores puedan realizar visitas a las parcelas de los productores agroecológicos de Tarija para verificar cómo se están manejando.
Además, está el aval del SPG-APAT, una de las principales certificaciones ecológicas de Tarija. Cualquier productor que participa del Abasto debe estar certificado y hacer un aporte anual de 20 bolivianos. “Ahora tenemos un registro nacional de más de 140 familias productoras. Con el SPG nos encargamos de verificar las parcelas con inspección cruzada, y vemos si se cumplen las normas. Llamo la atención de las autoridades, porque nosotros estamos ofreciendo a la población alimento nutritivo libre de químicos”, espeta la ingeniera.
“Hay un objetivo que dice que la prioridad es hacer producción agroecológica. Pero la ley está escrita y no se cumple”
En Bolivia, el productor agroecológico es el productor nativo, y su saber ha sido relegado a un imaginario del pasado, de lo que ya no funciona. Han tenido que llegar ONGs y cooperaciones internacionales con proyectos financiados en los que el Estado estaba ausente para entender que hay valor en esas prácticas. Gracias a la Ley 3525 de Regulación y Promoción de la Producción Agropecuaria y Forestal no Maderable Ecológica, el trabajo de Leandra cobra sentido como un gesto más en la lucha soberana contra el hambre.
“Hay un objetivo que dice que la prioridad es hacer producción agroecológica. Pero la ley está escrita y no se cumple. Parece que la prioridad es el negocio más que la seguridad alimentaria. Por eso existe el Abasto”. La iniciativa es autofinanciada, cuenta con el mínimo apoyo de algunas instituciones y municipios, pero aún falta el empujón definitivo. “Hemos visto en esta pandemia que es necesario alimentarse bien, la mayor parte de la población se ha dado cuenta que hay que valorar la producción natural”, observa Leandra.
“Los otros departamentos tienen y Tarija sigue atrás”
Durante la pandemia, la agrónoma incursionó en la apicultura, convirtiendo parte de su finca en un centro productor de miel. Sus abejas se alimentan de la gran variedad de frutales y flores que abundan en sus tierras, dando por resultado un producto de gran calidad y sabor. Cada sábado, lleva al Abasto Agroecológico de la Ex Terminal algunos frascos y los vende al mismo precio que puede encontrarse en cualquier otro mercado. La diferencia está en la garantía de una producción libre de químicos. Y en el lugar de venta.
“Hay algo que las autoridades no miran, solo depende de ellos poner los recursos. Está la Ley, no se necesita mucho. Que nos den un espacio con las condiciones necesarias y nos vamos a sentar ahí para tener un Mercado Verde. Los otros departamentos tienen y Tarija sigue atrás. Deberíamos tener propaganda, promoción, buen equipamiento. Se construyen mercados para productos convencionales, pero no dan una mirada al producto agroecológico”, señala Leandra.
“La semilla va circulando entre nosotros y así nos conocemos”
La lucha por la agricultura ecológica en Tarija es la lucha por un espacio de soberanía y dignidad, una lucha que se enfrenta a la falta de experiencia de los funcionarios que todavía necesitan experimentar lo que es un producto de la tierra sin pensar que están retrocediendo en el tiempo, traicionando y pecando contra el tan canonizado progreso y el sacramentado desarrollo. Necesitan experimentar el Abasto Agroecológico de Tarija, y entender que es un lugar para el encuentro.
Leandra lo dice mejor. El Abasto es un lugar donde “se vende, se baila, se canta, se pinta, se aprende, se hace trueque, se hacen chistes, de todo. La semilla va circulando entre nosotros y así nos conocemos. Queremos que las autoridades echen una miradita, que sepan quiénes somos y dónde estamos. Queremos que en Tarija haya un Mercado Verde. No queremos ser los dueños, que el municipio lo administre. Queremos un lugar para compartir conocimientos y valorar lo nuestro, lo natural. Es lo que pedimos. Nosotros nos vamos a encargar de verificar para que no haya engaño”.