Comienza un nuevo año en medio de una crisis económica global
Bolivia: la economía que nos depara el 2021
La situación económica del país continúa siendo crítica. Aunque existen indicios de que el 2021 la pandemia podría ser controlada, la crisis se extenderá por más tiempo



El año que se fue ha sido considerado uno de los más difíciles de la historia reciente de la humanidad. La pandemia de la Covid-19 generó cambios drásticos y abruptos por doquier. El mundo no estaba preparado para una contingencia sanitaria de esta envergadura y mucho menos su frágil economía.
Ante las primeras medidas de confinamiento, los principales indicadores económicos fueron poniéndose, poco a poco, de color rojo, dando inicio a la crisis global más profunda del último siglo. Crisis que en Bolivia se vería agravada por la conflictividad social que acompañó al país desde octubre de 2019.
Y aunque el paso de un año a otro no modifica los problemas estructurales, es un buen pretexto para evaluar lo que ha sucedido y, en especial, para mirar hacia adelante, caracterizar la situación de la economía nacional, entender cuáles son sus principales vulnerabilidades y los problemas que se arrastrarán en los siguientes meses, así como señalar las prioridades económicas que tiene el Estado en esta coyuntura.
En el marco de una de las proezas más importantes de la ciencia moderna ‒aunque bajo el control de grandes capitales transnacionales‒, la humanidad cuenta con vacunas que fueron producidas en menos de un año, un verdadero hito. Este hecho es el que ha generado expectativas cargadas de esperanzas para un retorno a una “normalidad” aceptable.
Sin embargo, deben considerarse dos elementos: 1) la aplicación de la vacuna demorará varios meses y, 2) aunque la pandemia podría controlarse en 2021, lo más probable es que recién en este año se presenten con crudeza los principales efectos económicos de la crisis, muchos de los cuales podrían tener implicaciones en el mediano y largo plazo.
Lo que nos dejó el pasado año
Las cifras de la crisis han sido repetidas una y otra vez hasta el cansancio, pero vale la pena recalcar los datos más importantes al respecto, para con ellos entender lo que se viene hacia adelante.
Bolivia, al igual que el 90% de las economías del mundo, tuvo un crecimiento negativo en 2020. Según los últimos datos preliminares presentados por el Banco Central de Bolivia (BCB), este decrecimiento fue del 8,4%, muy cercano al promedio regional.
En 2020 el comercio internacional se contrajo considerablemente. Hasta el mes de noviembre las exportaciones sufrieron una reducción de casi un 25% respecto al año anterior, mientras las importaciones cayeron en un 29% respecto al 2019.
Pese a la caída más pronunciada de las importaciones, el déficit comercial se mantuvo. Hasta el mes de noviembre este fue de 63 millones de dólares, aunque es de esperar que esta cifra se incremente considerablemente debido a que, según datos históricos, el país tiende a incrementar sus importaciones el último mes de cada año.
Esta caída en el valor de las exportaciones puso en evidencia, nuevamente, el carácter dependiente de la economía nacional. Frente al desplome de los precios internacionales del barril de petróleo, los precios de exportación del gas boliviano también cayeron significativamente y, por tanto, disminuyeron los múltiples ingresos estatales que se generan por este concepto. Se estima que Bolivia exportó alrededor de 2.000 millones de dólares de GNL en 2020, unos 700 millones de dólares menos que en 2019.
En relación a lo anterior, se tiene que considerar que el sector fiscal se encuentra fuertemente presionado. Aumentó el gasto público para hacer frente a la pandemia, al mismo tiempo que cayeron los ingresos tributarios. Según la más reciente estimación del BCB, el déficit fiscal en 2020 alcanzó un 12,3% respecto al PIB, más de cuatro puntos porcentuales de lo que se había estimado a principios del pasado año.
Aún no se conoce con exactitud el monto de la deuda externa acumulada hasta finales de 2020, pero, junto a los últimos créditos contraídos con el BID y la CAF para pagar el Bono Contra el Hambre, se estima que el mismo podría acercarse a los 12.000 millones de dólares.
La deuda interna también aumentó. Si para diciembre de 2019 el Tesoro General de la Nación (TGN) tenía una deuda con el BCB de 12.653 millones de bolivianos, al finalizar el primer semestre del año esa deuda alcanzó los 23.292 millones de bolivianos, es decir, prácticamente se duplicó. Con estos recursos el gobierno de Jeanine Áñez pagó el primer grupo de bonos.
Y como era de esperar, este deterioro económico ha tenido un impacto serio en el bienestar social, que de por sí ya era precario antes de la pandemia. Si para el cuarto trimestre de 2019 la tasa de desocupación urbana promedio ascendió a 4,83%, para el primer trimestre de 2020 aumentó hasta alcanzar un 5,84%, para el segundo trimestre continuó en ascenso y alcanzó un 8,36% y para el tercer trimestre llegó a un 10,76%.
Aunque el dato más revelador es el de la subocupación, tasa que pasó de representar en promedio mensual un 5,12% en el último trimestre del 2019, a 16,65% en el tercer trimestre del pasado año.
