Preocupante: El Banco Mundial es socio de Bolivia

El BM, es bueno recordarlo siempre, financió el millonario costo de la “capitalización” de las principales empresas estratégicas de Boliviaimpuesto en el primer gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada. En ese mismo período se instituyó el Bonosol, que se financiaba con recursos del Estado y del Fondo de Capitalización Colectiva (FCC), aplazándose de esa forma cualquier inversión en infraestructura y, menos aún, en industrialización.Hoy el BM elogia la profusión de bonos instituidos por el gobierno de Morales, como el Bono Juancito Pinto, el Bono Juana Azurduy de Padilla y el Bono Dignidad. En Tarija se paga, además, el Bono Prosol, con recursos de las regalías petroleras. Oscar Avalle, representante del Banco Mundial en Bolivia, justificó entusiasta esta política a la que instó comprender como “inversión al capital social que se traducirá en desarrollo”.     “Ese tipo de políticas es inversión en capital social que después se transformarán como un retorno de inversión que es lo más importante que puede tener el Estado. Yo cuestionaría muy fuertemente el término de asistencialismo, (así lo han llamado muchos economistas) yo lo llamaría inversión en capital social”, remarcó Avalle.Como para creerle. Las declaraciones, además, son publicadas en la agencia estatal de noticias ABI. Al mismo tiempo, las autoridades gubernamentales del área económica, a contrapelo de declaraciones públicas recurrentes, mantienen vigentes los “préstamos” que sin intereses o con intereses ridículamente bajos hacen de las reservas internacionales netas que administra y atesora el Banco Central de Bolivia (BCB) a favor de bancos y tesoros estatales de Estados Unidos y Europa, con lo que, en los hechos, se difiere indefinidamente la industrialización de la economía nacional.¿Resabios del colonialismo económico y financiero? Lo cierto que cuando, dada la aplicación concreta de medidas económicas de corte típicamente neoliberal, las autoridades del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial elogian al gobierno, éste se esfuerza en publicar las adulaciones. Parece hasta mostrarse orgulloso de ello. La población, por el contrario, observa cada vez más escéptica el discurso político y lo compara con los actos de gobierno. La distancia entre uno y otros es cada día mayor, tanto que algunos la llamarían ya “insalvable”.Una situación  muy diferente a la que viven en este mismo momento varios países europeos, forzados por el FMI a abandonar el casi peyorativamente llamado “estado de beneficencia” y eliminar beneficios sociales conquistados tras largos años de luchas laborales. Esto, como se ha difundido profusamente, tiene a los europeos “indignados” contra sus dirigentes políticos y contra su sometimiento a los organismos financieros internacionales. Allá rechiflan a los que aquí nos elogian. Preocupante.