La vida es como un barco, donde manda el capitán (tú) y no los marineros (los demás)

Aprendemos a ser nosotros mismos a través de los demás. Primero nos miramos en los ojos de las personas que nos rodean como los más importantes, y después nos formamos una idea bastante imprecisa de quiénes somos.

A lo largo de los años, esa idea se va perfilando mejor, en parte gracias a las personas que encontramos en nuestro camino. Estas nos van dando pistas que confirman o refutan nuestra autopercepción y en ese proceso se forma nuestra personalidad.

El principal problema radica en que los demás se convierten en maestros alfareros que contribuyen a moldear nuestra autoestima y autoconfianza, aunque no sepan cómo hacerlo y a menudo ni siquiera sean plenamente conscientes de ello. Obviamente, el problema surge cuando le prestamos demasiada atención a las opiniones de los demás, cuando nos preocupamos excesivamente por lo que piensan de nosotros, hasta tal punto que tomamos decisiones importantes motivados sólo por el deseo de agradar o encajar. Por supuesto, no podemos desentendernos por completo de las opiniones de los demás, porque somos seres eminentemente sociales.

Sin embargo, cuando te importa más el qué dirán que tu satisfacción, cuando priorizas la aceptación de los demás sobre tu propia felicidad, entonces, antes o después, tu camino se torcerá y cuando mires a tu alrededor, solo verás insatisfacción. Por eso, es fundamental encontrar un justo equilibrio entre la persona que queremos ser, y la persona que los demás quieren que seamos.

"No es fácil, pero el camino vale la pena".


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