“Pepe” Mujica, el político de izquierda y de derecha
Hoy, tras su partida, las generaciones a las que legó la lucha, tendrán la tarea de cohesionar demandas para una sociedad más justa, no solo en Uruguay, sino en la Patria Grande y en pueblos como Palestina, víctima de un exterminio
El martes 13 de mayo, a los 89 años, falleció José Mujica, más conocido como Pepe, un hombre controvertido que no se alineaba ni con la izquierda ni con la derecha, aunque sus discursos podían interpretarse como propios de un hombre de izquierda, más allá de ser un intelectual o un líder de esa estirpe; era un pragmático dentro de la realpolitik mundial.
Ese pragmatismo se reflejó tanto en Caracas como en Washington: dialogaba con Obama sin dejar de mantener buenas relaciones con Evo Morales en Bolivia, Daniel Ortega en Nicaragua, o con Nicolás Maduro en Venezuela, tres mandatarios a quienes en su momento criticó; pero más allá de sus críticas, Mujica dejó un legado en el pensamiento de unidad latinoamericana, que buscó enfrentar al imperialismo.
Las enseñanzas que dejó —como agricultor, guerrillero, senador, ministro y presidente— demuestran a un hombre comprometido con sus ideales, a tal fin, para llegar a la presidencia a los 74 años, no recurrió a lobbies ni a ambientes palaciegos, sino que surgió del fuego cruzado de la lucha contra la dictadura de Juan María Bordaberry y el régimen cívico-militar uruguayo (1973–1985).
Pepe Mujica no solo estuvo comprometido con su pueblo, sino también con aquellos que eran (y aún son) oprimidos en medio de sus detractores que lo criticaban por su discurso sobre la pobreza, señalando el entorno opulento de su gobierno, pese a que donaba el 87% de su sueldo a los más necesitados. Sin embargo, esas acusaciones de "falso discurso de pobreza" no lograron opacar sus acciones nobles; no era un profeta ni mucho menos un dios, pero su coherencia marcó una diferencia que quedará perenne en el tiempo.
Desde la izquierda latinoamericana, sus palabras —"Pobres son los que quieren más, los que no les alcanza nada. Esos son pobres, porque se meten en una carrera infinita. Entonces no les dará el tiempo de la vida"— calaron hondo en generaciones de jóvenes.
Entre sus luces y sombras, su apoyo a la causa Palestina fue notable, especialmente durante la "época dorada del progresismo", junto a figuras como Evo Morales, Rafael Correa, Hugo Chávez, Nicolás Maduro, los Kirchner y Dilma Rousseff. Pese a que Uruguay no rompió relaciones diplomáticas con Israel, Mujica siempre apoyó a Palestina, como cuando votó a favor de su reconocimiento como Estado observador en la ONU (sin derecho a voto), o calificando los ataques de Israel contra las escuelas como un acto de barbarismo durante la operación “margen protector” de la entidad ocupacionista en los territorios palestinos en el 2014, enfatizando que Israel perdió "el sentido de la proporcionalidad"; así como apoyando a la paz con la consolidación de dos estados.
El "presidente más pobre del mundo" fue, ante todo, un hombre de compromiso y profunda humanidad, su sensibilidad inspiró a jóvenes no solo en Uruguay, sino en otras latitudes, contra los intereses económicos y el capital financiero global.
En el plano internacional, su rol fue clave para la integración Latinoamericana, ya que supo articularse con la "época de oro" del progresismo y consolidar la unidad regional a través de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Como él mismo decía: "Desde el Río Bravo hasta las Malvinas vive una sola nación: la nación latinoamericana".
Sus políticas vanguardistas —como la legalización del aborto, la marihuana y el matrimonio igualitario— fueron paradigmas contestatarios para los nuevos movimientos sociales en la región.
Hoy, tras su partida, las generaciones a las que legó la lucha, tendrán la tarea de cohesionar demandas para una sociedad más justa, no solo en Uruguay, sino en la Patria Grande y en pueblos como Palestina, víctima de un exterminio, en aras de ello, el tupamaro al sentirse cerca de la muerte, en una intervención y despedida hacia los jóvenes les dijo: "Cuando mis brazos se vayan, habrá miles que los sustituyan en la lucha"; hoy ese legado va depender de estas nuevas generaciones, quienes tendrán el deber de cristalizar sus palabras en acciones, o simplemente dejarlas en el tintero de la historia.