Mirada retrospectiva y actualizadora en la educación moderna boliviana

Una de las carencias más señaladas de la educación boliviana actual tiene que ver con su falta de objetivos claros. Las preguntas de fondo sobre qué sea educar no quedan resueltas y siguen abiertas. Quiénes deben ser los que deciden el modelo educativo: ¿el Estado, los padres, los partidos políticos? ¿Cuáles son los fines de la educación? ¿Qué filosofía de fondo para la educación? ¿Qué antropología está detrás de los modelos pedagógicos?

El objetivo de la educación, desde la misma Constitución se establece que es «el libre desarrollo de la personalidad», respetando siempre los principios democráticos de convivencia y los derechos y libertades fundamentales. Algunos autores han puesto de manifiesto su coincidencia con el fundamento del orden político y la paz social, a la vez, se presenta de un modo difuminado desde el punto de vista institucional , pues por un lado, puede ser el principio de autonomía, esto es, educar en libertad o bien, educar haciendo referencia a un modelo.

En cualquier caso, una interpretación sistemática de la expresión “el libre desarrollo de la personalidad” solo puede ser comprendido alejado de todo paternalismo, esto es, todo el sistema educativo debe ir encaminado a que el individuo sea autónomo, esto debe implicar que el alumno pueda expresar su voluntad en libertad y sobre todo que pueda formarla en libertad.

Lo que sí parece claro es que cuando se refiere al derecho a la educación y a la libertad de enseñanza, no se limita a proteger y garantizar un desarrollo intelectual, una acumulación de conocimientos, sino que hace referencia al ser constitutivo social de la persona, que nace y se inserta en un contexto cívico y que, por ello, en su misma formación se debe atender y cuidar su condición de ciudadano, desarrollando sus cualidades y condiciones de la persona en su dimensión social, respetando los derechos y libertades de los demás. Y a la vez, apelando a ese libre desarrollo de la personalidad, está indicando que la educación no es adoctrinamiento, ni amaestrar, ni tampoco moldear a las personas para que se ajusten a un modelo social y cultural, sino que se debe respetar esa libertad originaria y original que cada persona como única que trae en sí misma.

La importancia deviene de su aplicabilidad directa por el contenido del objeto de la educación viene explicitado en la misma línea, si bien de un modo más amplio, la Declaración Universal de los Derechos Humanos; asimismo, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, de 16 de diciembre de 1966, En este mismo sentido, desde la influencia de los documentos de Naciones Unidas se puede establecer que la educación debe basarse en la cultura de los derechos humanos, en valores cívicos  y en una educación inclusiva.

Y es que detrás de cada sistema educativo siempre ha habido una filosofía de fondo, en cada sociedad, en cada época histórica aparece el ideal antropológico: ¿qué persona se quiere ser o qué ideal de ser humano se está fomentando? Así, por ejemplo, en Grecia, tanto para Platón como para Aristóteles, la educación pertenecía por esencia a la comunidad. Para Platón, la educación era educación política (politeia), es decir, la educación de los ciudadanos para la participación en los asuntos públicos.

El concepto de educación, por tanto, está en relación íntima al concepto de, que es la virtud política por antonomasia. Para Aristóteles, el bien de la ciudad es deber ético del ciudadano, solo podrá alcanzarse a través de la educación y cuando el alma del discípulo haya sido trabajada de antemano por los hábitos, como tierra destinada a alimentar la semilla. Tal y como hicieran los pensadores del siglo XVIII, hoy estamos en un momento histórico de gran transformación a todos los niveles, lo que nos lleva a pensar en nuevos paradigmas para fundamentar nuestro sistema educativo, sin caer en cualquier posible tentación nihilista (NADA).

El análisis fenomenológico de la educación y la formación puede sernos de gran utilidad al abordar este tema desde la misma relación en la que consiste el acto de educar entre el educador y el educando, lo cual nos lleva a tomar conciencia del acontecimiento relacional educativo, nos obliga a pensar los fines de la educación desde el hecho mismo de educar, desde la propia experiencia y esto debemos pensar y volver a repensar como: ¿Qué significa llegar a ser personas, a ser humanos? Y también decir que el hombre solo puede ser hombre por la educación. No es nada más que lo que la educación hace de él.

Así, educar se convierte en un proceso a través del cual un ser humano abre a otro ser humano a sus propias posibilidades revelando el horizonte de lo posible y abriéndolo a la comprensión del mundo y de sí mismo, de modo que él pueda ejercitar su libertad.

 

 *es Profesor en Matemáticas


Más del autor