Tarija: Entre la belleza turística y el desafío de la conservación ambiental y alimentaria

La ciudad de Tarija, enamora por su campiña serena, su cultura vibrante y su gastronomía única. Sus paisajes, como la Represa de San Jacinto, son postales vivas que atraen a visitantes locales y extranjeros. Sin embargo, detrás de esta belleza se esconde un dilema creciente: la falta de conciencia ambiental y las prácticas insalubres que amenazan la sostenibilidad de sus atractivos turísticos. ¿Cómo equilibrar el desarrollo turístico con la preservación del entorno y la salud pública? La respuesta parece estar en la educación, la acción colectiva y el compromiso de las autoridades.

San Jacinto, un espejo de agua rodeado de cabañas pintorescas y senderos naturales, es un ejemplo claro de esta paradoja. Aunque la inversión en infraestructura ha dado un rostro renovado al lugar, con locales gastronómicos decorados al estilo tarijeño, la basura acumulada en sus accesos y alrededores revela una realidad incómoda. Botellas plásticas, envoltorios y desechos se mezclan con la vegetación, opacando el esfuerzo por proyectar una imagen atractiva. Este problema no es solo estético, paradójicamente, aleja a los turistas que buscan entornos limpios. La pregunta es inevitable: ¿por qué, a pesar de las campañas esporádicas, no existe un control riguroso para mantener la limpieza? Las autoridades tienen un rol clave, pero la solución no puede depender únicamente de multas u operativos de limpieza. La raíz del problema está en la falta de educación ambiental.

Las unidades educativas son espacios ideales para sembrar conciencia. Si desde la niñez se inculca el respeto por la naturaleza mediante proyectos prácticos como reciclaje, reforestación, las futuras generaciones podrían convertirse en guardianes de su entorno. Pero la responsabilidad no termina ahí. Los adultos, especialmente quienes administran negocios turísticos, deben entender que su rentabilidad depende de la conservación del medioambiente. En San Jacinto, por ejemplo, los dueños de los restaurantes podrían implementar políticas de “cero plásticos”, optando por vajillas reutilizables o biodegradables, además de colocar contenedores de basura claramente identificados. Pequeños cambios, como incentivar a los visitantes a llevarse su propia basura, marcarían una diferencia enorme.

Pero el desafío no es solo ambiental. En las últimas semanas, la Alcaldía de Tarija ha intervenido varios locales de comida en San Jacinto tras encontrar productos en mal estado, falta de higiene en la manipulación de alimentos y condiciones inadecuadas de almacenamiento. Esto ha generado preocupación, pues la gastronomía tarijeña famosa por sus saices, sus vinos y sus platos tradicionales, es un pilar del turismo en la región. ¿Cómo es posible que, en un lugar que depende de su atractivo culinario, se descuiden normas básicas de salubridad? Parte del problema radica en la informalidad. Algunos negocios operan sin permisos ni capacitación en manejo de alimentos, priorizando el beneficio económico sobre la seguridad del consumidor. Las clausuras recientes son un llamado de atención, pero también reflejan la necesidad de programas de capacitación continua.

La conexión entre medioambiente y salud es innegable. Un entorno contaminado no solo ahuyenta al turismo, sino que propicia la proliferación de plagas y enfermedades. Los visitantes desconfían de la comida, los locales pierden clientes y, ante la falta de ingresos, disminuye la inversión en mantenimiento y salubridad. Romper este ciclo requiere una visión integral. Las autoridades deben fortalecer la vigilancia, pero también promover alianzas con organizaciones ambientales y universidades para implementar proyectos de educación dual: enseñar a preservar los recursos naturales mientras se fomentan prácticas higiénicas en la preparación de alimentos.

Los turistas, por su parte, tienen una cuota de responsabilidad. Muchos llegan a San Jacinto buscando un día de esparcimiento, pero dejan atrás un rastro de basura. Aquí, campañas creativas podrían ayudar: mensajes en redes sociales protagonizados por influencers locales, señalética amigable que recuerde el valor de cuidar el entorno.

Tarija tiene todos los elementos para ser un modelo de turismo sostenible: riqueza natural, cultura auténtica y una comunidad con orgullo por sus tradiciones. Pero el camino hacia la sostenibilidad exige más que discursos. Es urgente que las escuelas refuercen la educación ambiental, que los empresarios turísticos adopten prácticas éticas y que las autoridades combatan la informalidad con apoyo, no solo con castigos. San Jacinto puede y debe convertirse en un símbolo de cambio: un lugar donde la belleza no sea solo un escaparate, sino el reflejo de una sociedad que cuida lo que ama. La pregunta que queda es: ¿estamos dispuestos a actuar antes de que el descuido manche para siempre el rostro de nuestra tierra?


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