Desarrollo infantil
¿Cómo saber si mi hijo tiene altas capacidades?
La creatividad de los menores es una de las cualidades que suelen caracterizar a los niños con una capacidad cognitiva superior al resto, pero la sospecha de presencia de altas capacidades deberá ser confirmada por personal profesional especializado, quien será el encargado de emitir un diagnóstico



Se les conoce como “niños superdotados”, aunque la terminología que emplean los pediatras hace referencia a la manifestación de altas capacidades. La Asociación Española de Pediatría (AEP) define a estos menores como aquellos que cumplen tres características concretas. La primera tiene que ver con un elevado cociente intelectual, normalmente superior a 130. Sin embargo, aunque se trata del rasgo más conocido popularmente, no es el único que delata a uno de esos menores.
Los niños con altas capacidades poseen una serie de cualidades que los distingue de sus compañeros. Una de ellas es una gran curiosidad, habitualmente hacia temas más complejos e incluso trascendentales. También la profundización en ciertas áreas muy específicas. Y algunas de las señales más claras son el dominio del lenguaje y un vocabulario muy amplio y variado, que manejan de forma sorprendente.
El tercer rasgo que podría señalar que un niño presenta altas capacidades es su creatividad, aunque no enfocada hacia el dominio de ciertas artes, como la música. Aunque también sucede. Sino hacia la capacidad de conectar ideas e idear soluciones innovadoras, que sean originales y peculiares.
¿Cómo detectar a los niños con altas capacidades?
Los niños sobre los que se sospecha la posible presencia de altas capacidades deberán ser entrevistados por personal profesional especializado, quien será el encargado de emitir un diagnóstico fiable. Los principales rasgos que suelen tener en cuenta para ello se diferencian entre sí dependiendo de la edad del niño.
Los retos de la crianza
Un niño de 9 años a punto de graduarse en ingeniería eléctrica”. La noticia circulaba en 2019 por las principales cabeceras europeas y el protagonista era un menor de origen belga, Laurent Simons, que ese mes de diciembre esperaba graduarse como ingeniero en una universidad de los Países Bajos. Un salto académico ahora mismo imposible en Latinoamérica –“ninguna universidad admitiría a un alumno tan precoz”, afirma Carmen Sanz Chacón, directora del Mundo del Superdotado– pero que es una realidad en otros países “donde nadie corta las alas a estos alumnos con altas capacidades”, añade esta misma mujer, que fue una niña superdotada.
“Es un niño prodigio, pero quizás es demasiado pronto para que haya estudiado una carrera,: ahora sólo le queda estudiar otra y otra... hasta que tenga una edad normal para poder hacer algo con tantos conocimientos. No parece buena idea quitarle su infancia”, escribía un lector en la web de este diario. “Que además de estudiar tenga sus fiestas y distracciones no mentales”, desea otro lector. Y continúa: “Aunque ahora tal vez le parezca que el conocimiento es lo mejor que le puede pasar, los humanos nos podemos saturar, incluso de lo que más nos gusta”.
Carmen Sanz Chacón intenta aclarar, a partir de su experiencia con otros casos de “niños prodigio”, alguna de esas dudas. “Lo que tiene que hacer a partir de ahora Laurent, al que sí le han permitido en los Países Bajos desarrollar en una universidad su alta capacidad, es seguir estudiando”, aconseja. La directora de Mundo del Superdotado sostiene que “lo mejor para ese niño de nueve años es permitirle que se siga formando. Si no le dejaran, con esa alta capacidad demostrada, hay muchos números para que acabe frustrado”. Los padres de Laurent compartían esa tesis y ya en las numerosas entrevistas concedidas manifestaron que su hijo quería matricularse en Medicina y no le iban a poner ninguna traba.
Respondiendo al lector que se preguntaba cuándo podrá desplegar o poner en práctica ese niño sus conocimientos, Sanz Chacón afirma que “no hay prisa para que Laurent trabaje; aún no le toca, eso ya llegará”. Considera, por otro lado, que nadie ha robado la infancia a ese niño si ha recibido, como así parece ser, “el apoyo necesario y que hay que desplegar cuando se descubren esas altas capacidades”.
Y continúa: “Los problemas con esas personas llegan por todo lo contrario; surgen cuando esas niñas y niños se aburren porque el sistema frena su formación y los deja atrapados en un mundo, el de la infancia, que les queda muy pequeño. Es lo que ocurre a diario”, reitera Sanz Chacón. Si por el contrario el sistema se preocupa en apoyar a esos niños, “ellos raras veces se van a cansar de aprender”, añade esta experta en respuesta a otra de las dudas planteada por los lectores.
