Palabras y hechos que agreden

En los procesos de interacción social y uso cotidiano del lenguaje, uno de los principios fundamentales es la cortesía, esto implica ser amable y cordial con el interlocutor. Esta actitud disminuye con el tiempo, con mayor frecuencia la sociedad experimenta situaciones de violencia, agresividad y uso descortés del lenguaje que amenaza con destruir paulatinamente la sana y pacífica convivencia social ¿cómo es que llegamos a esto, y qué nos espera en adelante?

Investigaciones serias sostienen que el comportamiento agresivo es inherente a la condición humana, suele manifestarse desde los primeros años de vida y su frecuencia va reduciendo a través de los años. Lo último parece no ocurrir en todos los casos, por ello, resulta cada vez más difícil identificar contextos libres de agresión y violencia.

Para nadie es desconocido el incremento de casos de agresión y violencia en el país y el mundo, a diferencia de años anteriores, una mayor cantidad de hechos de violación, asesinato, agresión física y sucesos delictivos similares se publican en los medios de comunicación; como es natural, dichos eventos causan sobresaltos en la dinámica social y movilizan a instituciones estatales, organizaciones y colectivos sociales en la lucha contra la violencia. Otros hechos de agresión nunca salen a la luz, pasan desapercibidos y de manera muy peligrosa se acomodan en la mentalidad individual y colectiva como acciones y actitudes naturales de la convivencia social, tales son las riñas, intercambio de palabras hirientes que dañan la dignidad de una persona, expresiones de falta de respeto, burla, insultos, amenazas y otros ¿qué hacer para cambiar esta realidad?

El estado revisa normas, endurece las sanciones y fortalece el aparato judicial para juzgar los actos de violencia, sin embargo, esto no ha detenido el incremento de casos. Por otro lado, el sistema educativo ha denominado la gestión como el “Año de la revolución cultural para la despatriarcalización: por una vida libre de violencia contra las mujeres” e incorporado contenidos y estrategias de prevención y manejo de situaciones de violencia, cuyos resultados aún no son visibles. No obstante, más allá de las acciones jurídico-legales y de procesos educativos institucionales, es necesario ampliar la visión hacia una comprensión más integral de la problemática.

La familia es el primer espacio formativo para la vida ¿cómo se previene en la familia la agresión y la violencia?; existe descuido en dicho ámbito e incluso algunas acciones refuerzan actitudes agresivas en la familia. En una cancha deportiva, el padre de un niño de 4 a 5 años aproximadamente, al observar que su hijo estaba a punto de disputar el balón con otro niño de similar edad, grita: “no te dejes, dale en la cara, dale en la cara (con el balón)”, ¿cuál será la conducta del niño al escuchar la arenga de su padre?, ¿cuál el concepto de jugar con la pelota que este construye? Por otro lado, existe constancia de agresiones entre cónyuges, padres e hijos; a menudo la comunicación familiar evidencia falta de respeto y uso de adjetivos calificativos negativos; curiosamente se observa que algunos niños desde pequeños expresan palabras ofensivas, propinan golpes con manos y pies en contra de sus padres, esto para muchos es causa de risa y dejan pasar sin corregir dichas acciones.

En este ámbito, la investigadora Herminia León, considera que la familia es la primera escuela del ser, del amor y del saber, por ello, es vital la práctica de valores en la convivencia familiar, evitar las palabras inapropiadas y la práctica de acciones agresivas y violentas entre los integrantes de la familia. La idea fundamental es que el amor (afecto, benevolencia y entrega incondicional) sea el vínculo familiar por excelencia, de manera que, una convivencia pacífica y llena de afecto pueda ser experimentada de modo habitual en las familias, incidiendo en la corrección permanente de conductas agresivas y uso descortés del lenguaje.

Hoy es común escuchar a personas de diferentes edades, referirse unos a otros con términos ofensivos (burro, perro, mierda, carajo, boludo, pelotudo, cojudo, hijo de … y otros según el contexto), pocos además de los agredidos se disgustan por ello; tiempo atrás, las personas consideraban groseras estas palabras, se incomodaban al escucharlas y pedían al infractor moderar su lenguaje. Paralelamente, en las redes sociales reina la violencia verbal e icónica, muchos internautas pierden el control con facilidad y en sus publicaciones (comentarios) se observa la falta de respeto, intolerancia y agresividad, tomando ventaja del anonimato que brindan estos recursos. También es preocupante que una mayor cantidad de niños y jóvenes se adhieran al uso de aplicaciones y juegos basados en actos agresivos y violentos, que tienden a reproducirse en la realidad causando inseguridad y zozobra.

En el escenario político la confrontación ideológica partidaria siempre está presente, en algunas ocasiones, de la agresión verbal se arriba a la física. Si bien algunos operadores de la política, tienen cierto cuidado en el uso de la terminología, la intensión del discurso pareciera enfocarse en dañar y provocar al opositor. El debate está desvirtuado, el actor político recurre a todo tipo de estrategias para quedar bien y ganar aplausos a costa de hacer quedar mal al contendiente y al partido contrario, existen muy pocas experiencias de intercambio discursivo propositivo y constructivo.

Las instituciones educativas, así como otras, no están libres de hechos de agresión y violencia. Un evento organizado en Potosí por la institución policial para prevenir la violencia, concentró a miles de estudiantes provenientes de diferentes unidades educativas del nivel secundario; dicho evento fue empañado cuando un grupo de estudiantes al calor de la barra brava cantaron en coro un conjunto de expresiones que dañan la dignidad de la mujer. Para muchos, estas expresiones son parte del desarrollo adolescente, sin embargo, destapa la ardua tarea que resta por desarrollar en los centros de formación.

En correspondencia a los aspectos considerados, sería irresponsable negar tal realidad, por el contrario, existe la necesidad de poner un alto inmediato a toda forma de agresión y violencia, no esperando que alguien más proponga una solución, cada uno de los integrantes de la sociedad debe convertirse en vigilante de la dinámica social en sus diferentes escenarios y ser instrumento de lucha en contra de aquellas mentalidades y actuaciones que entorpecen la convivencia pacífica. Cuando la población incida al mismo tiempo y de manera estratégica sobre este mal, será posible controlarla, erradicarla y lograr cambios inmediatos para tener una sociedad mejor.


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