Reconciliación en base a la justicia, la verdad y la razón

Resulta prácticamente surealista lo que ocurre en estos días en nuestro país y lo refleja brillantemente un artículo públicado por Jorge Richter el domingo pasado, titulado “El Tiempo del Desprecio”. En esta produción, el autor se pregunta: “¿Puede un boliviano ordenar la muerte de otro y éste ejecutarla sin advertencia de su conciencia? Sí, nos mostraron que podian”, responde Richter con meridiana claridad y una lectura cabal de los hechos, que no la hacemos nosotros sino más bien el informe del GIEI BOLIVIA, que califica lo ocurrido durante el gobierno de Añez específicamente como masacres sangrientas y encuentra dentro de ellas “ejecuciones sumarias”, la más cruel de las violaciones contra el ser humano, de acuerdo al Derecho Internacional de los Derechos Humanos.

Ahora bien, si analizamos el informe del GIEI BOLIVIA, particularmnte en el capítulo tercero, las narraciones son desgarradoras, nadie puede leerlas sin sentir algo del horror que de seguro han debido sentir quienes fueron perseguidos, detenidos, torturados, quienes estuvimos obligados a permanecer un año encerrados en una embajada, hostigados y afligidos de mil maneras, quienes fueron heridos y marcados en su salud para siempre, empero lo más grave, las familias de quienes perdieron la vida esos días aciagos  donde alguna gente, que invocando el nombre de Dios, hechaba espuma por la boca del odio y la maldad que sentia y que sembraba. Realmente parece no ser real lo que allí se narra, pero si lo fue, existió, ocurrió para nuestra desgracia como Nación.

Hoy no queda nada más que buscar, hasta por nuestra propia dignidad como sociedad organizada, como Estado, hacer justicia sobre estos hechos en base a la verdad y la razón, con nuestro propio sistema de justicia, que si bien tiene muchas falencias y observaciones y debe ser transformado, no puede ser descalificado ahora, exprofesamente para buscar impunidad, de quienes hoy se muestran como víctimas y olvidan sus discursos cargados de odio y más alla de ello, olvidan que no les tembló el pulso para suscribir un decreto exonerando de responsabilidad penal a las Fuerzas Armadas y la Policía Boliviana, el 14 de noviembre, siendo las principales masacres y ejecuciones sumarias el 15 y 19 de noviembre de ese mismo año. Decreto que tuvo que ser abrogado por la presión internacional, lo que no devolvió la vida a los muertos ni la salud a los heridos.

¿Es que, acaso alguien que está en su sano juicio puede tener alguna duda sobre la responsabilidad de la ex presidenta y su gabinete en lo ocurrido en Bolivia? ¿No hay acaso amplia jurisprudencia sobre la responsabilidad mediata en las muertes, mediante la aprobación de este tipo de normas, incluyendo el decreto que pretendió exculpar de responsabilidad a la “carabana de la muerte” en octubre de 2003?. Las respuestas son obvias, pretender tapar el sol con un dedo, o pretender cambiar la realidad en base a la mentira; resulta inaceptanle para la dignidad y la memoria de bolivianos y bolivianas, que no por su condición humilde valen menos que un grupo de personas, los noviembristas, parafraseando a Richter, que tomaron el gobierno por asalto y cometieron delitos graves contra la vida de los bolivianos.

Estas personas y quienes las alentaron e impulsaron y ahora pretextan y observan cuestiones de forma, confesando sin querer su complicidad,  deben ser procesadas con todas las garantías constitucionales del debido proceso y el derecho a la defensa, incluso con vedurias internacionales, elementos esenciales que, quienes hoy estan en el banquillo de los acusados jamás dieron a quienes persiguieron, torturaron y encarcelaron sin misericordia.

La memoria, la justicia, la verdad y la razón son el único camino para que los bolivianos nos reconciliemos definitivamente entre nosotros, cerremos nuestras heridas, aprendamos todos la lección y volquemos nuestra mirada hacia el futuro con esperanza; teniendo la certeza de que jamás en Bolivia, un boliviano dispare contra otro boliviano sin conciencia e impunemente, que jamás el odio, la maldad y la sin conciencia se impongan, en otras palabras, que jamás vivamos un nuevo tiempo del desprecio.


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