Ayer

Todos los poetas excelsos se reían de mi escritura a causa de la puntuación,

mientras yo me golpeaba el pecho confesando puntos y comas,

exclamaciones y dos puntos, es decir, incestos y crímenes

que sepultaban mis palabras en una Edad Media especial

de catedrales provincianas.

 

Todos los que nerudearon comenzaron a valiejarse

y antes del gallo que cantó se fueron con Perse y con Eliot

y murieron en su piscina.

 

Mientras tanto yo me enredaba con mi calendario ancestral

más anticuado cada día sin descubrir sino una flor

descubierta por todo el mundo, sin inventar sino una estrella

seguramente ya apagada, mientras yo embebido en su brillo,

borracho de sombra y de fósforo, seguía el cielo estupefacto.

 

La próxima vez que regrese con mi caballo por el tiempo

voy a disponerme a cazar debidamente agazapado

todo lo que corra o que vuele: a inspeccionarlo previamente

si está Inventado o no inventado, descubierto

o no descubierto: no se escapará de mi red ningún planeta venidero.

 

Unos versos de impresionante belleza que vienen plasmados de un contexto autobiográfico, en el que Neruda habla del ayer, pero también del presente y del lugar donde ha llegado. Todo ello con lenguaje extraordinario que inunda los sentidos.


Más del autor
Oda a la vida
Oda a la vida
No culpes a nadie
No culpes a nadie
Sólo la muerte
Sólo la muerte