Bolivia: Las mujeres, entre el riesgo del Covid y la urgencia de sobrevivir
Blanca es su nombre y aunque su tez dice todo lo contrario cuenta que le pusieron así por su abuela y entonces ríe, pues revela que es la más morena de casa. Tiene cuarenta años y aún no se ha casado, eso de que se le va el tren no es para ella, por lo que cada vez que lo escucha dice que ya...
Blanca es su nombre y aunque su tez dice todo lo contrario cuenta que le pusieron así por su abuela y entonces ríe, pues revela que es la más morena de casa. Tiene cuarenta años y aún no se ha casado, eso de que se le va el tren no es para ella, por lo que cada vez que lo escucha dice que ya se le fueron miles de trenes y asegura que “se le seguirán yendo”.
Con las manos en la ubre de una vaca cuenta que a diario va a vender leche al mercado Campesino -la zona más riesgosa según el COED- no sin antes dar desayuno a sus hermanos pequeños, pues su madre está muy enferma (cáncer) y poco camina. Antes de irse debe dar desayuno a sus tres hermanos, cocinar, tender las camas y emprender la “marcha”. Ya en el Campesino se instala en una esquina y saca sus diez botellas PET de leche. Hasta el mediodía con suerte logra vender siete, a veces las diez, y es cuando decide volver.
Sobre el miedo a la pandemia asegura que es imposible no tenerlo, pero inmediatamente destaca que es más triste ver a su familia pasando necesidad. Con cierta timidez y haciendo pausa en su labor de ordeñar se pone la mano al pecho y en tono bajo dice que a diario ora a Dios para que la proteja, pues no imagina lo que sería la vida de su madre y sus hermanos sin ella. Pero la situación de Blanca no es la única, muchas mujeres viven un dilema similar y a diario temen por dejar solas a sus familias. La diferencia es que algunas pueden permanecer las 24 horas en casa y otras no.
Así lo confirma la doctora Paola Zubieta quien tiene un niño de un año y ha decidido pedir licencia en su trabajo. “Muchos me dirán que no estoy al servicio de mi pueblo, pero es importante en estos momentos la familia. Yo soy madre soltera y vivo con mi madre, soy el pilar de ella y mi niño”, revela. Roberto Vargas, responsable de Epidemiología del Ministerio de Salud informó en abril que de lo casos positivos en el país, el 48,3% corresponde a varones contagiados por el Covid-19 y el 51,7% a mujeres. A fines de mayo las cifras cambiaron a 58% varones y 42%, mujeres.
Los datos en Bolivia son contrarios a lo que sucede en el resto del mundo, donde los hombres son los más afectados con una gran diferencia en el porcentaje. Esto para la mayoría de las mujeres es una gran preocupación, pues muchas de ellas se están infectando y el estar enfermas y alejadas de sus hijos se convierte en un gran calvario. Pero eso no es todo. Algunas ya no volverán a ver a sus familias.
Alrededor del mundo ya se cuentan historias de niños huérfanos a causa del fallecimiento de su padre o madre por Covid.
El impacto del Covid en las mujeres
Más aún, al margen de ese gran riesgo está la crisis que deben enfrentar las mujeres. De acuerdo a un análisis de la agencia IPS, las mujeres en América Latina y el Caribe ya comen menos y reservan más alimentos para sus hijos. “El impacto de la covid-19 sobre la economía y la vida en América Latina afecta más a las mujeres, sobre todo por su exposición a mayor pobreza y violencia doméstica”, señaló este martes 2 de junio un informe de la coalición estadounidense contra la pobreza CARE.
Las mujeres “tienen más probabilidades de vivir en pobreza extrema y sus ingresos son más precarios”, señaló el informe, que recuerda que 126 millones de las que laboran en la región son trabajadoras informales, de las más expuestas a la crisis. Destaca la situación de los 16,7 millones de trabajadoras domésticas, que enfrentan las opciones de quedar en cuarentena con sus empleadores o perder sus trabajos para quedarse en su casa y cuidar su familia, sin acceso a prestaciones por desempleo.
Las mujeres “ya comen menos, y menos comidas nutritivas para dejar más alimentos a sus hijos”, pues 85 millones de niños están aislados de los programas de alimentación escolar, y ya en el bienio 2016-2018 se reportó que 69 millones de mujeres y 55 millones de hombres experimentaban inseguridad alimentaria. El trabajo de cuidado no remunerado “aumenta desproporcionadamente para las mujeres y el efecto es mayor en familias más pobres con hogares de mayor tamaño”.
La participación en la fuerza laboral de las mujeres entre 25 y 54 años es de 67 por ciento, frente a 93 por ciento de los hombres, y ocupan más empleos informales o en los escalones bajos del empleo formal, lo que se traduce en menores ingresos y ausencia de beneficios previsionales y poder de decisión. En 2018, recordó el informe, 26,9 por ciento de las mujeres vivía en la pobreza en comparación con 23,8 por ciento de los hombres, y 11,4 por ciento de mujeres en pobreza extrema en comparación con 9,7 por ciento de hombres.
El panorama apunta a que las mujeres pueden ser las más afectadas por el previsible aumento de la pobreza tras la crisis del covid-19, que empuja a 28,7 millones de personas a caer en la pobreza –para llegar a 214 millones en la región- y a casi 16 millones de personas hacia la pobreza crítica. Entre los grupos más vulnerables están las mujeres indígenas, afrodescendientes y migrantes, con menores oportunidades de acceso a empleos y servicios, así como la comunidad LGBTIQ (lesbianas, gais, bisexuales, transexuales, intersexuales, diferentes), que soportan situaciones de discriminación o estigma.
La violencia domestica
El informe registra que “la violencia de género está aumentando y la capacidad de las mujeres para acceder a los servicios está disminuyendo”. Desde los países de la región se informa que las llamadas a líneas directas para atender casos de violencia doméstica aumentan entre 18 y 100 por ciento, mientras que muchas clínicas y servicios móviles que atienden violencia de género se han suspendido durante los meses de pandemia. Por añadidura, como hay menos espectadores en las calles y negocios cerrados, las mujeres enfrentan condiciones cada vez más inseguras, porque hay menos lugares a donde ir por ayuda o refugio cuando la violencia de género ocurre en público. Más allá del tema de violencia de género, disminuyen los servicios de salud estándar, a los que antes de la pandemia no accedía 30 por ciento de la población por razones de costo y 21 por ciento por limitaciones geográficas.
Las propuestas
En sus recomendaciones para enfrentar la crisis, CARE pide recopilar datos desagregados por sexo y edad en relación con la pandemia y los requerimientos de la sociedad, y tejer redes que atiendan las necesidades de las mujeres. Luego propone centrarse en las necesidades de los grupos más vulnerables y reconocer y abordar el trabajo de cuidado, remunerado y no remunerado, incluidas las actividades del hogar, así como de las trabajadoras del sector remunerado. Se deben fortalecer los servicios de salud y facilitar el acceso de mujeres, niñas y los grupos de mayor riesgo, y eliminar los costos de prevención, tratamiento y atención de la covid-19. Finalmente, junto con las medidas de atención en lo inmediato se deben tomar otras para mejorar los ingresos de las mujeres y de la comunidad LGBTIQ, y que apunten a su empoderamiento económico en el mediano y largo plazo.