Daniel Jiménez, un tatuador consolidado a los 22 años
El tatuador cuenta su recorrido y los momentos claves de su carrera
Daniel Alexei Jiménez Nolasco tuvo su primera máquina de tatuar a los 12 años. Este no era un equipo profesional, más bien uno construido por él mismo, cuenta: “Vi un tutorial sobre cómo construir una máquina de tatuar con el motor de un auto de juguete. Los tatuajes me interesaban, así que lo hice”.
La historia de este tatuador de Cochabamba empezó temprano y no fue un camino que recorriese solo. Su madre Dania Nolasco lo apoyó desde el principio y fue quien le compró la primera máquina profesional, cuando Daniel tenía 13 años. “Mi madre vio que el mundo de los tatuajes me gustaba de verdad y ella confiaba en mí, así que motivó y apoyó”.
“Porque mi madre confió en mí es que soy quien soy y vivo mi sueño”.
Sin embargo, el equipo es solo una parte de lo que necesita un tatuador en formación para dominar este arte; la otra parte es el lienzo; la piel, una que será marcada permanentemente. Por lo general lo tatuadores empiezan a practicar en piel sintética, cuero de cerdo o frutas, pero a Daniel no le convenció ninguno de esos tres. Para conocer realmente lo que es tatuar, él necesitaba una piel, y optó por la más accesible: la suya.
“Solo así podía aprender de los errores. Pude saber cuán profundo usar la aguja, cómo cicatriza la piel. Ha sido una de las mejores maneras de aprender”.
Daniel aún conserva algunos de esos tatuajes, aunque se cubrió unos cuantos, asegura que son un gran recuerdo y, a pesar de no ser perfectos, tienen un gran valor sentimental.
Su hermana fue la primera piel ajena que tatuó, recuerda la experiencia como algo divertido, pero bajo mucha presión. El rol de su familia fue muy importante para los cimientos de su carrera, pues Daniel asegura que “lo más difícil al empezar es ganarse la confianza de las personas”.
“Es importante construir una relación y darle confianza al cliente”.
Daniel hace énfasis en la importancia de cultivar una buena relación con sus clientes. Por lo general tiene charlas en la que trabajan las ideas antes de llegar a las agujas. “Nos sentamos en la sala del estudio, les invito café y valoramos las posibilidades”. Su estudio está ambientado para que el cliente se sienta cómodo en él y no intimidado. De esa manera se construyen proyectos que resultan en piezas únicas y especiales para cada persona., Daniel cuenta que es usual que los clientes derramen algunas lágrimas al apreciar el resultado final.
Daniel tiene 22 años y ya es un tatuador consolidado en Cochabamba, la confianza que su entorno depositó en él hizo posible su sueño.