Vida en familia
Por qué no tienen que alarmar los “terribles dos años”
La etapa de los berrinches infantiles es una de las más frustrantes para los padres, pero hay que entender que es una fase normal del desarrollo. Cuando hay que estar más alerta es si un menor hace caso siempre a todo lo que se le dice




Si tiene cerca a una niña o niño que ronde los dos años, probablemente lo que más le escuche decir sea la palabra “no”. Tal vez también haya presenciado más de un berrinche que ha acabado con el menor tirado en el suelo negándose a atender a razones. Una estampa universal. Los menores empiezan a aprender desde que nacen y a imitar a su entorno desde que tienen capacidad para ello. La neuropsicóloga Núria Jorba explica que a partir de los seis meses se expresan a través de balbuceos y gestos y cerca del año suelen hacerlo repitiendo las palabras que más escuchan. Y así, sin previo aviso, según informa, llega un día en el que pasan del “mamá” o “papá” al tan temido y repetido “no”.
Según explica la pediatra María Angustias Salmerón Ruiz en su libro Criar sin complejos (Edaf, 2021), en el momento en el que el menor empieza a explorar el mundo en busca de límites —suele ser a partir de los 18 meses de edad— la palabra “no” se convierte en un mantra que escucha a todas horas en casa: “De ahí que se dediquen a usarla como un comodín cuando quieren comunicarse, pero aún no tienen las herramientas para ello”. “Antes de volver a decir ‘no’ a tu hijo pregúntate si es estrictamente necesario. Reserva esta palabra para enseñarle límites importantes o cuando peligre su seguridad”, recomienda Salmerón en su libro.
Aunque los dos años sea una etapa desafiante, sobre todo para los padres, las berrinches y las repetidas negativas del niño en realidad son algo muy positivo que indica que se está desarrollando adecuadamente. “Llamarlos los terribles dos ya es empezar mal porque se trata de una etapa psicoevolutiva normal. Están madurando, se van encontrando a ellos mismos como seres independientes que necesitan saber hasta dónde pueden llegar y van probando. Es todo un aprendizaje”, señala Jorba. Para la neuropsicóloga, si un menor hace caso siempre a todo lo que se le dice y es muy obediente es para estar alerta, “porque suelen ser personas inseguras que pueden ser muy desconfiadas en el futuro”.
El por qué de los berrinches
Cerca de los dos años, los pequeños tienen mucho que decir, pero aún no saben cómo expresar lo que sienten. Además, su tolerancia a la frustración es muy baja. “Por eso sienten una impotencia muy grande que suele traducirse en lo que llamamos popularmente berrinches”, señala Jorba. “Dependiendo del carácter del niño, la etapa de berrinches puede empezar antes de los dos años o muchos meses después y su duración es muy variable”, prosigue la neuropsicóloga, “pero lo normal es que sean intensas durante un año y que a medida que van teniendo más capacidad para comunicarse y expresarse se vayan reduciendo”.
Como padres, añade Jorba, lo más importante es tener paciencia, no ponerse a su nivel (“tenemos que recordar que nosotros somos los adultos aunque la situación nos supere”) y evitar que se hagan daño o que hagan daño a alguien más durante la pataleta: “Los niños no lo hacen para fastidiarnos, tenemos que recordarnos que es una conducta completamente normal y debemos tratarles con cariño ofreciéndoles alternativas factibles o dándoles su espacio si es lo que necesitan en ese momento”.
“Los berrinches son episodios de conducta explosiva y descontrolada donde los pequeños pueden mostrar una serie de comportamientos desafiantes, como llorar, gritar, patalear, golpear objetos e incluso tirarse al suelo”, explica el neuropsicólogo Álvaro Bilbao en su artículo ¿Qué hay detrás de un berrinche? Aunque resulten frustrantes para los padres, informa Bilbao en la publicación, es importante entender que son una forma de expresión emocional, una manera de comunicar sus sentimientos y necesidades de una manera primitiva: “Las pataletas son una señal de que el menor se encuentra en un proceso de aprendizaje y necesita apoyo para desarrollar habilidades emocionales adecuadas”.
La importancia de poner límites
“No hay mejor manera de ver el lado más oscuro de un menor que marcarle un límite que no contemplaba. Hasta el más dulce puede transformarse en un pequeño demonio cuando se encuentra frente a la frustración que supone tener que respetar una norma que antes no existía. […] El pánico que produce a muchos padres enfrentarse su hijo enfadado o la desolación que les provoca ver su sufrimiento es tal que han desarrollado teorías educativas basadas en reducir al mínimo los límites”, expone Bilbao en el libro El cerebro del niño explicado a los padres (Plataforma Editorial, 2015). Sin embargo, explica en estas páginas que considera esta postura errónea y pone en valor la necesidad de marcar reglas desde la más tierna infancia. “Los límites son esenciales para el desarrollo y la educación de nuestros hijos, porque la propia vida los tiene y deben estar preparados para lidiar con ellos”, coincide Jorba.
