El día que me reuní con Marcelo Claure
Me sacaron de la U en plena pandemia por otro asunto de curas empoderados de sex appeal, pero la verdad que para entonces ya estaba harto del Zoom. Había aprobado a una promoción entera de futuros comunicadores sin que hubieran abierto su cámara una sola vez en el aula virtual donde mi colección de anécdotas explotaba en el vacío. Algunos jamás hicieron una pregunta, una aportación. Después estuvieron creativos en su redacción, pero obvio que todo el mundo tomamos aquello como un chiste, como una desgracia del destino al que tuvimos que acomodarnos. Fueron años de sacrificio de pieles, años sin sonrisas, de ecos en la habitación, de soplar la taza de vino como si fuera tecito a las que nadie nunca ya quiere volver, salvo Marcelo Claure.
Esta semana me han vuelto a la cabeza aquellos fantasmas a medida que el multimillonario Marcelo Claure ha empezado a desvelar en sus redes sociales los nombres de los peregrinos que acudieron a sus faldas para sostener reuniones y “hablar de Bolivia” esperando, claro, una buena calificación.
Verdá que Rodrigo Paz había pedido cita públicamente ni bien se vio excluido de los resultados de diciembre, porque una cosa es que el pueblo no se haya ubicado de que quiere ser presidente y otra que el magnate de las redes lo ignore.
Verdá también que para Manfred podía ser casi una deferencia, porque si lo ponen primero dos veces, que menos que hablar con el cuate al que no le has pagado un peso – se supone – para tal espaldarazo entre la élite tech.
Verdá también que Chi no está para decirle no a nadie, porque la fe es grande, pero en tiempos de crisis el diezmo se recorta.
Verdá también que Jaime Dunn ha triplicado su “lo conozco” dentro del 1% del círculo rojo interesado en los intríngulis de la política nacional gracias a que es su favorito sin disimulo dentro del espectro liberal – libertario rollo Milei en Bolivia, que aún así no quiere decir que sea su favorito del todo.
Verdá que a Marinkovic después de la tunda de María Galindo le daba igual una entrevista con Claure o un viaje a Japón.
Y quién sabe por qué habrían aceptado Samuel Doria Medina y Tuto Quiroga, siempre con sus lealtades en entredicho.
Pero Andrónico, woooow, Andrónico. Andrónico. Verdá que siempre había ese que cuando lo nombrabas encendía un minuto para hacerse ver. Al menos en la lista. Te servía para sentir algo de humanidad en las preguntas retóricas que no fueron nunca tan retóricas como en los tiempos del Zoom en la U. Están ahí porque quieren, me decía a mí mismo. ¿O no Andrónico?
Andrónico se está destetando de Evo, quiere hacerse sentir, mostrar que tiene criterio propio sin tutelas, sin deudas por pagar, y un día dice que hacen falta más aerolíneas en Bolivia y al otro se reúne con el representante del mismísimo demonio liberal – capitalista. Que su mentor, tutor, opresor, sujeto a parricidiar o lo que sea que es Evo Morales ahora mismo de Andrónico salga a decir que es “mascotita del imperio” es algo más que dormirse en clase con la cámara apagada, porque estaba encendida.
Claure puede creer que la “solución” para este país se puede hallar en un laboratorio a 5.000 kilómetros del Cerro Rico de Potosí entre una docena de expertos que alguna vez sobrevolaron Bolivia y tener actitudes de virrey pasando revista a candidatos y convenciéndose de que una encuesta a 4.000 bolivianos en twitter es representativa, pero lo que es seguro es que ningún opa se hace millonario: Andrónico es la pieza que reunifica al MAS; tener una “larga charla” con “el mal” puede arañar algunos votos, pero lo que es seguro es que generará la ira del “núcleo irradiador”, que ya venía caliente, activando todos los riesgos incluso cuando el mismo Evo Morales se ha reunido infinidad de veces con el promotor de esta cizaña.
Solo un apunte más: Hay mil formas de dejar una clase de zoom grabada.