Fallece el último presidente soviético
Gorbachov, el líder que retiró a la URSS del tablero
El desenlace acelerado de la Guerra Fría y el fin de la Unión Soviética entregó toda la influencia a EEUU que impuso el neoliberalismo como doctrina – con consecuencias para América Latina – y sentó las bases del conflicto actual con Rusia



El último presidente de la URSS y padre de la 'perestroika', Mijaíl Gorbachov, falleció este martes en Moscú a la edad de 91 años tras "una larga y grave enfermedad", confirmó el Hospital Clínico Central a la agencia RIA Nóvosti. Gorbachov será enterrado en el cementerio de Novodévichi de la capital rusa.
Reformista para unos, traidor para otros, el “fin de la historia” del que se hablaba en la década de 1980 en referencia a la guerra fría y el pulso final entre la URSS y los Estados Unidos y que mantuvo en vilo al mundo entero, Bolivia incluida, hubiera sido diferente sin la figura del último líder de la Unión Soviética, un Mijaíl Gorbachov discutido y olvidado y cuyo legado ha vuelto a la discusión pública a cuenta de la guerra de Ucrania, que para muchos es el resultado del fracaso de las negociaciones de aquella época en la que se creyó en la palabra de la OTAN de no acercarse más a las fronteras de Rusia.
Auge y…
La URSS entró en esa etapa decisiva de la mano de tres genuinos representantes de la vieja guardia comunista, Leonid Brézhnev, Yuri Andrópov y Konstantín Chernienko. La rápida desaparición de los dos últimos llevó a la cúspide del poder a un jefe comunista de una nueva generación, que desde su tierra natal de la región de Stávropol había ido ascendido gracias a su capacidad de diálogo y empatía, algo a lo que poco estaban acostumbrados quienes seguían prefiriendo métodos heredados de la época de Stalin.
Mijaíl Gorbachov, procedente de una familia de campesinos ruso-ucranianos del sur de Rusia, venía apadrinado por Andrópov y Mijaíl Súslov, el ideólogo del partido y guardián de la ortodoxia comunista, y muchos creían entonces que lograrían controlarlo.
Pero el nuevo secretario general del Partido Comunista de la URSS prefería la negociación y el entendimiento al aislamiento y a la fuerza bruta. Construir puentes con Occidente antes que separarse con muros y enviar tanques. Gorbachov logró entenderse con Margareth Thatcher y con Ronald Reagan, lo que terminó creando unas circunstancias favorables para que el mundo como se conocía entonces cambiase por completo, terminase la guerra fría y, como decía Fukuyama, naciese una nueva realidad. También se entendió con Helmut Kohl, lo que facilitó la posterior unificación de Alemania.
En el interior, Gorbachov ha dejado dos términos que pasarán a la historia unidos a su figura: glasnost (apertura) y perestroika (cambio, reforma económica). En una de sus entrevistas, el propio Gorbachov aseguraba que en esa época al ambiente creado por Stalin aún no se había disipado. "Nosotros dijimos directamente: 'Nuestro pueblo es libre de decir lo que piensa, libre de escribir, de reunirse y de discutir'. La glasnost significaba que toda la sociedad se ponía en marcha".
Hoy el hombre que puso en marcha unas reformas que terminaron con la guerra fría, y por lo que fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 1990, es un personaje casi olvidado para la vida pública de su país. Cierto que buena parte de la población le responsabiliza las dificultades que se pasaron en los 90, y los nostálgicos siguen soñando con el imperio soviético. Pero más es cierto que los siguientes líderes rusos le han mantenido en segunda línea.
Él mismo era consciente de ello, como se intuye en una anécdota que cuenta en su libro Sigo siendo un optimista, de 2017. A punto de terminar el siglo XX, se encuentra con Mijaíl Jodorkovski, entonces el hombre más rico de Rusia y dueño de la petrolera Yukos, que le pregunta: "Señor Gorbachov, ¿me recuerda?" A lo que el último líder de la URSS respondió: "Claro, le recuerdo. ¿Pero usted se acuerda de mí?"
