Valeria del Castillo: “No existen oficios de hombres”
Valeria del Castillo López maneja la aguja y el hilo con maestría, pues han pasado 10 años desde el día en el que su padre le enseñó el oficio



Valeria del Castillo López maneja la aguja y el hilo con maestría, pues han pasado 10 años desde el día en el que su padre le enseñó el oficio, en el que lleva 25 años: ser zapatero.
Ella es una de las ocho mujeres que repara zapatos, de los más de 27 zapateros que hay en el sector del mercado Campesino, en la bifurcación de las calles Comercio y Froilán Tejerina. Aquí, ya a nadie sorprende ver a una mujer cortar y costurar un calzado para ganarse el pan de cada día.
Algunas son madres jóvenes al igual que Valeria, que han aprendido el antiguo oficio de las manos diestras de sus padres, otras son mujeres que desempeñan este trabajo junto a sus parejas.
Valeria tiene 24 años y es madre de una niña de siete. Cada mañana, a las 8:30, toma su lugar de trabajo junto a su padre y a su hermano, ambos se preparan para un largo día laboral, que concluirá a las 18:00.
Ricardo del Castillo, su padre, le enseñó a costurar zapatos y a manejar las herramientas necesarias, cuando ella apenas contaba con 13 años, “era un día cualquiera, nosotros vivíamos en Yacuiba. Mi papá necesitaba ayuda y me enseñó lo que él sabía”, recuerda la joven.
Mientras está sentada bajo la sombra, Valeria cuenta que reparar zapatos es el trabajo que decidió ejercer, para sustentarse, cuando apenas era una adolescente de 17 años y se convirtió en madre. Con su carácter alegre y jovial ha conquistado la simpatía de sus vecinos y clientes, quienes, no pudieron ocultar su inicial asombro al encontrarse con una mujer zapatera.
“A veces, cuando viene una señora o un señor, dice: “¡qué bueno! mira, una mujer trabajando de zapatera”, cuenta la joven madre con orgullo, pues ha trabajado duro para ganarse la confianza de una clientela que ahora es habitual. “Tengo mis clientes -afirma con satisfacción Valeria- Trabajo bien y me siento orgullosa de mi trabajo”.
Pero no todo han sido buenas experiencias en el trabajo de Valeria, aún, el día de hoy, hay quienes atribuyen roles de género a ciertas actividades, como al oficio de zapatero. “Vienen clientes a dejar zapatos y cuando me ven no quieren dejarlos, porque dicen que soy mujer y que buscan un hombre. Yo no me siento mal, simplemente, los dejo”, relata.
Para Valeria ejercer la labor de zapatera nunca fue algo extraño o algo que estuviera fuera del alcance de una mujer, de la misma forma piensa su padre, que desde pequeña le ha enseñado lo mismo que a sus hermanos varones.
“Él me ha enseñado a ser así, a trabajar. En la casa todos nos ayudamos, un día cocino yo, otro día mi papá, todos hacemos las labores de casa por igual. No hay aquí “esto es para las mujeres”, “esto para los hombres”, cuenta Valeria, mientras piensa en su pequeña hija y la curiosidad con la que la pequeña observa el trabajo de su madre deseando poder ayudarle.
“A veces, vienen clientes a dejar zapatos y cuando me ven dicen que buscan a un hombre. No quieren dejarlos porque soy mujer”, cuenta la joven madre.