Puede que la teoría no haga más llevaderas los próximos berrinches de los hijos, pero los padres y madres deben recordar que son indicativo de que su cerebro funciona adecuadamente, como subraya Jorba: “Esto también pasará. Incluso, puede que algún día los padres y madres echen de menos que todos los quebraderos de cabeza se debieran a estos incontrolables enfados”.
Las etapas del desarrollo de la infancia
Del nacimiento a los primeros 3 años
En este periodo su evolución suele incluir el pensamiento es egocéntrico, pues le cuesta mucho imaginarse lo que piensan o creen los demás. Además empiezan a controlar el uso del lenguaje propiamente dicho. Al principio es telegráfico con palabras sueltas y más tarde tendrá la capacidad de generar frases simples con incorrecciones. A finales de esta fase comienza a compartir sus juegos con otros iniciando la socialización. Las rabietas pueden aparecer con frecuencia, ya que aún no controlan bien sus emociones.
La primera infancia (3 a 6 años)
En esta etapa el niño gana la capacidad de la Teoría de la mente, es decir, la habilidad de atribuir intenciones, creencias y motivaciones únicas a los demás. Esto les permite comprender mejor las emociones de sus compañeros y ajustar sus respuestas a las situaciones sociales. Se apoyan en el lenguaje para la total comunicación con los demás. Se enriquecen mucho las relaciones sociales, aunque también permite que la mentira resulte más útil y eficaz como recurso. Desarrollan su sentido de la justicia.
La segunda infancia (6 a 12 años)
Su capacidad para pensar en términos abstractos y matemáticos se desarrolla mucho pero no llega a su máximo. Aumenta su capacidad para resolver problemas, memorizar información compleja y planificar tareas. También comienzan a desarrollar un pensamiento más crítico y lógico. La imagen que tiene de sí mismo adquiere mucha importancia y trata de ganar la amistad de quienes considera importantes. El círculo social de iguales configura su identidad y se empiezan a quebrantar las normas familiares.
Los 1000 primeros días de vida y su importancia
Los primeros mil días de vida de un niño son fundamentales en su desarrollo, este corto periodo de tiempo siembra las bases para su futuro físico, cognitivo y emocional.
UNICEF subraya que en esta etapa se determina el potencial físico e intelectual, y se desarrolla más del 80% del cerebro. Tal es su desarrollo que el ritmo de conexiones neuronales a esta edad no se vuelve a replicar en otro periodo de la vida.
Por su parte la OPS (Organización Panamericana de la Salud) advierte que la desnutrición en los primeros 1.000 días puede aumentar el riesgo de enfermedades crónicas en la adultez, afectando la salud física y mental.
Numerosos estudios y organizaciones coinciden en que una nutrición adecuada, estimulación temprana y cuidados apropiados durante los primeros 3 años de vida son esenciales para un desarrollo óptimo y para prevenir posibles problemas de salud en el futuro. En este sentido señalan que un buen desarrollo depende especialmente de un ambiente afectivo de protección, un entorno físico saludable que proteja de enfermedades, riesgos y violencia y una buena nutrición que asegure el desarrollo de todos los sistemas incluyendo el cerebral.
¿Cómo estamos asumiendo estas directivas tan importantes en nuestro país?
En base a estas recomendaciones el Ministerio de Justicia y Transparencia Institucional declaró en 2021 prioridad Nacional la Protección y Desarrollo Integral de la Primera Infancia.
En el año 2023 se aprueba la Política Plurinacional de Desarrollo Integral de la Primera Infancia donde se establecen como desafíos incrementar la cobertura de atención y control prenatal protegiendo tanto a la madre como al bebé en gestación; disminuir la mortalidad neonatal e infantil; incrementar los control integrales de niños pequeños; promoción de paternidades responsables; priorización de la lactancia materna, vacunaciones, así como la mejora de los estados nutricionales de niños y madres. También plantea otros objetivos tan importantes como reducir la violencia hacia niños y niñas; mejorar el acceso a agua potable, vivienda y educación; la detección oportuna de enfermedades así como la atención a la salud mental de las madres en etapa posnatal y su acceso laboral.
Ante estos altos desafíos, se reconoce que Bolivia ha hecho avances no solo a nivel normativo y legal sino también a través de la mejora de índices sociales y económicos en favor de la primera infancia; sin embargo aún nos queda mucho trabajo para hacer, el primero reconocer que la primera infancia es una etapa clave en el desarrollo ulterior de las personas y también que son altamente necesarios los esfuerzos , políticas y sobre todo recursos destinados a atender amplia y prioritariamente a esta población. Que este Día del Niño nos recuerde que trabajar e invertir en la primera infancia es crear cimientos para tener adultos y ciudadanos sanos en el futuro.