El trastorno de Atención con Hiperactividad, a examen
Claves para no diagnosticar falsos positivos del TDAH
Es importante que los padres se cuestionen si su hijo puede o no tener este trastorno más allá de que sea un niño hiperactivo. Las expertas recomiendan acudir a servicios especializados para obtener un resultado certero. No todos los niños que son movidos o nerviosos tienen TDAH. Los expertos alerta
En los últimos años, se ha generado cierta polémica en torno al sobrediagnóstico de los casos de Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Este es un trastorno del neurodesarrollo que implica dificultad para mantener la atención, hiperactividad motora o impulsividad. Inmaculada Moreno García, profesora de la Universidad de Sevilla y autora del libro Niños Hiperactivos. Cómo ayudar a los padres a afrontar los problemas de Conducta (editorial Pirámide), argumenta que muchos de los niños diagnosticados no lo padecen. Frente a esto, la docente considera que han de extremarse las medidas y ser prudentes a la hora de identificar y diagnosticar a los menores y no actuar por presión social o demanda de los padres en Atención Primaria.
A nivel social se han extendido y generalizado los conceptos de hiperactividad e hiperactivo y afirmar que alguien tiene relación con ello, para la especialista, resulta precipitado y hace que se ignore el carácter clínico que conlleva. “Conocemos casos en los que el personal del centro educativo ha dicho a los padres que su hijo puede ser hiperactivo y, en verdad, no cumple los criterios para el diagnóstico. Esa movilidad e inquietud que los adultos observan, en muchas ocasiones, tiene que ver con la edad”, sostiene Moreno García, que añade que el poner una etiqueta al niño a la larga puede ser complicada de eliminar.
Según la quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), publicado por la Asociación Americana de Psiquiatría, el 5% de los menores en edad escolar tiene un TDAH. Según este manual, este trastorno se inicia en la infancia y es el resultado de un desequilibrio en los niveles químicos del cerebro. Sus síntomas son varios: dificultad para concentrarse, hiperactividad, impulsividad, dificultad para reconocer y regular las emociones, baja tolerancia a la frustración, rigidez cognitiva, necesidad de estímulos y refuerzos externos, dificultad en la toma de decisiones, pobre lenguaje interno, baja automotivación, poca perseverancia, etcétera. Síntomas que afectan al día a día del menor durante por lo menos seis meses seguidos.
“Desde mi grupo, realizamos una investigación conjuntamente con la Universidad de Baleares y la colaboración del Servicio Andaluz de Salud de Sevilla, financiada por el Plan Nacional, en la que quedó de manifiesto que aproximadamente el 40% de los casos diagnosticados como TDAH en Atención Primaria son falsos positivos. Esto es, 4 de cada 10 niños son diagnosticados sin cumplir todos los criterios identificados para este trastorno”, subraya Moreno García. Esta profesora aclara que derivando a los niños a servicios más especializados y utilizando otros recursos e instrumentos más rigurosos este porcentaje disminuye.
Un diagnóstico que no debe hacerse a la ligera
Como explica esta profesional, para diagnosticar este trastorno no hay ningún marcador (biológico, electroencefalográfico, conductual o psicológico) único y que por sí solo, hasta la fecha, identifique el TDAH. En algunos casos, cuando llega el diagnóstico del pediatra ya se prescribe un tratamiento farmacológico o se recomienda terapia psicológica o clases de apoyo al niño que, en realidad, no le corresponden.
“Este trastorno tiene una peculiaridad y es que su sintomatología nuclear (sobreactividad motora, impulsividad, déficit de atención) es común en una etapa determinada del desarrollo. Para atribuir hiperactividad a un niño debe atenderse a la disfuncionalidad, a los problemas en la vida cotidiana del menor, conflictos con los padres, dificultades con los compañeros en el colegio o con los profesores o aislamiento social”, certifica la experta en educación.
La psicóloga sanitaria Marta Márquez añade que el sistema educativo y el sanitario tienen muchas grietas en este campo, ya que para que un niño sea diagnosticado como TDAH deben asegurarlo, y por escrito, profesionales como el psicólogo clínico, un psiquiatra infantil o un neuropediatra y no maestros o pedagogos terapéuticos, entre otros, algo que supone un intrusismo profesional. Para Márquez, el que los padres vayan al médico de familia y expliquen que su hijo no presta atención, no obedece o es muy nervioso puede suponer recetarle al menor medicamentos como el metilfenidato —sustancias psicoestimulantes capaces de reducir los umbrales de alerta o de vigilia—: “Esto son pastillas que sobreactivan a nivel cerebral para contrarrestar los síntomas del trastorno y lo hace de un modo demasiado apresurado”, detalla. Por ello, y según afirma: “Los psicólogos tenemos que quitar, en algunos casos, a dichos pacientes la dependencia a esas sustancias porque en altas dosis crean adicción”.
“En el TDAH, el tratamiento farmacológico se utiliza para sustituir las intervenciones psicológicas porque son más costosas. Pero tratar al niño en terapia es mejor y permite la curación. Añadamos a esto la falta de conciliación y que muchos padres y madres llegan de sus trabajos cansados y sin paciencia para criar a sus hijos”, perfila la psicóloga. Márquez pone como ejemplo la situación de niños pequeños que desde bien temprano madrugan, asisten al aula matinal, tras las clases se van al comedor, y, sin pasar por casa, después van directos a actividades extraescolares, hallándose alterados a lo largo del día. Para ella, probablemente, a ellos se les adjudique un diagnóstico de TDAH: “Casos de este tipo, conociendo un poco más allá, llevan a descubrir que verdaderamente tienen una buena atención sostenida y son personas tranquilas a las que si se les presta algo de atención no tendrían ciertas reacciones. También influye la falta de cariño, pero no porque sus padres no los quieran, sino porque la realidad de los problemas y crónicas familiares es muy diversa”.