Alicia Rodríguez Díaz-Concha, presidenta de la Asociación para Superdotados y con Talento (AEST), comprende las dudas que siempre generan este tipo de historias entre aquellos que no saben lo que es tener en casa a una hija o hijo superdotado. “Es una preocupación lógica que va ligada a la crianza”, afirma. A las familias que no han pasado por esta experiencia siempre les costará imaginar cómo sería su vida con un Laurent en casa. “Eso es muy normal, pues todo lo que está fuera de la media (en los dos sentidos) tiene sus dificultades”, añade Díaz-Concha. “La preocupación –continúa– no es por tener un hijo prodigio, con talento o con altas capacidades, si no por acertar en las decisiones para que sea feliz”.
Dicho esto, la presidenta de la AEST coincide con Carmen Díaz Chacón, en denunciar “la falta de recursos para ofrecer a esos menores la atención que precisan”. Y a la hora de repartir culpas nadie se libra de las críticas. “La ayuda educativa es fundamental, pero todo son trabas; la mayoría de profesores no están a la altura al seguir creyendo que rendimiento es igual a buenas calificaciones y los orientadores tendrían que ser en estos casos psicólogos, mientras las ayudas económicas brillan por su ausencia”, afirma Alicia Rodríguez.
Tantas trabas explican, según estas dos expertas en asesorar a familias con menores con altas capacidades, que en España “más de un cincuenta por ciento de niñas y niños superdotados acaben sumidos en la frustración al negarles los medios necesarios para seguir formándose y progresar”, revela Sanz Chacón.
Historias como la de Laurent sólo son posibles y pueden narrarse cuando esos menores con altas capacidades han contado con todo el apoyo que precisan. Y aquí cobra vital importancia adiestrar a los padres, superados por esa situación. “El soporte emocional en el seno de la familia es muy importante”, insiste la directora del Mundo de los Superdotados.
Manual para padres de superdotados
Entre los manuales más populares dirigidos a padres con hijos superdotados ocupa un lugar destacado un decálogo elaborado por Camilla Belbow, codirectora del proyecto del Estudio de la Juventud Matemáticamente Precoz (SMPY). Estos son algunos de sus consejos.
Descubrir el talento
Si al niño le gusta la escritura no hay que apuntarlo a violín o dibujo. Hay que respetar su interés por la materia que elija. El menor será así más feliz y le será mucho más fácil avanzar si se concentra en aquello que más le gusta.
No etiquetar
Es un error etiquetar al niño. Igual que molesta a un niño que le señalen por su torpeza en algún ámbito de actividad, a esos menores con altas capacidades no les gusta que les etiqueten como genios o prodigios. Eso coarta su relación con el resto de compañeros, al sentirse diferentes. Se le puede decir que es inteligente, pero no colgarle una etiqueta para presumir de ello.
Entender la tristeza
El estudio SMPY revela que estos menores suelen ponerse tristes. No pasa nada, es una emoción que deben de experimentar. Normalmente entran en ese estadio tras ataques de ira, muy frecuentes en esos niños cuando sienten frustración por no alcanzar objetivos que se habían marcado. Hay que cuidar mucho sus emociones para que no pierdan la autoestima.
Potenciar la relación con amigos
Hay que potenciar las relaciones de amistad e incluso fomentarlas animándoles a que se queden en casa de compañeros de clase. Así salen de su mundo, aunque eso no siempre resulta fácil, porque estos menores suelen encontrarse más cómodos en el universo de los adultos.
Asumir riesgos
El riesgo no es malo. Se aconseja a los padres a animar a estos hijos con altas capacidades a asumir retos intelectuales que generan temor o estrés en esos niños. Así se le motiva a seguir ampliando sus conocimientos.
Dar apoyo emocional
La derrota es necesaria. Si se anima al niño a asumir metas que él percibe como difíciles hay que decirle siempre que si falla en ese reto su familia siempre estará ahí para animarle. El apoyo emocional es clave.
Señales de que un niño pueda tener altas capacidades
Entre 1 y 4 años.
Los menores con una edad comprendida entre estos años con altas capacidades suelen manifestar un desarrollo precoz del lenguaje y de la capacidad lectora, así como una memoria sobresaliente. Otros aspectos comunes tienen que ver con el razonamiento y la resolución de puzles.
Entre 4 y 6 años.
Su capacidad de comprender conceptos les permite asimilar con rapidez y facilidad. Además, muestran una inclinación hacia los adultos, a los que a menudo avasallarán con preguntas debido a un fuerte sentido de la curiosidad.
A partir de los 6 años.
A partir de estas edades comienza a alejarse del resto en ciertos aspectos. Por un lado, comprenden y conectan conceptos difíciles, que les lleva a plantearse temas más complejos y su desarrollo psicológico y emocional es mayor que el de otros niños, algo que a menudo se puede observar en su sentido del humor.