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¿Es o no es verdad? Oídos para escuchar

El pasado domingo comentó la parábola del sembrador, (Mt 13.1.23) en la que se explica cómo las semillas que cayeron en el camino se las comieron los pájaros, las que cayeron en un pedregal donde apenas había tierra brotaron enseguida pero como la tierra no era profunda, cuando salió el sol...

El pasado domingo comentó la parábola del sembrador, (Mt 13.1.23) en la que se explica cómo las semillas que cayeron en el camino se las comieron los pájaros, las que cayeron en un pedregal donde apenas había tierra brotaron enseguida pero como la tierra no era profunda, cuando salió el sol se marchitaron. Y por falta de raíz se secaron. Otras semillas cayeron entre espinos que crecieron y las ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dieron fruto, hasta el 100 por uno. “¡El que tenga oídos para oír, que oiga” dijo el Señor para que cada uno de los oyentes aplicara la moraleja. Porque la palabra de Dios está al alcance de todos. Y se manifiesta, sea desde el fondo de nuestra propia conciencia, sea por medio de las buenas enseñanzas que nunca faltan. Entre éstas últimas, las de la Iglesia, que algunos quisieran silenciar.El cardenal aplicó la parábola de las semillas al momento en que vivimos. ¿Que es lo que germina en un terreno espinoso, es decir, descreído, hedonista, injusto, odiador y codicioso? La respuesta del prelado fue contundente: “La droga” y explicó que la droga “no es para liberarnos”, refiriéndose a las personas que consumen con la falsas ilusiones; ni para liberar al país de la pobreza, como los gobiernos que se muestran tolerantes con el tráfico maldito, y que encubren la producción excedente con tradiciones milenarias. No. La droga, afirma el cardenal “es el espacio para embrutecernos, y endurecer el corazón”. “Pero hay más todavía, y tenemos que ser claros en esto: tantos crímenes, tantas muertes violentas, tantos asaltos. El crimen organizado va llegando también a nuestro ambiente”, insiste el pastor. “El que tenga oídos, que oiga”.Haciendo una concesión conciliadora, el prelado reconoce: “Quizás se habla con mucho optimismo de que el hambre en Bolivia ha retrocedido y puede ser verdad, en parte por lo menos, pero ¿Y el hambre de Dios? ¿El hambre de justicia verdadera, auténtica? ¿El hambre del compartir? ¿El hambre de ser respetado como persona humana? ¿El hambre que es buscar la libertad y que no se sienta perseguido por sus propias ideas o por pequeños errores que ha cometido en su vida, pequeños o grandes porque al fin y al cabo nuestro Dios es el que perdona, no el que toma la batuta, de aquellos que condenan sin tener fundamentos seguros y destruyendo constantemente la dignidad de la persona humana?”. ¿No ha sido suficientemente claro el cardenal cuando ha mencionado las persecuciones, las injusticias, y las prevaricaciones? ¡El que tenga oídos, que escuche!Al repasar este último párrafo pienso en las serias dudas de que las próximas elecciones para los altos cargos de la judicatura, no sean una sucia martingala para consolidar el poder del órgano absoluto del Gobierno sobre los tribunales de justicia. Ésta sería la “victoria final”, después de los fracasos de la nacionalización, del gasolinazo, del chutazo y de los otros goles que se ha hecho meter el mal gobierno que desgobierna el país.No sería fiel al Cardenal si no mencionara su exhortación a “mantener la esperanza por encima de todo”. Y si no transcribiese aquí el motivo de esa esperanza: (copio): “Felizmente tenemos ejemplos de gente que hoy día sigue aceptando el desafío de la palabra y sigue produciendo frutos”. Y por último, la invocación a la Virgen María de la que son fervientes devotos la mayoría de los bolivianos. Que así sea.

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