Mijaíl Serguéievich Gorbachov nació el 2 de marzo de 1931 en Privólnoye (krai de Stávropol). Su padre, Serguéi, se ganaba la vida conduciendo una cosechadora. Su madre, María, trabajaba en una granja colectiva. Siendo un adolescente, él mismo se ponía a los mandos de un tractor para ayudar económicamente a su familia. Pero su futuro estaba en los estudios. Animado por su progenitor, continuó e ingresó en la Universidad Estatal de Moscú (MGU). En la capital del país logró dos cosas que le acompañaron a su tierra natal, a cual más valiosa: un título cum laude en Derecho y su mujer, Raísa.
Paralelamente a su carrera universitaria, el joven Gorbachov desarrolló una activa y reconocida actividad política. Antes de sus estudios ya se implicó en la Liga de Jóvenes Comunistas en Stávropol. Durante sus estudios ingresó definitivamente en el Partido Comunista y a la vuelta a su tierra esto pesó más que el puesto de trabajo que logró en la Fiscalía.
Desde el aparato de propaganda del Partido, fue ascendiendo en el escalafón soviético. En 1956 se convirtió en el primer secretario del Comité del Komsomol de Stávropol. En 1961 le designaron delegado ante el Congreso del Partido. Sus conocimientos de dos materias claves en su región, agricultura y economía, su don de gentes y de organización, le permitieron llegar a convertirse en el jefe comunista regional.
Dos décadas después, cuando un envejecido Brézhnev aún dirigía la URSS, se convirtió en miembro del Politburó (1980). En la cincuentena, en realidad era un jovencillo comparado con la mayoría de mandatarios soviéticos. A la muerte de Chernienko, en 1985, fue elegido secretario general del Partido Comunista, heredando otro momento de tensión con Occidente: la intervención de Moscú en Afganistán y la carrera armamentística con Reagan proponiendo colocar armas en el espacio.
A eso se unían en el interior los problemas económicos. Gorbachov se puso a hacer reformas con la intención de mejorar la vida de su pueblo. Introdujo la glasnost y la perestroika
… caída
Los contactos con los líderes occidentales fueron bastante fructíferos. Se le reconoce un papel fundamental en la caída del muro de Berlín y en acuerdos como el pacto de reducción de armas nucleares intermedias (INF), que firmó con Reagan en 1987. Eran acontecimientos que acercaban al mundo al fin de la guerra fría.
El desastre de Chernóbil y la lenta respuesta del Gobierno soviético ensombreció esos avances. Pero políticamente, las reformas siguieron, como la creación del primer parlamento democrático de la URSS. Otros gestos, como el regreso del disidente Andréi Sájarov y la retirada soviética de Afganistán, también marcaron esa época.
La apertura tuvo también consecuencias imprevistas. Las presiones de todos lados terminaron rompiendo las costuras de la perestroika. "Gracias a que fue una realidad, y a pesar de que la interrumpieron, dio un empujón que puso en movimiento no sólo a nuestro país, sino a todo el mundo", dijo el optimista Gorbachov en 2017 en la presentación de su libro de memorias.
Después de que los países del este se fueran liberando de las ataduras de Moscú, en Rusia surgió un nuevo líder político contrario a Gorbachov, Borís Yeltsin, y en las otras repúblicas soviéticas despertaba el deseo de libertad. Lo comenzó Lituania en 1990 y, con cuentagotas, siguieron todas las demás.
Tal vez los últimos meses de la URSS fueron los peores de uno de los personajes más emblemáticos del siglo XX. En agosto de 1991, un grupo de comunistas conservadores, incluidos el primer ministro Valentín Pávlov y el vicepresidente de la URSS, Gennadi Yánayev, retuvieron a Gorbachov en su dacha de Crimea, donde estaba de vacaciones, e intentaron dar un golpe de estado. Una de las consecuencias fue el fortalecimiento de la figura de Yeltsin.
Antes de terminar el año, no se contó con Gorbachov cuando los líderes regionales de Rusia (Yeltsin), Ucrania (Leonid Kravchuk) y Bielorrusia (Stanislav Shushkévich), firmaron el Tratado de Belabezha en diciembre de 1991. Fue el fin de la URSS y el comienzo de una nueva historia.
