La solución según Lula

Tal vez se trata de conocimientos adquiridos por una especie de ósmosis cultural. El caso es que la científica asoció letras con números y construyó un procedimiento para enseñar asombrosamente eficaz.También supe que una de las universidades más prestigiosas del mundo, con más de 80...

Tal vez se trata de conocimientos adquiridos por una especie de ósmosis cultural. El caso es que la científica asoció letras con números y construyó un procedimiento para enseñar asombrosamente eficaz.También supe que una de las universidades más prestigiosas del mundo, con más de 80 premios nobel en su plantilla organiza cursos para vendedores ambulantes y estima tanto los conocimientos empíricos que los acredita. Personas de diferentes oficios pueden matricular allí y si prueban ser competentes en sus ocupaciones, la universidad los acredita, incluso en el grado de “Maestro”. El diploma con la firma del rector, convierte a albañiles, carpinteros y otros obreros en “operarios certificados”.Una y otros renovaron mi fe en el sentido común, el gusto por las soluciones simples y por las verdades evidentes, es decir aquellas que ningún dogma o manipulación pueden ocultar ni cambiar y no necesitan ser demostradas ni explicadas por sabios cuyos rebuscados juicios confunden más que aclarar.Estoy entre los hombres y mujeres de a pie a quien las alusiones a las crisis tremendas y disque “insolubles”, las mega cifras de rescates y “salvatajes” y los complicados análisis en diarios, revistas y mesas redondas, como los árboles que no dejan ver el bosque, les impiden entender lo que ocurre.Entre los juicios imperdibles están los de un economista que explica la relativa bonanza económica de América Latina por “los pedidos chinos” y otro, no menos calificado que atribuye el encarecimiento de los alimentos y el repunte del hambre a “los pedidos chinos”; ninguno aclara por qué China hace tales pedidos y no faltan los que infieren que el hambre en Somalia se debe a la “falta de lluvias”.Las verdades son más sencillas y siempre asequibles al hombre común. La economía, incluidos el mercado y la planificación no son excepciones sino frutos de la cultura humana que avanzó de menos a más sin perder sus esencias lógicas.Al margen de los efectos de la globalización, la salud de una economía nacional depende de sus capacidades para producir y consumir. El consumo es la base de la demanda y no al revés; de ahí el significado de la economía interna.Algunos países, principalmente latinoamericanos donde todavía el pensamiento económico está dominado por la mentalidad agroexportadora impuesta por la colonia y fatalmente incorporada a nuestras deformaciones estructurales, inevitablemente pagan las consecuencias. En los entornos más desarrollados el mercado interno es la referencia.Naturalmente no basta con producir, sino que se necesita ser competitivo, para lo cual es preciso hacerlo con racionalidad, alta productividad, elevado valor agregado, bajos costos y otros indicadores que a nivel de los países incluyen los procesos fiscales, monetarios, ecológicos, sanitarios y otros elementos asociados al nivel de desarrollo de cada lugar, a sus doctrinas y a sus prioridades.Entre los elementos más llamativos del legado de Lula, un presidente que dejó el poder con más popularidad de la que tenía cuando lo alcanzó, es que el blindaje económico que puede preservar a las economías latinoamericanas del contagio con las crisis del mundo desarrollado pasa por el fortalecimiento del mercado interno y la elevación del bienestar de los productores.La insistencia en adoptar medidas para impedir el contagio con las economías desarrolladas que por mala administración andan de una crisis en otra, incluye dar prioridad a los mercados regionales y a las opciones integracionistas, empeño en el que afortunadamente coinciden los mandatarios de la nueva izquierda latinoamericana, que han hecho posible proyectos como: MERCOSUR, UNASUR, Banco del Sur y decenas de otros acuerdos bilaterales y multilaterales que evidencian esa voluntad.Tal vez la experiencia de las relaciones económicas con China, India Corea del Sur, Taiwan, Indonesia y otros países emergentes, sirva para ilustrar la idea de que invertir en los países pobres para contribuir a su desarrollo e incentivar el consumo es un camino que, erróneamente, los países imperiales han descartado. “La solución —ha dicho Lula— es que los pobres consuman más”.Es cierto que al crecimiento económico latinoamericano le falta la equidad en la distribución, que lo haría perfecto, pero es imposible negar que se trate de pasos de avance respecto al estancamiento o los retrocesos que llevaron a calificar ciertos períodos como “décadas perdidas”.De lograr que en los estados africanos y centroamericanos se despliegue un crecimiento económico estable y el consumo interno creciera a los ritmos que lo hace Brasil, Argentina y otros países de la región donde la producción de bienes de consumo representa aproximadamente el 50 por ciento del producto interno bruto, la dinámica de desarrollo y el progreso atenuaría las penurias del presente y prepararía a los pueblos para empeños mayores.La verdad está a la vista para todo el que quiera verla: el motor del crecimiento es el consumo interno. Lo demás es…valor añadido.

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