Venezuela en la encrucijada

La semana pasada se produjo en Caracas una segunda reunión entre los gobiernos de Washington y Caracas en la que avanzaron en los acuerdos para normalizar las relaciones políticas y económicas entre ambos países.

En Washington se destaca la visita desde Colombia de James Story,  titular de la Unidad de Asuntos Venezolanos del Gobierno estadounidense,  que visitó  muy discretamente el Palacio de Miraflores. 

En Washington  se destaca la visita de James Story  y su paso previo  por Colombia.  Venezuela está en una posición negociadora muy fuerte y puede imponer sus términos, porque a causa de las sanciones contra el  gas y el petróleo rusos que espolean la inflación galopante en las inestables economías (carcomidas por la deuda) de Estados  Unidos  y sus aliados que están a punto de colapsar y arrastrar el dólar con ellas.

Estados Unidos y la Unión Europea necesitan con urgencia una nueva fuente de energía, preferiblemente de gas  (que Bruselas  acaba de   incluir entre las   energías verdes) para poder importar gas de fracking desde Estados Unidos (probablemente venezolano).

Desde hace décadas se  sabe  que Venezuela tiene un inmenso yacimiento  de gas bajo  la plataforma continental de su costa  norte. Ese es el motivo de la visita, sombrero en mano, de los legados del Presidente Biden.

Me  dicen que el yacimiento de gas se extiende  hasta la plataforma continental colombiana en torno a la Península Goajira. El que Story haya visitado Bogotá antes de Caracas es indicio de eso.

Con Petro como Presidente de  Colombia a Washington le va a resultar más difícil practicar su sólita  política de  divide et impera. Maduro debería concertar con el Gobierno de Petro una política petrolera  común en lo que a los intereses de Washington se refiera.

 El gas es  transportable y  exportable sólo en forma líquida y para eso es necesaria una planta de compresión  que  como conditio sine qua non debe estar en territorio venezolano y bajo control directo o indirecto de Venezuela.

Antes  de  iniciar alguna negociación Venezuela debe exigir la previa  e inmediata devolución de la totalidad de los activos venezolanos que Estados Unidos  le  embargó al inicio de la comedia “Guaidó presidente encargado”.

El Gobierno venezolano hizo aprobar  una ley que a imitación de Cuba crea Zonas Económicas Especiales (ZEE) que abre la puerta a la inversión extranjera. Apuntan a generar condiciones para la producción de petróleo de Chevron la empresa amiga de  Hunter Biden,  el hijo predilecto del Presidente Joe  Biden.

Esas Zonas Económicas Especiales de Cuba son un  modo de permitir operar a empresas extranjeras en el área del turismo. En efecto, los ingresos que genera el turismo extranjero  son un paliativo que mitigan los desastrosos efectos de la centralización  estatal de la economía cubana. Las ZEE son  apenas un paso tímido en la dirección correcta. El Partido Comunista Chino de Deng  fue mucho más audaz, pensó que si las  ZEE generaban beneficios en empleo e ingresos a China lo coherente era convertir toda China en una ZEE.

La época más próspera de  Venezuela fue bajo el gobierno de Marcos Pérez Jiménez. Bajo ese Gobierno  todo el país funcionaba como una ZEE.  Que se diera a la empresa italiana Innocenti el contrato para construir  la siderúrgica  en Guayana en lugar de darlo a la US Steel fue la causa de que la embajada  de Washington conspirara con  el General Rómulo Fernández para derrocar  a Pérez Jiménez. Es un hecho  que una de las primeras decisiones  del Presidente Rómulo Bethancourt fue quitar el contrato a Innocenti para dárselo a US Steel.

La encrucijada venezolana es la de decidir si  el  gas venezolano  lo va a explotar una de las más predatorias empresas  petroleras norteamericanas (preguntar en Ecuador) o lo va a explotar Venezuela con ayuda técnica y financiera que acordó hace poco el Canciller Carlos Faria en su fructífera visita  a Moscú. Repetir errores no es necesario para salir en modo inmediato de nuestro atolladero financiero. Nuestros aliados de Eurasia (Rusia y China)  tienen ahora por el mango la sartén  de la economía internacional. Eso se demostró  el fracaso  del G-7 en reunir 600 miserables millardos de dólares para competir con los proyectos  chinos  para desarrollo de infraestructura para  en el Sur Global contenidos en su programa BRI (Belt and Road nitiative) y por la decisión  de los países del BRICS en su reunión de Beijing para emitir  su propia moneda para pagos  internacionales.


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