Latinoamérica, la URSS y el fin de los contrapesos
Aunque el impacto de la Guerra Fría en el continente sudamericano no fue tan específico como en otras regiones del planeta donde detonaron guerras no frías con apoyo más o menos explícito de los dos bandos, evidentemente fue un territorio donde se desarrolló una intensa guerra de posiciones. Aquí, Estados Unidos jugaba “en casa” a través de la Organización de Estados Americanos mientras que la URSS era la potencia que buscaba seducir a nuevos aliados que contribuyeran a la causa socialista.
En los inicios de las hostilidades, Perón en Argentina, Paz Estensoro en Bolivia y otros líderes en Brasil y Perú, entre otros, consolidaron la llamada “tercera posición” apelando al nacionalismo y buscando una voz alternativa a los dos imperios, pero duró poco. La “Doctrina de Seguridad Nacional” dictada por Johnson para Estados Unidos, con un planteamiento anticomunista beligerante fue impuesto por todas las vías a los países “aliados” en los años 60 y 70 y fue el paraguas que auspició numerosos Golpes de Estado y otras operaciones delictivas como la Operación Cóndor que asesinó a numerosos políticos a los que se les vinculaba con el comunismo.
Mientras, la URSS tenía poco que ofrecer a los países latinoamericanos más allá del ideal comunista para los jóvenes más entusiastas. En eso se reconoce un intenso programa de intercambios y becas que permitieron a miles de ciudadanos sudamericanos viajar y estudiar en países de la Unión Soviética, donde efectivamente se forjaban alianzas. Los lazos con el MIR y con el FRI – que después se volcó con la línea china – son especialmente reconocibles en Tarija, donde aun viven muchos octogenarios que fueron pioneros de aquellas experiencias.
La mano soviética, a veces intermediada desde Cuba, se reconoce en varios conflictos guerrilleros abiertos en el continente, si bien la singularidad política de la región, su baja industrialización y el arraigo de la colonia impidieron que las ideas se extendieran por el continente. La muerte del Che en Bolivia simboliza bien los hechos de aquella época en la que el guerrillero más famoso del mundo llegó al país donde había al menos tres partidos que se identificaban con la doctrina marxista revolucionaria pero que nunca le brindaron apoyo local y acabó abatido por un ejército que se decía nacional revolucionario y que no dudó en alinearse a la Doctrina norteamericana.
En los 80 las tensiones se relajaron; la URSS emprendía retirada o se concentraba en otros territorios del planeta, aunque aún buscaba sentar presencia, sobre todo con cooperaciones científicas, que era la imagen que quería dar.
Tras la caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética, Sudamérica quedó a merced de Washington, su consenso y su doctrina económica neoliberal, que una década después, a principios del siglo XXI, hizo colapsar a varios gobiernos en varios países de la región. Desde entonces se sigue esperando otro modelo de contrapesos que permita a la región ser más libre y más soberana.
Putin ante el espejo de Gorbachov
Diferentes analistas concuerdan en que la forma en la que Mijail Gorbachov dio carpetazo al régimen soviético tras atender los requerimientos de europeos y norteamericanos son los que han alimentado la emergencia de la figura del actual presidente, Vladimir Putin, que por su larga duración en el cargo y sus formas autoritarias emula a los líderes de la extinta Unión Soviética, pero con principios ideológicos no comunistas. Alrededor de Putin se han acomodado los nostálgicos imperiales y supremacistas eslavos, entre otros.
Putin ha preferido mantener a Gorbachov al margen, pero la argumentación de la ofensiva contra Ucrania se alinea con los que señalan que la perestroika fue un error y que se cedió ante la OTAN, puesto que no han cumplido los acuerdos de no injerencia y de no avance hacia sus líneas.
Hay expectación por saber qué decidirá el Kremlin hacer con este hecho y también por cual será la reacción ciudadana al deceso. Rusia decidirá en qué lado de la historia lo coloca.