Vida en familia
Tomar menos, cuidarse más: los jóvenes se plantan ante el alcohol
El consumo de alcohol está cada vez está peor visto entre los jóvenes, como el consumo de tabaco. Experimentar con periodos de abstinencia y establecer patrones de consumo más responsables se han convertido en tendencia global
Hay propósitos de año nuevo que no sólo llegan para quedarse, sino que le cambian a uno la vida. Basta con preguntarle a Tom Holland, uno de los más famosos y recientes spidermans de Hollywood quien, después de un diciembre de 2021 plagado de excesos y borracheras, decidió dejar la bebida para siempre. Daniel Torralba no es ningún superhéroe, pero comparte con el joven actor ese mismo propósito y también su fuerza de voluntad. En su caso, a diferencia del intérprete, el desafío de pasar todo el 2024 sin probar ni una sola gota de alcohol, nada tenía que ver con una adicción a la bebida o un consumo excesivo. Para este científico de 34 años especializado en oncología, que antes de ese último brindis de Nochevieja se bebía una copa de vino de vez en cuando y alguna cerveza los fines de semana, el reto respondía a la búsqueda de hábitos de vida más saludables y de una mayor coherencia personal.
En las nuevas generaciones hay mayor interés por la salud física y emocional: si en una primera cita tu pareja bebe en exceso, huye Esther Trepat Doctora en psicología clínica
Sin saberlo, el joven se estaba sumando a una tendencia global que cada vez gana más adeptos e invita a repensar cómo, cuándo y por qué bebemos. Dos fenómenos nacidos en países anglosajones, principalmente en Reino Unido, EE.UU. y Australia, que se han dado a conocer como curious sober -sobrio/a por curiosidad- y mindful drinking -beber de manera consciente- y que proponen, respectivamente, experimentar con periodos de abstinencia y establecer patrones de consumo de alcohol más responsables.
“Cuando dices activamente NO a la bebida, empiezas a tomar consciencia de la gran cantidad de alcohol que consumimos sin darnos cuenta”, explica Torralba, “porque somos una sociedad que estructura la mayoría de sus dinámicas sociales en torno al bar y, de algún modo, el alcohol está siempre presente”. Por eso, a pesar de consumir de manera muy moderada, el joven sabía que el suyo no iba a ser un reto fácil.
“Si sales a tomar algo con los amigos o participas en cualquier evento o celebración, te sientes un poco fuera de lugar”, añade. A su vez, admite también que a su entorno le costó un tiempo acostumbrarse a su postura. “Al principio me preguntaban si estaba enfermo o si trataba de superar alguna adicción”, sonríe, “incluso bromeaban con que soy más divertido cuando bebo”. Una presión de grupo que, según su opinión, tiene que ser mucho más complicada de sobrellevar en aquellas personas que beben de manera regular o incluso entre los más jóvenes. “Hace falta mucha determinación y espíritu crítico para no ceder”, señala.
Sin embargo, parece que existe un número cada vez más creciente de jóvenes dispuestos a desterrar esta sustancia de sus vidas o, como mínimo, a reducirla drásticamente. “En las nuevas generaciones se está dando un mayor interés por la salud física y emocional”, explica Esther Trepat, doctora en psicología clínica en la Fundació Institut de Psicologia y también profesora asociada en la UAB. “En estos hábitos de vida saludables no tiene cabida el alcohol, igual que ya lleva pasando desde hace unos años con el tabaco, que cada vez está peor visto socialmente”, añade.
En algunas aplicaciones de citas, el alcohol se ha convertido en una de las famosas red flags -señales de alerta-, indicativas de que algo potencialmente negativo puede esconderse en la otra persona. Para Trepat, este hecho resulta bastante lógico. “Si sales con alguien que bebe, tienes mayor riesgo de tener una relación tóxica, agresiva o violenta y que, en definitiva, genere problemas”. Por eso, la psicóloga va incluso un poco más allá, “si en una primera cita tu pareja bebe en exceso, huye”.
