La obsoleta política laboral
El mercado laboral ha cambiado sustancialmente desde la pandemia y todo el mundo está buscando la excelencia siendo más productivo y más competitivo
El Día Internacional del Trabajo es un día sobre todo para le reflexión, un día que debería abrir espacios de debate que conllevaran a mejorar los procesos laborales para asegurar una sociedad más próspera para todos, y sin embargo, hace tiempo que ha dejado de ser una oportunidad de mejora y ha pasado a ser la enésima caja de resonancia en el que cada cual habla para los suyos sin esforzarse para comprender la situación completa.
En Bolivia el caso es especialmente sangrante. El Movimiento Al Socialismo (MAS), que nunca tuvo mucho de socialista por mucho que se esfuercen los modernos líderes de opinión en alinearlo a un modelo concreto, nunca tuvo un verdadero horizonte al que llegar en las relaciones laborales, sobre todo porque es parte de una realidad donde la solidaridad es muy limitada: mineros, campesinos, gremiales, choferes, etc., entienden a la perfección los fundamentos que le permiten maximizar ingresos, pero son reticentes a ampliar coberturas de protección o a la inversión mancomunada en educación, formación o infraestructuras - llámele impuestos -, es decir, a tratar de mejorar el sistema productivo desde la educación y la salud pública en beneficio de todos.
La lógica predominante en la inmensa mayoría de los estamentos del MAS, y por ende, también de la Central Obrera, es otro. La cuenta tiene que ver con el líquido pagable y no con el resto de sistemas que hacen a una sociedad mejor y más vivible, y en esas, el retroceso es evidente.
Una de las claves era precisamente mejorar los servicios básicos de salud y educación para garantizar a los trabajadores coberturas dignas e igualdad de oportunidades
En los años de bonanza, el MAS apostó por subir el salario mínimo muy por encima de la inflación y mejorar también el resto, y es verdad que es objetivamente verificable que los salarios promedios en el país son extremadamente bajos. El resultado no fue el esperado: licenciados han acabado siendo contratados por el salario mínimo mientras los subempleos han seguido estando lejos de cualquier tipo de regulación. La informalidad es galopante y apenas hay capacidad de reacción.
Lo mismo sucedió con el invento del doble aguinaldo, un artilugio ligado al crecimiento del país que estipulaba un tercer sueldo en diciembre cuando se alcanzaban ciertos porcentajes de incremento en el PIB, y que además de generar aberrantes diferencias entre los que menos cobran y los que más, pues no tenía nada de redistributivo, acabó liquidando las reservas de inversión de muchas empresas poniendo en riesgo su renovación y adecuación a las nuevas tecnologías. Es objetivamente verificable que muchos planes de expansión acabaron extinguiéndose por este tipo de políticas.
El Gobierno del MAS, ahora en la versión Arce, que para el caso era el ministro de Economía, ha decidido morir con las botas puestas y no tiene previsto modificar estas políticas, que son seguramente las que necesitan mayores reformas e innovaciones. En cualquier caso, las subidas salariales del actual gobierno han sido muy moderadas y la de este año (5% al básico y 10% al mínimo) está muy por debajo de la inflación (15%).
El mercado laboral ha cambiado sustancialmente desde la pandemia y todo el mundo está buscando la excelencia siendo más productivo y más competitivo, es urgente encontrar medidas que permitan a las empresas bolivianas y a los trabajadores encontrar esos puntos de flexibilidad que le permitan crecer y ser más competitivas. Una de esas claves era precisamente mejorar los servicios básicos de salud y educación para garantizar a los trabajadores coberturas dignas e igualdad de oportunidades. El MAS nunca se lo planteó desde esa óptica… Y así estamos.