¿Diálogo de sordos? Reflexiones sobre los cinco puntos en educación

El conflicto de largo aliento que sostienen el Ministerio de Educación y el Magisterio Urbano no aterriza en una solución concreta y satisfactoria, pone en vilo la continuidad y estabilidad de los procesos educativos. Las diferentes reuniones que hasta ahora sostuvieron parecen apegarse al famoso dicho “diálogo de sordos”.

El génesis del conflicto se basó esencialmente en cinco puntos que el Magisterio exige al Gobierno su cumplimiento: Incremento al presupuesto de educación, mayor cantidad de ítems de nueva creación, la compensación total de ítems de déficit histórico, rechazo a la implementación de los contenidos actualizados en la malla curricular y la realización del congreso educativo. En la actualidad, a pesar de los avances en las diferentes cuestiones del problema, existen posturas que al parecer son irreconciliables y en los cuales, ninguna de las partes tiene intenciones de ceder.

Una observación simple, demuestra la necesidad evidente de mejorar el presupuesto en educación, sin embargo, dicho propósito debe estar en función una planeación estratégica nacional, en correspondencia con una evaluación seria que permita identificar las áreas de intervención prioritaria y las metas de desarrollo educativo. Así, el Ministerio de Educación debería asumir la gestión del incremento del presupuesto para educación en base al diseño de una estrategia de mejoramiento integral de los procesos educativos.

Los ítems de nueva creación están en correspondencia con el crecimiento vegetativo, esto implica que existe la necesidad de una atención equitativa y diferenciada en cantidad de horas e ítems de nueva creación; la estrategia del gobierno de asignar similar cantidad de horas e ítems al área urbana y rural, pareciera no tener asidero.

Las horas de déficit histórico (horas aula que han sido atendidas de manera gratuita por varias gestiones), es una cuestión de justicia y su cumplimiento es obligatorio, no puede minimizarse ni ocultarse, todo el país debería conocer con exactitud la cantidad de horas no pagadas. Sin embargo, siendo una problemática de años, con seguridad existe la necesidad de planificar y comprometer su atención plena en un periodo de tiempo razonable.

Los cambios curriculares son necesarios debido a las constantes transformaciones de la realidad, que emergen a manera de nuevas problemáticas, necesidades y aspiraciones de la comunidad. En este contexto, es correcto que la sociedad mediante sus representaciones coadyuve en la identificación de logros y dificultades, limitaciones y retos del sistema educativo actual y, proponga cuestiones generales que desemboquen en nuevos lineamientos educativos. Sin embargo, la determinación de enfoques y acciones pedagógicas, la concepción de cambios curriculares específicos debe estar a cargo de entidades y personalidades especializadas; más aún, las maneras de implementación de los cambios curriculares deben consensuarse con los actores educativos responsables de la concreción curricular, directores y docentes. En esta línea, el Ministerio de Educación no puede escudarse en el supuesto mandato social para obviar ajustes y consensos a los cambios curriculares propuestos, el magisterio tampoco puede negar u obstaculizar el cambio imponiendo puntos de vista. A esta altura, existe la necesidad de concebir de manera consensuada etapas de implementación de los cambios curriculares.

El congreso de educación ¿será la barita mágica para la solución de los problemas educativos? Más allá de las cuestiones político-partidarias y posturas sindicales, existe la necesidad de iniciar una evaluación sistemática y profunda del sistema educativo nacional con mecanismos de evaluación cuidadosamente elaborados y la realización de un trabajo académico y multidisciplinario en las diferentes regiones; las organizaciones magisteriales y entidades educativas están en la obligación de presentar propuestas de transformación educativa. El congreso debiera realizarse en dos niveles: a) participativo amplio y b) especializado; podría tener por lo menos tres momentos: a) evaluación e identificación de líneas base de transformación, b) construcción de cambios en el ámbito educativo y c) acuerdos para la implementación y concreción de la nueva educación.

Las partes en conflicto como muestra de madurez deben acudir a la firma de acuerdos para poner fin a los desencuentros, reestablecer la continuidad y estabilidad de los procesos educativos. Esto es urgente, porque de dos o tres semanas, según el calendario de cada región, culmina el primer trimestre y de manera natural emerge la pregunta ¿qué contenidos se han desarrollado y qué se evalúa?, si se deja a criterio de cada docente, la diversidad educativa será tal que pondrá en riesgo la transitabilidad de los estudiantes.


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