Durante los últimos años, junto a Holland, numerosas celebrities de la talla de Bella Hadid, John Legend, Katy Perry o Gwyneth Paltrow, han respaldado abiertamente el uso más consciente e informado del alcohol, contribuyendo al desarrollo de ese espíritu crítico. Un hecho que los promotores de los hábitos saludables celebran con entusiasmo. “El único alcohol beneficioso es aquel que no se consume”, detalla María Hernández-Alcalá, especialista en nutrición y salud pública de FuturLife21, una iniciativa que promueve las prácticas sanas y que cuenta con cerca de 800 mil seguidores en las redes sociales.
Me gusta disfrutar de una cerveza, pero soy muy consciente de cómo, cuándo y cuánto bebo. La tendencia al autocuidado ha venido para quedarse Chloé Sucrée @beingbiotiful
“Cualquier dosis de alcohol tiene efectos nocivos para la salud a todos los niveles, hasta el punto que, incluso en pequeñas cantidades, puede contribuir a favorecer la formación de células tumorales en el organismo”, advierte la experta. “Aquella creencia de que una copa de vino al día puede llegar a ser beneficiosa para la salud cardiovascular, no es cierta. No hay nada como una dieta equilibrada”, afirma Hernández-Alcalá, quien además es la pareja de Torralba y, por supuesto, fue la primera en apoyar su decisión, y también en aplaudirle ahora que ha decidido continuar con el hábito de forma permanente una vez ya casi superado el reto.
“Nuestra estrategia es fomentar el conocimiento sin juzgar a nadie, para que cada uno pueda decidir por sí mismo”, explica Elena Pérez, cofundadora de FuturLife21 y especialista en alimentación y nutrición. Tanto Pérez como Trepat coinciden en que las redes sociales son un arma de doble filo. “A pesar de que, en muchos casos, se fomenta la reflexión y se promueve la vida saludable, todavía existe mucha presión social para consumir alcohol, especialmente entre los jóvenes”.
Según Pérez, actualmente existe una clara polaridad con respecto al consumo alcohólico. “Por un lado tenemos a un colectivo cada vez más creciente de jóvenes proclives a las prácticas saludables y, por el otro, a un grupo que bebe de manera descontrolada y abusiva”, afirma la experta. Un fenómeno, este segundo, que Trepat identifica como el binge drinking, exportado de la cultura nórdica y anglosajona y que se define como el consumo excesivo de alcohol en un corto periodo de tiempo, con la intención de emborracharse. Una práctica “extremadamente nociva” y común entre los adolescentes, que “comporta un riesgo severo para la salud”, y que, en opinión de la psicóloga, se asocia con una mayor probabilidad de generar dependencias y adicciones.
En este sentido, Trepat señala que incluso “cuando el consumo es moderado pero frecuente, pasa a ser considerado de riesgo, porque tiene una mayor probabilidad de afectar a la salud física y emocional de la persona”. A su vez, apunta también que la autoreflexión, la información y la toma de consciencia, que promueven tendencias como el curious sober o el mindful drinking, son factores determinantes a la hora de establecer patrones de ingesta responsables y poco perjudiciales.
En este contexto de información y reflexión personal, el papel de los creadores de contenido resulta fundamental. Por eso, junto a perfiles como el de @Futurlife21, en Instagram existen otros muchos divulgadores que buscan generar consciencia, como la emprendedora Chloé Sucrée, que en su perfil @beingbiotiful promueve hábitos gastronómicos equilibrados entre sus más de 200 mil seguidores, y pone énfasis en la importancia de hacer un uso muy puntual y reflexivo del alcohol, si uno decide no apartarlo completamente.
