Jesús asciende al cielo

Desde el cenáculo al Monte de los Olivos, seguirían tal vez el mismo camino que habrían seguido la noche de su pasión.  Llegando al fondo del valle Cedrón y pasando junto a Getsemaní, subirían por la vertiente occidental del monte Olivete hasta llegar cerca de la cumbre que se levantaba a...

Desde el cenáculo al Monte de los Olivos, seguirían tal vez el mismo camino que habrían seguido la noche de su pasión.  Llegando al fondo del valle Cedrón y pasando junto a Getsemaní, subirían por la vertiente occidental del monte Olivete hasta llegar cerca de la cumbre que se levantaba a 800 metros sobre el mar Mediterráneo. Desde la cumbre se descubría hermosa perspectiva: los magníficos panoramas de Jerusalén, Belén de Samaria y sobre todo el valle del Jordán;  del mar Muerto y de los azulados montes de Moab, fueron testigos de las palabras que dijo Jesús a sus discípulos: “Seréis testigos míos en Jerusalén, en toda la Judea y Samaria hasta el confín de la tierra”.Llegados a la cumbre detúvose Jesús manifestándoles que iba a ausentarse.  Agrupados todos en torno a Él,  Jesús les bendijo, mientras los bendecía se desprendió de ellos, era llevado en alto al cielo, se elevaba majestuosamente (Lc.24 -46,53).  Absortos miraban los discípulos la maravillosa ascensión, cuando una nube lo oculto a sus ojos.Mientras estaban los discípulos con los ojos elevados al cielo mirando como se iba Jesús, de pronto se les presentaron dos varones con vestiduras blancas, dos ángeles en forma humana los cuales les dijeron: “Varones Galileos ¿Qué hacéis aquí de pie, mirando fijamente al cielo?.  Este mismo Jesús que ha sido quitado de entre vosotros para ser elevado al cielo, así vendrá de la manera que le habéis contemplado irse al cielo”.Estuvieron los discípulos largo rato con la cabeza levantada y con los ojos fijos en el cielo, después que Él Maestro se les había ido. Los discípulos adoraron al Señor y volvieron a Jerusalén con gozo, porque fueron testigos de su gloria y la ascensión fue el sello de las promesas del Maestro.Con la ascensión de Jesús, Dios Padre exaltó y glorificó a su Hijo y le dio el nombre que es sobre todo nombre, el de Señor soberano de los cielos y tierra, a cuyo nombre doblan su rodilla todos los seres celestiales, terrenales y entre los muertos y toda lengua proclame que Cristo Jesús es El Señor, para gloria de Dios Padre (Fil.2 -9,11).A fines del siglo IV, una piadosa matrona llamada Pemeina, erigió en la cumbre del Olivote un santuario que perpetuase la memoria de la ascensión. Refiere San Paulino de Nola que al embalsamar el pavimento del santuario, no les fue posible a los obreros cubrir con baldosas el lugar donde por última vez se habían posado las plantas de Jesús.Pero Jesús quiso quedarse con nosotros y se quedó en el misterio de la Eucaristía y allí en la soledad del tabernáculo, está esperando el encuentro con las almas por las que dio su vida.  Nos ha dejado hermosas enseñanzas, nos ha dejado el camino abierto, la luz de su palabra para iluminar el sendero, para que podamos caminar hacia un encuentro definitivo con Él.Creo que si Dios te ha otorgado la gracia de la fe, para vislumbrar su grandeza y la inmensidad de su amor y por fe, has conocido a Cristo, búscalo en el conocimiento más profundo, para penetrar más hondo y subir más alto.Lee los santos evangelios y a través de su transparente caudal, contempla la gloria de Dios Hombre a Quien le debes todo y no se borre jamás de tu alma la imagen de Jesucristo.

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