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Voluntarios en la rueda giratoria del hámster

Uno de cada dos alemanes considera que su trabajo le sobrecarga y le genera estrés. A más horas de trabajo, más sobrecarga y más estrés. Wow. Quién se lo hubiera imaginado. “El puesto de trabajo es el factor de estrés número uno”, comenta la vicepresidenta de la DGB Annelie...

Uno de cada dos alemanes considera que su trabajo le sobrecarga y le genera estrés. A más horas de trabajo, más sobrecarga y más estrés. Wow. Quién se lo hubiera imaginado. “El puesto de trabajo es el factor de estrés número uno”, comenta la vicepresidenta de la DGB Annelie Buntenbach. Y su colega Hans-Jürgen Urban de la IG-Metall tiene ya la solución: una legislación anti estrés que debería determinar que tareas que puedan generar estrés han de permitirse en el trabajo y en qué grado.Con perdón, estimados sindicalistas, pero esta decisión suena más bien a broma. ¿Dónde estabais los últimos diez años? La concentración de trabajo, la prolongación silenciosa de la jornada laboral, las millones de horas extra sin contabilizar, el encarcelamiento masivo de los trabajadores de cuello blanco mediante ese grillete electrónico llamado Blackberry, nada de eso son fenómenos que necesiten en el año 2012 confirmarse mediante una encuesta. También la central de la DGB debería considerar que su clientela debate desde hace meses sobre el síndrome burn-out, el veloz incremento de las enfermedades psicológicas relacionadas con el trabajo, cómo los trabajadores sobrecargados de trabajo se quedan pronto fuera de combate. El trabajo estresa, sí señor. Tanto a quienes tienen demasiado como a quienes no tienen ninguno y entrarían de buen grado en la rueda giratoria del hámster.La socióloga berlinesa Jutta Allmendinger ha descubierto además que no ha descendido la satisfacción con respecto al trabajo. Muchas personas trabajan con satisfacción, disfrutan de nuevas libertades en sus modernos puestos de trabajo más allá del reloj de fichaje. El problema es la disolución de la frontera entre trabajo y vida personal. El trabajo ya no sirve para posibilitar todo lo demás. Se convierte en una parte integrante de la vida personal. Y en consecuencia no puede despacharse así como así. No termina nunca.Esto es enfermizo. Y además enferma. Una legislación antiestrés no basta para ponerle fin. Los límites del trabajo hemos de establecerlos nosotros mismos. Los sindicatos tienen la tarea de ayudarnos a ese fin.*Verena Schmitt-Roschmann escribe regularmente para el semanario alemán Der Freitag.

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