Nuestros cócteles sin alcohol no tienen nada que envidiar a los tradicionales y, tal vez por eso, son cada vez más demandados entre los jóvenes Federico Lombardi Barista de Paradiso
“Me gusta disfrutar de una cerveza de vez en cuando, pero soy muy consciente de cómo, cuándo y cuánto bebo”, explica. Para ella, todavía vivimos en una sociedad muy marcada por el alcohol, en la que si confiesas que no bebes, o lo haces muy ocasionalmente, “eres visto como alguien aburrido o que no sabe disfrutar de la vida”. Sin embargo, también admite que “la tendencia al autocuidado es un hábito que ha venido para quedarse”, especialmente entre las nuevas generaciones.
Por eso, muchos locales de ocio incluyen ya una gran variedad de mocktails -o falsos cócteles- en sus cartas, como alternativas para aquellos que han optado por la abstinencia o un menor consumo. “Nuestros cócteles sin alcohol no tienen nada que envidiar a los tradicionales y, tal vez por eso, son cada vez más demandados entre los jóvenes”, explica Federico Lombardi, head bartender de Paradiso. Se trata de una de las coctelerías más reconocidas y emblemáticas de Barcelona, que en su carta ofrece sofisticadas combinaciones de ingredientes tan variopintos como agua de coco, sirope de sésamo, wasabi u otros productos de la cocina tradicional japonesa. Además, locales como Paradiso, que garantizan disfrutar de una experiencia sensorial con cada copa, no sólo contribuyen a demostrar que la vida social sin alcohol no tiene porqué ser aburrida, sino que fomentan también el consumo responsable entre su clientela, pues en cada uno de sus cócteles se indica la cantidad de alcohol que contiene, en caso de haberlo.
Sea como sea, replantearse la relación que uno tiene con la bebida, no tiene por qué ser una moda pasajera, sino más bien un paso para comenzar a tomar decisiones más saludables. Tal vez el año nuevo que asoma a la vuelta de la esquina, sea una buena excusa para hacerlo. Ojalá estos nuevos propósitos lleguen también para quedarse.
El alcohol en el cerebro: recuento de daños
El alcohol es una sustancia profundamente arraigada en nuestros hábitos culturales y con un importante peso en la economía de la mayoría de países occidentales, lo que le proporciona un estatus legal y una percepción social mucho más favorables que los que reciben otras drogas.
Así, a pesar de que constituye el principal factor de riesgo de muerte prematura y discapacidad en personas de 15 a 49 años, y que mitos como que “una copa de vino al día es buena para la salud” han sido desmentidos, los adolescentes siguen considerándolo como la droga más segura. Una percepción claramente reforzada por el lugar central que ocupa en múltiples tradiciones y celebraciones ligadas al éxito social.
Quizá por ello, el alcohol es la droga más consumida por los estudiantes bolivianos tanto de forma esporádica como de forma intensiva. Al hablar de consumo intensivo nos referimos a la ingesta de grandes cantidades (5 bebidas o más) en un breve lapso de tiempo (2-3 horas), un clásico de los botellones y las serenatas de verano.
Efectos sobre la salud
La mayoría de nosotros estamos familiarizados con algunas de las consecuencias negativas del alcohol, como las peleas, las relaciones sexuales de riesgo o los accidentes de tráfico. Sin embargo, es menos habitual plantearse cómo pueden afectar unas cuantas borracheras al cerebro, especialmente cuando aún está en desarrollo.
Para ello, debemos valorar brevemente dos aspectos clave: cómo se metaboliza el alcohol y qué sucede en el cerebro durante la adolescencia.
La metabolización depende, principalmente, de la acción del hígado, que procesa la bebida después de ser absorbida por el tracto digestivo. De este modo, el alcohol se descompone a través de diversas enzimas, transformándose en sustancias menos tóxicas que el cuerpo puede eliminar. Cuando no se metaboliza por completo, pasa al cerebro, alterando el delicado equilibrio de neurotransmisores que regulan su funcionamiento.
Podemos imaginar el hígado como una esponja que absorbe el alcohol. Sin embargo, al saturarse, pierde esa capacidad de absorción –y eliminación–, lo que provoca en el cerebro los efectos clásicos de la borrachera: desinhibición, euforia, falta de coordinación, etc.