TDAH: Más preocupación
que incidencia real
Inquietud, dificultad para mantener la atención e impulsividad definen a grandes rasgos lo que se conoce como Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), una alteración cuya existencia se ha popularizado desde finales del siglo XX pero sobre la que no hay consenso en cuanto a los propios criterios diagnósticos, lo que provoca, según Marino Pérez Álvarez, catedrático del Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo y colaborador del Consejo General de la Psicología de España, la disparidad actual de cifras en cuanto a su incidencia.
“El diagnóstico no se basa en cuestiones objetivas sino que se centra en criterios laxos del tipo “se distrae a menudo” o “a menudo se mueve mucho”, por lo que el diagnóstico va a depender de la guía que se utilice. De acuerdo con el Manual Diagnóstico y Estadístico de la Sociedad Americana de Psiquiatría (DSM), el más utilizado, habría del orden del 7-10% de niños con TDAH, pero si tomamos el sistema de la Organización Mundial de la Salud, con criterios más restrictivos, habría un 3-5%. Esta disparidad de criterios explica que en unas comunidades, ciudades, centros escolares o centros de salud haya una u otra incidencia. El problema está en los criterios, no en la población”, explica Marino Pérez.
La falta de criterios objetivos que permitan distinguir entre un comportamiento que pueda ser definido como “normal” de uno que presente verdaderamente una patología hace que el TDAH sea una cuestión muy compleja de abordar y que en muchas ocasiones pueda desembocar en una patologización de comportamientos o problemas normales de la infancia. Para Alma García, neuropsicopedagoga especializada en crianza y desarrollo y problemas del aprendizaje, mientras se siga usando el DSM como guía diagnóstica todo se reducirá a enfermedades. En su opinión, sin embargo, el TDAH “es una amalgama de comportamientos normales de niños subidos de potencia que sirve para tranquilizar a los adultos”. Un ejemplo, para la experta, es el hecho de que “se considera como un dato a tener en cuenta para establecer diagnóstico el rendimiento en el colegio. Es decir, si el niño, para el mundo adulto diseñado por el adulto con criterios del adulto, hace lo que toca cuando toca”.
En la actualidad conviven tres posiciones con respecto al diagnóstico del TDAH. La primera posición mantiene que es un trastorno infradiagnosticado. En ella se sitúa Iker Agirrezabalaga, psicólogo y colaborador de la Asociación de Déficit de Atención con Hiperactividad de Guipúzcoa (ADAHIGI): “Si tomásemos como referencia la población escolar hasta la ESO en España y calculásemos el 5% que sostiene la OMS estaríamos hablando de una población afectada de 331.483 niños y adolescentes. Y eso sin tener además en cuenta la población adulta. Es evidente la inexistencia de tal número de diagnósticos”.
Otra corriente habla de sobrediagnostico. Y una última posición, por su parte, niega la entidad clínica del TDAH. Es la que defiende Marino Pérez, cuya opinión comparten profesionales como Richard Saul, neurólogo estadounidense autor del libro El TDAH no existe, o Sami Timimi, psiquiatra infantil británico que habla de ayudas a las familias y docentes sin necesidad de pasar por un diagnóstico. Pérez, coautor de Volviendo a la normalidad: la invención del TDAH y el trastorno bipolar infantil (Alianza, 2013), un libro que desmitifica estos trastornos incide en que no existe ninguna prueba neurológica ni de ningún otro tipo que sirva para establecer el diagnóstico, lo que no quiere decir que no sea cierto lo que refieren los padres y los profesores, sino que “tales comportamientos no cualifican como una enfermedad. Puede ser un problema y como tal problema requeriría las ayudas necesarias, pero ocurre que problemas reales se patologizan y estigmatizan, y entonces el remedio es peor que la enfermedad, que ni siquiera existe”.
¿Debo decirle a mi hijo que tiene TDAH?
Baja autoestima
Rafa Guerrero, psicólogo, director de Darwin Psicólogos y autor de La mirada de José Luis, un cuento dirigido a los niños con TDAH, precisamente para que entiendan lo que les pasa. “Bajo mi punto de vista es muy importante que los afectados sepan que tienen este trastorno. Como esta patología tiene muy mala fama y está muy señalada, los padres tienden a no decirle al niño lo que le pasa. Lo que le genera mucha incertidumbre y expectativas erróneas de sí mismo. Todo eso lleva consigo que los niños tengan la autoestima completamente minada”.
La verdad
Guerrero aboga por decirle al niño la verdad. “Es darle una respuesta a todas esas preguntas: por qué empuja, por qué no se puede concentrar y por qué es tan impulsivo: ‘No es porque seas tonto, ni malo, ni vago, ni mala persona. Es porque tienes un trastorno que se llama TDAH. Eso significa que te cuesta concentrarte, que te cuesta controlar tus impulsos’. Esta conversación es fundamental como parte de la mejora y de la intervención.” Y a veces, un alivio para los pequeños aunque también le causa angustia, porque muchas veces es consciente de que no se reprime y pide ayuda”.
Intervención parental
Para el psicólogo, lo perfecto es que sean los padres quienes se lo digan. “Para eso es necesario que estén bien formados. Y claro, a veces ellos también tienen que pasar por un proceso de aceptación. Por eso, si no se sienten seguros, pueden recurrir a un experto. Es difícil aceptar la problemática, pero si el adulto es capaz de explicarlo de la manera adecuada, con respeto y con cariño, se va a conseguir que el niño se sienta mejor. En el momento que se encuentran con alguien que entiende qué les pasa y se lo explica, sienten mucho alivio”