Desde la tierra Contra el terrorismo

Es más, la historia larga y la historia corta nos enseñan que la población boliviana tiene una actitud atávica contraria al uso de ajusticiamientos, bombas o atentados, por más noble que pueda parecer un propósito. Así lo demostró el pueblo paceño cuando condenó a Plácido Yañez por...

Es más, la historia larga y la historia corta nos enseñan que la población boliviana tiene una actitud atávica contraria al uso de ajusticiamientos, bombas o atentados, por más noble que pueda parecer un propósito. Así lo demostró el pueblo paceño cuando condenó a Plácido Yañez por liquidar a presos indefensos, cuyos fantasmas aún recorren los pasillos del actual Palacio Legislativo.Las opciones de secuestros, atentados dinamiteros, ajusticiamientos -incluso entre sus propias filas- que alentó el Ejército de Liberación Nacional durante la década de los setenta -no despertaron el entusiasmo de la población, ni siquiera de los jóvenes y mucho menos de las mujeres, de las madres que por su esencia de vida difícilmente aprueban la muerte planificada.En los últimos años, la vía por las bombas y los métodos violentos también fue un fracaso. Los datos nos muestran el triste y olvidado final de la Comisión Néstor Paz Zamora, por más valentía o entrega de sus militantes. ¿Cuál de ellos defiende actualmente esa opción? Tampoco el Ejército Guerrillero Tupac Katari ganó adherentes con sus dinamitazos o asaltos. Es más, la defensa militante de Felipe Quispe en la cárcel fue desde los sindicatos agrarios que una y otra vez llegaron hasta el propio penal para presionar por su libertad mostrando que la fuerza está en la organización territorial y no en la clandestinidad.El vicepresidente Álvaro García Linera y su hermano Raúl, tampoco escriben desde hace décadas defendiendo el uso de dinamita para llegar al poder. Como muchos otros bolivianos, el segundo mandatario del estado plurinacional condenó acciones de terror que se han presentado en estos años, tanto interna como externamente. Hay una posición oficial adversa al trato judicial que se dio en Estados Unidos para favorecer a cubanos que utilizaron atentados contra vuelos civiles para expresar su oposición a Fidel Castro.El pueblo boliviano es hábil en la lucha cara a cara, en la sublevación callejera, en las protestas de masas, en el enfrentamiento de muchedumbres, en la multitud que coloca una divisa contra otra. No nos gusta el terror como opción política. El miedo no suele ganarnos, ni siquiera en etapas tan crueles como los asesinatos de los esposos Alexander o de Otero, periodistas que investigaban extrañas triangulaciones de ventas de armas.En este lustro, se sucedieron acciones clandestinas hasta ahora no aclaradas. Un caso se dio contra una torre de transmisión en Yacuiba. El ejemplo más nítido es el relacionado con el grupo Rozsa y todas sus aristas, desde las misteriosas fotos de esa gente armada y en actitud de combate- ninguno lleva flores o libros en las manos- hasta los acontecimientos en el Hotel Las Américas. El gobierno nacional, en diferentes niveles y con muchos voceros condenó los atentados planeados.Si es así, por qué invitar a una persona, así sea autoridad, relacionada con uno de los más terribles asesinatos masivos de los últimos años, donde además murieron albañiles bolivianos. Por qué esa afrenta contra personas judías que nada tienen que ver con responsabilidades estatales, absolutamente inocentes. Cómo justificar la presencia en territorio nacional de alguien sospechoso de usar métodos de terror por un fanatismo religioso, político. Ni siquiera se trata de alguien cercado, como pasa con palestinos. Esa persona no grata compartiendo un desfile militar nos abre muchos interrogantes y las contradictorias explicaciones oficiales no son satisfactorias.Bolivia, los bolivianos, debemos condenar explícitamente al terrorismo- de cualquier sino- y con énfasis el caso de la ANMIA en Argentina.

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