Vida en pandemia
Mujeres, teletrabajo y la urgente corresponsabilidad del Estado
Las mujeres no solo se ocupan de sus actividades laborales, sino, y paralelamente, deben atender las tareas de cuidado de los hijos o hijas, estar pendientes de sus tareas, atender la cocina, la limpieza, el lavado, entre otras actividades
Redacción central/Agencias
La modalidad del teletrabajo en la vida de las mujeres ha sobrecargado mucho más las tareas de cuidado en el espacio doméstico, sin que el Estado promueva políticas que disminuyan las brechas de desigualdad que se generan en el espacio familiar, y, entre hombres y mujeres.
La coordinadora del Área de Diálogo y Acción Pública de Ciudadanía, Jacqueline Garrido, manifestó que el teletrabajo durante la pandemia ha duplicado o triplicado el trabajo de las mujeres, no solo el asalariado, sino el de cuidados.
“Con la pandemia esto se recrudece. Lo que pasa es que el trabajo ingresa a la casa y no solo el trabajo asalariado, sino que el trabajo se duplica, se triplica, porque las mujeres tenemos que hacer las veces de maestras, enfermeras” y el resto de tareas que tradicionalmente están asignadas a las mujeres.
Desde que se ha declarado la pandemia a nivel mundial y en Bolivia, se ha introducido con mayor fuerza la modalidad de teletrabajo, “lo que ha agudizado la sobrecarga que antes ya tenían las mujeres en el trabajo de cuidados”.
La Agencia de Noticias Fides publicó en pasados días el reportaje: “El teletrabajo, mayor sobrecarga profesional y doméstica no remunerada para las mujeres”, que en base a testimonios visibiliza el día a día de las mujeres cuyas tareas se han multiplicado, entre sus actividades remuneradas y su trabajo doméstico.
Las féminas no solo se ocupan de sus actividades laborales, sino, y paralelamente, deben atender las tareas de cuidado de los hijos o hijas, estar pendientes de sus tareas, atender la cocina, la limpieza, el lavado, entre otras actividades.
Garrido sostiene que las mujeres hacen muchas más horas de cuidado que los hombres, lo que ahonda las brechas de desigualdad. “Lavar, cocinar, planchar, limpiar, sostener la vida es una tarea noble, pero está mal distribuida”, comenta.
Esta situación coloca a las mujeres en desventaja y las consecuencias son “severas”, por sus recargadas actividades muchas deben dejar sus estudios, de participar en la vida pública o declinan su participación en procesos de participación política.
Un estudio de Oxfam de 2018, antes de la pandemia del coronavirus (Covid-19) estableció que “las mujeres bolivianas dedican cerca de siete horas diarias a trabajos de cuidado, casi el doble que los hombres, con consecuencias en su derecho al trabajo y la educación”.
Según la Organización Internacional del Trabajo en 2018 a nivel mundial las mujeres realizaron el 76% del trabajo de cuidado no remunerado, dedicándole 3,2 veces más tiempo que los hombres. 647 millones de personas en el mundo dejaron de trabajar para atender sus responsabilidades familiares. 9 de cada 10 eran mujeres.
Garrido considera que no es un asunto de las mujeres o de la familia, sino son cuestiones “públicas”, por el impacto que tiene en la vida de las mujeres y en sus entornos, por esa razón el Estado debiera tener un rol más preponderante en promover políticas de corresponsabilidad.
Actualmente, el Estado está totalmente “ausente”, porque la “responsabilidad en el cuidado debiera ser social y pública, es decir, el Estado a través de sus diferentes servicios debiera atender estas demandas (…). Entonces, el Estado debe hacerse corresponsable con el trabajo de cuidado”.
La ausencia del Estado es a pesar de que el artículo 338 de la Constitución Política del Estado dice que: “El Estado reconoce el valor económico del trabajo del hogar como fuente de riqueza y deberá cuantificarse en las cuentas públicas”. Pero “nada de eso acontece”, lamenta.
Ocurre en otros países, Uruguay tiene una ley del Sistema Nacional de Cuidados, para dotar a la población de diferentes servicios como centros de cuidado para la niñez, los adultos mayores, personas con discapacidad, entre otros.
Dijo que durante todo el tiempo de pandemia los centros de cuidado, por ejemplo- de niños cerraron, por lo tanto, las mujeres que tenían que salir a trabajar dejaron a sus hijos generalmente con las abuelas, pero son las mujeres las que tienen la mayor responsabilidad de resolver todas las dificultades del día a día.
