La leyenda de la luciérnaga
Hace mucho, mucho tiempo en el Mayab (la Tierra en sus comienzos), existió un hombre que podía curar todas las enfermedades. La noticia se extendió y pronto llegaron hasta él muchas personas en busca de sanación. Para curar sus males, él sacaba una pequeña piedra verde de su bolsillo y susurraba unas palabras. Esto bastaba para curarles.
Pero un día, el hombre salió a pasear por la selva. Caminó tanto que cansado, decidió dormir un rato bajo un árbol. Pero al cabo de unos minutos, una intensa lluvia le despertó, y salió corriendo hacia su casa, con tan mala fortuna, que, con las prisas, la piedra verde se cayó de su bolsillo.
Al llegar a su casa, una mujer le esperaba. Necesitaba que curara a su hijo. Pero cuando fue a buscar su piedra, no la encontró. Entonces pensó en cómo encontrar algo tan pequeño en una selva tan grande.
– ¡Ya lo tengo! - dijo el hombre esperanzado- ¡Pediré ayuda a Cocay!
Cocay era un insecto volador pequeño pero muy ágil y rápido. ¡Y conocía muy bien todos los rincones de la selva!
Así que Cocay se prestó voluntario para buscar la piedra. Se metió en todos los rincones, incluso entre las hojas y la hierba. Buscó entre las ramas de los árboles y el agua del riachuelo. Y a pesar de estar agotado, Cocay no quiso parar. Cuando se echó la noche encima, Cocay lloró desconsolado porque quería seguir buscando y no podía ver. Entonces, su pequeño cuerpo empezó a brillar e iluminado, el pequeño insecto siguió buscando…hasta encontrar la pequeña piedra verde.
Cocay llevó muy contento la piedra a su dueño y éste, al ver al pequeño insecto brillar, se sintió tan orgulloso que le dijo:
– Has demostrado tu entrega, esfuerzo y perseverancia. Tienes luz propia, pequeño Cocay, pero a partir de ahora la tendrás siempre. Tu cuerpo brillará en medio de la noche.
Y desde aquel día, Cocay y todos los suyos se transformaron en luciérnagas.