Dolor lumbar por ejercicios
José Arciénaga Preparador físico El ejercicio es un buen aliado para evitar problemas de espalda pero puede convertirse en un arma de doble filo. No cabe duda que una espalda fuerte y en forma tendrá menos posibilidades de sufrir una lesión. Y cuando sufre una lesión, se recuperará...



José Arciénaga Preparador físico
El ejercicio es un buen aliado para evitar problemas de espalda pero puede convertirse en un arma de doble filo. No cabe duda que una espalda fuerte y en forma tendrá menos posibilidades de sufrir una lesión. Y cuando sufre una lesión, se recuperará antes y mejor. Pero es un arma de doble filo porque el ejercicio mal hecho puede ser perjudicial. Podemos hacerlo mal por el tipo de ejercicio que realizamos o por cómo lo realizamos. Lo más habitual es el exceso de ejercicio incluso sin que seamos conscientes de ello.
Al realizar ejercicio nuestros músculos se calientan, y se contraen unos y otros de forma alternante con cambios de posición y ángulos de actuación. Cuando un músculo se cansa se produce una inestabilidad dinámica que hará daño a nuestra espalda si no paramos. El dolor no comienza en el momento que estamos forzando la espalda, va a aparecer unas horas después o incluso a la mañana siguiente, ya en frío. De hecho es muy típico el dolor que nos despierta a las 5-6 de la mañana, que con mucha frecuencia se debe a sobreesfuerzos realizados el día anterior.
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Cuando hacemos ejercicio hay que controlar la cantidad de ejercicio que realizamos. Por un lado está el tiempo total que entrenamos, pero también es importante cuánto esfuerzo hacemos seguido sin descansar, es decir, cuántas paradas hacemos para descansar. El objetivo es entrenar los músculos durante el tiempo adecuado para cansarlos pero nunca entrenar con los músculos agotados. En resumen, si estamos en mala forma, si llevamos tiempo sin hacer ejercicio, si venimos de una cirugía o de un dolor de espalda, hay que comenzar con entrenamientos suaves y ser muy progresivos en los aumentos.
El ejercicio es un buen aliado para evitar problemas de espalda pero puede convertirse en un arma de doble filo. No cabe duda que una espalda fuerte y en forma tendrá menos posibilidades de sufrir una lesión. Y cuando sufre una lesión, se recuperará antes y mejor. Pero es un arma de doble filo porque el ejercicio mal hecho puede ser perjudicial. Podemos hacerlo mal por el tipo de ejercicio que realizamos o por cómo lo realizamos. Lo más habitual es el exceso de ejercicio incluso sin que seamos conscientes de ello.
Al realizar ejercicio nuestros músculos se calientan, y se contraen unos y otros de forma alternante con cambios de posición y ángulos de actuación. Cuando un músculo se cansa se produce una inestabilidad dinámica que hará daño a nuestra espalda si no paramos. El dolor no comienza en el momento que estamos forzando la espalda, va a aparecer unas horas después o incluso a la mañana siguiente, ya en frío. De hecho es muy típico el dolor que nos despierta a las 5-6 de la mañana, que con mucha frecuencia se debe a sobreesfuerzos realizados el día anterior.
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Cuando hacemos ejercicio hay que controlar la cantidad de ejercicio que realizamos. Por un lado está el tiempo total que entrenamos, pero también es importante cuánto esfuerzo hacemos seguido sin descansar, es decir, cuántas paradas hacemos para descansar. El objetivo es entrenar los músculos durante el tiempo adecuado para cansarlos pero nunca entrenar con los músculos agotados. En resumen, si estamos en mala forma, si llevamos tiempo sin hacer ejercicio, si venimos de una cirugía o de un dolor de espalda, hay que comenzar con entrenamientos suaves y ser muy progresivos en los aumentos.