El gran valor de la participación en la infancia
Una de las características de la infancia, es que los niños buscan y tratan por todos los medios tomar parte en aquello que les importa y les afecta. Desde que nacen tienen una disposición a explorar, preguntar y provocar a quienes les rodean y actuar en él. La constante necesidad de expresar ideas, emociones y deseos hace que los niños tengan una presencia sumamente notoria y vivida. No obstante, en la mayoría de los espacios en los que se encuentran, por lo general son actores poco reconocidos y con frecuencia reprimidos. Durante la infancia se observa una gran capacidad de relación: niños y niñas buscan apoyo de padres, hermanos, abuelos, compañeros, profesores y otros adultos o iguales para lograr lo que se proponen; se sumergen en redes de relación muy complejas que se organizan no sólo alrededor de sus propios intereses, sino de muchos otros. En tal sentido, participar también es todo lo que los niños hacen cotidianamente en su comunidad, dentro de su familia, en el trabajo, en la escuela. Por ejemplo yo me fui formando al participar en la escuela, pero también lo hacía al apoyar en las labores de la casa. A lo mejor éstas no son las formas de participación en las que nosotros estamos pensando a partir de la Convención, sin embargo es una realidad que las niñas y niños participan en todos los aspectos de su entorno.
La participación es un derecho que como tal tiene una historia cultural, jurídica, sociológica, es un fin instrumental para la consecución de otros derechos. La participación activa, consciente, libre, es un factor de reconocimiento de la propia dignidad y un afianzamiento de la conciencia de igualdad. El gran valor de la participación social para todas las edades, por supuesto, es que aquélla apunta al desarrollo a largo plazo de la ciudadanía y, más específicamente, a un sentido de responsabilidad local más que al simple dar solución de corto plazo a problemas de la comunidad. Podemos entonces afirmar que la participación protagónica de los niños forma parte no sólo de una nueva cultura de infancia sino que constituye un eje articulador y de reproducción de nuevas formas de establecer las relaciones sociales entre los humanos y, entre estos y su entorno.
En esta perspectiva, la participación protagónica deviene en un fenómeno cultural de inconfundible contenido ético. Por lo tanto, se debe entender que la participación en esta etapa; es uno de los ejes fundamentales para promover el protagonismo de la infancia principalmente en el ámbito educativo. Promocionarla se convierte en un objetivo clave para trabajar desde este paradigma. Sin embargo nos encontramos con dificultades, mitos, resistencias así como una variedad de situaciones que van desde una participación simbólica hasta una participación real. Si recordamos las distintas formas de concebir y reconocer la participación infantil, nos encontramos con diferentes acercamientos:
Desde el paradigma del protagonismo; la participación a promover es aquella que reconoce a la infancia la posibilidad y capacidad de percibir, interpretar, analizar, cuestionar, proponer y actuar, pero no implica que se haga lo que los niños y niñas quieran o pidan. El objetivo es su consolidación como un grupo social. No se trata de crear espacios donde los niños y niñas jueguen a ser adultos alejados y separados de la realidad social (esperando su momento de incorporación al mundo como adultos) sino de buscar los espacios dentro del propio entorno, del entramado social ya existente (formando parte de la sociedad) facilitando la relación entre iguales y entre niños/as y adultos. La participación desde el paradigma del protagonismo infantil no implica centralismos ni la creación de espacios en los cuales se interpreten situaciones que sólo pueden ser consideradas como procesos lúdicos.
El protagonismo infantil es parte de una nueva cultura de participación social de la infancia, y es el punto de partida para abrir formas de establecer las relaciones sociales entre las personas y entre las personas y su entorno. Con el fin de potenciar en la infancia papeles activos, creativos y reivindicativos se hacen necesarias propuestas alternativas que coloquen a los niños y niñas como eje central de su desarrollo, buscando garantizar el pleno cumplimiento de sus derechos, haciéndoles visibles, pero en un escenario donde sea protagonista, asumiendo así su condición de ser social, que se hace visible cuando los niños y niñas actúan como actores sociales. Para que esto ocurra es importante que los reconozcamos no sólo como objetos de protección, sino como sujetos de derechos.
Reconocer a los niños y niñas en la participación, como actores sociales implica fomentar su capacidad de actuar, conocer, cuestionar y transformar su entorno social, político y económico. Ejercer sus derechos como actores sociales no implica en ningún sentido la adultización de la infancia, ya que no podemos negarle a los niños y niñas habilidades y capacidades como la responsabilidad, la capacidad crítica o la toma de decisiones porque no son exclusivas de los adultos. Asimismo implica reconocerles como personas activas, con criterios, capacidades y valores propios, participantes en su propio proceso de crecimiento y desarrollo personal y social. Implica concebirles como personas presentes, descubridoras, analizadoras, interpretadoras y transformadoras de su propia realidad, con competencias sociales e individuales. Esas acciones se enmarcan en el proceso de información, comunicación, educación, promoción y sensibilización sobre la importancia de la participación como uno de los derechos humanos y la consiguiente construcción colectiva de una persona integral que respeta el sentido de la participación en la infancia.
Por Eldy Praxi Urzagaste Herrera