En el Gobierno Autónomo Municipal de Cochabamba cuenta con una ley de Corresponsabilidad en el trabajo de cuidado para la igualdad de oportunidades, aunque es significativo el avance la normativa todavía adolece problemas en su implementación.
Aunque insistió que en el país es necesario una política integral del Estado sobre los cuidados, que además establezca inversiones para la implementación de proyectos que avancen en achicar las diferencias de género.
Aboga por una “cultura de la igualdad”, lo que significa que el trabajo de cuidado sea distribuido equitativamente en la familia, donde hombres y mujeres inviertan un tiempo y esfuerzo similar.
Esto implica un cambio de mentalidad de todas las personas, no solo a nivel de la sociedad en general sino de los hombres que deben asumir la corresponsabilidad en sus vidas.
Testimonios de mujeres
Paola Mejía, Jenny Rocha, Mónica Jiménez y Erika Apaza, tienen un común denominador, teletrabajan y su estrés ha escalado con todo lo que implica ser madres, maestras, esposas y cuidadoras del hogar; su mundo se ha complicado en medio de una pandemia del Covid-19 que no da tregua al planeta.
A partir del 11 de marzo de 2020, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que la COVID-19 podía caracterizarse como una pandemia, los países cerraron sus fronteras, declararon confinamientos, las personas terminaron encerradas en sus casas y el teletrabajo se impuso como una modalidad en lo laboral.
La vida de las personas cambió por un conjunto de nuevas prácticas de convivencia hogareña y laboral. Con el confinamiento las familias cohabitaron las 24 horas, todos juntos. Para muchos significó reorganizarse, desafiarse a redistribuir las responsabilidades domésticas y para otros profundizar las brechas de desigualdad.
Las jornadas de Mónica Jiménez empiezan muy temprano a las 6:00 y descansa a medianoche. Vive con su hijo, Sergio, de 10 años.
Es periodista y ahora se desenvuelve como consultora, por lo tanto, cien por ciento del trabajo lo realiza desde casa. Al principio de la cuarentena y por un tiempo estuvo desempleada, esto ya era una preocupación sumada a la crisis sanitaria y al temor de los contagios.
Fue un tiempo difícil porque solo ella podía salir a hacer las compras, para luego ocuparse de todas las tareas del cuidado de la casa.
Después consiguió trabajo que fue lo mejor que le pasó en plena pandemia, cuando la tendencia eran los despidos. Recuerda que cada día se levantaba a las 5.00, salía de su casa ubicada en El Alto a las 6.00, se dirigía al teleférico para bajar al centro de La Paz y estar puntual en su oficina.
Confiesa que se sintió aliviada cuando se suspendieron las clases para los escolares, pues adaptarse a la modalidad virtual en ese tiempo fue muy difícil, a ella le permitió salir a trabajar sin esta preocupación.
Pero todo se complicó este año, porque ahora trabaja desde su casa, guía la educación virtual de su pequeño, esto significa estar pendiente de la conexión de internet, que esté atento a las clases, orientar sus tareas y en muchos casos cumplir la función de maestra.
Además, las obligaciones de preparar el desayuno, el almuerzo y todas las labores de la casa, es un menjunje entre “las exigencias de los maestros, de los jefes y del hogar a la vez, si antes como madres teníamos que velar por la salud y la economía, ahora se suma la tarea de la educación en nuestros hombros”, comenta.
Mónica extraña el silencio de su hogar para trabajar, así era antes de la pandemia cuando su hijo iba a la escuela toda la mañana y ella podía concentrarse plenamente e incluso tener un espacio para sí misma, lo que se ha perdido en estos tiempos.
Los esfuerzos de las “Malas madres” en España
Laura Baena Fernández (Málaga, 38 años) fundó el Club de las Malasmadres en España para desmitificar la maternidad y romper el ideal de madre perfecta. Más de 850.000 mujeres se han unido a través de redes sociales con una lucha común: la conciliación laboral.
La Asociación Yo No Renuncio, del Club de Malasmadres, ha registrado en el Ministerio de Trabajo y Economía Social de ese país su propuesta de teletrabajo. El colectivo apuesta por un teletrabajo con perspectiva de género, que no invisibilice a las mujeres en el mercado laboral, y que a la vez permita conciliar vida familiar y laboral.