Cerebros vulnerables
Lamentablemente, las bebidas alcohólicas no solo alteran transitoriamente el funcionamiento de nuestro cerebro: también tienen efectos prolongados sobre diferentes aspectos del sistema nervioso y pueden afectar al sistema inmunológico, desencadenando procesos inflamatorios que contribuyen al daño cerebral.
En este sentido, es importante señalar que, durante su desarrollo –hasta los 25-30 años–, el cerebro es más vulnerable a los efectos de las drogas. Durante este período, el alcohol resulta particularmente dañino, ya que puede interferir en dos fenómenos clave del neurodesarrollo: la mielinización, proceso mediante el que las neuronas recubren sus axones de mielina para mejorar la transmisión de señales, y la poda sináptica, que elimina conexiones neuronales innecesarias para optimizar el funcionamiento del cerebro.
Además, estos cambios no ocurren de forma lineal, sino que dan lugar a una maduración más temprana de las áreas cerebrales responsables del procesamiento de recompensas (por ejemplo, el estriado ventral) en comparación con las áreas encargadas de la toma de decisiones y la planificación a largo plazo, como la corteza prefrontal. Este desfase entre los ritmos madurativos del sistema de recompensa y los sistemas de control de impulsos y toma de decisiones podría explicar por qué los adolescentes son más propensos a involucrarse en conductas de riesgo.
Estudios de neuroimagen han demostrado que el cerebro de los jóvenes con un consumo intensivo de alcohol es estructural y funcionalmente diferente.
Entre los hallazgos estructurales más destacados se encuentra una menor integridad de la sustancia blanca, elemento del sistema nervioso crucial para la transmisión eficiente de la información.
También se han identificado alteraciones de la sustancia gris, con aumentos o disminuciones en áreas como el estriado ventral, la corteza cingulada anterior y el giro frontal medio, fundamentales para el procesamiento de recompensas, la monitorización de estímulos relevantes y la memoria de trabajo.
En el capítulo de la conectividad funcional, el consumo intensivo de alcohol se asocia con anomalías en la configuración de redes como la de saliencia o la frontoparietal, que dirigen la atención de forma adecuada y regulan nuestro comportamiento para lograr objetivos, tanto a corto como a largo plazo.
Además, los estudios de neuroimagen muestran una activación excesiva en estructuras cerebrales implicadas en el control de impulsos, la toma de decisiones o el procesamiento de estímulos relacionados con el alcohol.
Finalmente, debemos subrayar la relación entre la edad de inicio de consumo de alcohol y problemas posteriores, como trastornos por abuso de sustancias, demencias tempranas o enfermedades cardíacas. Los datos son claros: cuanto antes se empieza a beber, mayor es el riesgo de desarrollar estas patologías.
Todo esto pone de relieve que no existe una dosis saludable de alcohol ni borracheras inofensivas, lo que nos obliga a prestar especial atención al consumo de alcohol de los adolescentes.
En Tarija el consumo de alcohol inicia pronto
El Comité de Prevención del Consumo de Alcohol y Drogas presentó un estudio actualizado a finales de año en Tarija que muestra que dentro de la población adolescente y juvenil de Tarija bajaron levemente los indicadores sobre la ingesta de bebidas, pero apareció por primera vez el uso de vapeadores o cigarrillos eléctricos.
Como director del Centro Estadístico, Bernardino Vásquez, explicó que se hicieron 1.398 encuestas, divididas en dos grupos poblacionales: el primero de los 13 a los 17 y otro de 18 a 27 años.
Una de las conclusiones indica que en Cercado la edad del inicio del consumo de alcohol se ubica entre los 13 y 15 años, tanto en varones como mujeres.
También cambió la escala de tipos de bebidas preferidas. Actualmente son la cerveza con 66%, el vino con 49,5% y fernet con 43,9%. Pero en 2016 indicaba que el fernet lideraba la lista con un 72%, seguido de la cerveza con 61%, el vino con 39% y el singani con el 24%.