2021: la esperanza en la crisis
Todo indica que este será un año de ambigüedades. Las vacunas aprobadas contra la Covid-19 son cada vez más y ya se aplican en más de 50 países. El gobierno boliviano encargó la compra de 5,2 millones de dosis de la vacuna rusa, Sputnik V, lo que alcanzará para vacunar a 2,6 millones de habitantes (se necesitan dos dosis por persona). Estas vacunas llegarán entre enero y mayo (solo 6.000 dosis en el mes de enero). Además, Bolivia es parte del convenio internacional COVAX, que asignará un cupo de vacunas a Bolivia, en su calidad de país pobre.
Es así que se puede esperar que hasta mediados del año 2021 una parte importante de la población boliviana ‒por lo menos la más vulnerable frente al virus‒ esté vacunada. Este hecho permite proyectar un futuro no tan lejano en el que volverá a primar cierta “normalidad”, perdida desde que se inició la pandemia. Junto a ello, la economía podrá acelerar cada vez más su ritmo y recuperar dinámicas que no fueron posibles en tiempos de pandemia.
Pero esto recién sucederá en el mediano plazo. Cuando ello ocurra la crisis económica seguirá presente y muchas de sus secuelas nos acompañarán por más tiempo. Según la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (CEPAL), en un reciente informe publicado: “para 2021 se pronostica que la región experimentaría un repunte del crecimiento del 3,7% en promedio. América del Sur crecería un 3,7%, Centroamérica y México, un 3,8%, y el Caribe, un 4,2%”.
“Cabe señalar que, si bien la tasa del 3,7% de crecimiento proyectada para la región en 2021 es mayor que las tasas a las que la región ha venido creciendo en los últimos años (0,3% en promedio en el sexenio 2014-2019), esto es en su gran mayoría resultado de un efecto de arrastre o rebote estadístico y no será suficiente para recuperar los niveles de PIB perdidos en 2020”.
Según esta estimación de la CEPAL, Bolivia podría crecer en 2021 un 5,2%, crecimiento que sería el más importante desde 2015. Sin embargo, en realidad este no alcanzará para contrarrestar el terreno perdido en 2020. Si el PIB de 2019 fue de 282,5 mil millones de bolivianos, el de 2020 estará cercano a los 258 mil millones de bolivianos, mientras que el de 2021 podrá alcanzar los 271 mil millones de bolivianos; es decir, 10 mil millones menos que dos años antes.
Será importante que el país tenga una política económica adecuada para manejar la estabilidad del tipo de cambio fijo
Por otro lado, se tiene que considerar que el país seguirá endeudándose en los siguientes meses. Existen créditos que se están gestionando con diversos organismos internacionales ‒además de los créditos internos‒ que podrían incrementar el nivel de la deuda a niveles más elevados que los recomendados (entre 40% y 50% respecto al PIB, dependiendo de los especialistas). Es así que durante 2021 este peso de la deuda comenzará a cobrar factura al país, que deberá utilizar una porción más grande del excedente nacional para pagar el servicio a la deuda.
Será importante, además, que el país tenga una política económica adecuada para manejar la estabilidad del tipo de cambio fijo, tomando en consideración que las Reservas Internacionales Netas siguieron cayendo en 2020, hasta alcanzar los 5,4 mil millones de dólares, 1.000 millones de dólares menos que en 2019.
La inversión en educación se reduce drásticamente
El PGE 2021 considera un gran recorte de la inversión pública destinada a la educación. Este año se invertirá en este sector solo 85 millones de dólares, a comparación de los 204 millones de 2020 o de los 240 millones de dólares, de 2019. Después de un año con muy pocas clases, apuntalar la educación debería ser una prioridad.
¿Un Presupuesto General del Estado para tiempos de crisis?
En los últimos días del año pasado se promulgó la Ley N°1356, del Presupuesto General del Estado Gestión 2021. Además, se emitió el D.S. N° 4434, que reglamenta dicha ley. Este presupuesto es una actualización del que fue presentado por el gobierno de Áñez en octubre pasado.
Vale la pena señalar que este PGE arrastra el problema histórico de contar con unos gastos corrientes abultados. Los mismos alcanzarán los 129,7 millones de bolivianos en 2021. Los sueldos y salarios pasarán de 42,7 millones de bolivianos en 2020 a 43,1 millones de bolivianos en 2021. Esto significa que, si la pandemia logra controlarse y no existen otras emergencias de esa envergadura, el déficit fiscal podría alcanzar un 9,7%, según datos del BCB. Déficit que será financiado, principalmente, con deuda externa.
Es por este motivo que la Ley N° 1356 considera varias opciones de endeudamiento para el 2021, como la referida en el artículo 11, que autoriza al Ministerio de Economía y Finanzas Publicas a “celebrar operaciones de deuda pública en los mercados de capital externos por un monto de hasta $us 3.000.000.000”.
Es importante añadir que este presupuesto, como consecuencia de la pandemia, presenta un importante incremento en los recursos destinados a los gastos en salud. Si en 2018 el sector público gastaba 6,18% del PIB en salud, para 2020 este gasto se incrementará hasta alcanzar el 10%.
Finalmente, la inversión pública será más baja que en 2020, pasando de 4.392 millones de dólares a 4.011 millones de dólares en 2021. Se estima que la inversión en salud en 2021 será de 496 millones de dólares, superior a los 422 millones de dólares de 2020 y muy superior a los 293 millones de dólares de 2019, así como de años anteriores.