¿Es o no es verdad? Teníamos razón
No habíamos inventado nada nuevo. Pero en los tiempos que corremos actualmente se siente con más fuerza la necesidad de volver a aquellos grandes principios.Como es natural, empezamos nuestra tarea por los tres poderes del Estado que concebíamos como dependientes aunque coordinados en función...
No habíamos inventado nada nuevo. Pero en los tiempos que corremos actualmente se siente con más fuerza la necesidad de volver a aquellos grandes principios.Como es natural, empezamos nuestra tarea por los tres poderes del Estado que concebíamos como dependientes aunque coordinados en función del bien común de la sociedad. En el run-run de la memoria sonaban todavía los rugidos de las dictaduras más atroces que habían devastado Europa. En Latinoamérica proliferaban los dictadorzuelos de distinto pelaje. En Bolivia se reabría un nuevo período de regímenes militares.Tan ambiciosa fue nuestra labor que incluso llegamos a pergeñar un libreto sobre geopolítica y otro sobre las nuevas estructuras de unas Fuerzas Armadas modernas en un país atrasado: algo más que brillantes desfiles y ardientes arengas y, en cambio, más tractores, grúas y maquinaria para la construcción de aeropuertos, puentes y carreteras.Corrió mucha agua bajo el puente hasta llegar a estos momentos en los que el Estado opera bajo el mando de un solo poder que dictamina lo que tienen que hacer los demás. En efecto, la Asamblea multinacional levanta el brazo al toque de trompeta del Ejecutivo. La Administración de la Justicia obedece al mismo demiurgo. El Estado será cada vez más centralizado y absorbente pese a la plurinacionalidad, a las autonomías, a los reclamos de los medios de comunicación que no se cansan de enviar cartas lacrimógenas al Sr. Presidente para que se compadezca de la libertad de información y de prensa, amenazadas.De aquellos devaneos institucionalistas no quedó nada más que un nostálgico recuerdo y una firme voluntad de seguir proclamando los grandes fundamentos del Estado Democrático de Derecho. Mientras que la ruda dinámica política del país se ha impuesto dejándose llevar por los untuosos senderos del populismo dependiente de los dos caudillos caribeños. Exactamente lo mismo, o muy parecido, a lo que, modestia aparte, aquellos viejos ciudadanos que he recordado más arriba, habíamos querido evitar. Teníamos razón. Pongamos por ejemplo la designación política de los jueces, la “modernización” del documento de identidad con un chip que hará posible el control de cualquier persona desde el satélite chino, como se hace en algunos países con los delincuentes que gozan de libertad vigilada. O los registros de las cuentas bancarias privadas minuciosos a extremos obsesivos, incluso de las organizaciones no gubernamentales que cumplen tareas para el desarrollo socioeconómico con mayor transparencia y eficacia que las entidades públicas ineficientes. Todo en manos de un gobierno que destruyó sus propias instituciones fundamentales del Estado Democrático de Derecho.No obstante, todavía queda la esperanza en sectores ciudadanos demócratas que reflexionan, escriben y actúan hasta donde se lo permite la obsesiva persecución oficialista