Reflexiones desde el Cursillo ¿ATEOS?

Pero muchas veces nos encontramos con alguien que no cree y que se declara abiertamente ateo.Nuestro compromiso como cristianos no nos permite decir: “Pobres ateos”, “Incomprensibles ateos”; más al contrario, debemos sentarnos con el hermano ateo bajo la sombra de la paz y del respeto y...

Pero muchas veces nos encontramos con alguien que no cree y que se declara abiertamente ateo.Nuestro compromiso como cristianos no nos permite decir: “Pobres ateos”, “Incomprensibles ateos”; más al contrario, debemos sentarnos con el hermano ateo bajo la sombra de la paz y del respeto y escuchar, analizar con él, ¿Por qué rechaza lo que para nosotros es el centro, la raíz y la razón de nuestra existencia? y no con el fin de que el a su vez deje de decir: “pobres ingenuos”, “misteriosos fanáticos”.Hoy debemos sentarnos a la puerta del hermano que no comparte nuestra fe; como Cristo con Nicodemo.Hoy los católicos podemos dialogar, intentar una comunión de pensamientos, puesto que el regalo de la fe que recibimos, debemos compartirlo.También debemos preguntarnos: ¿Por qué no cree el ateo? Quizás hemos dado soluciones simplistas, dividiendo a las cosas y a los hombres en buenos y malos y porque quizás hemos presentado ante el mundo a un Dios deformado, a un Dios que solo debe ser temido y que está listo para castigar.En el crecimiento del ateísmo, pueden tener culpa los propios creyentes, por la única razón de dar testimonio falso de lo que debe ser la vida de un creyente; también por la exposición inadecuada de la doctrina, por los defectos de la vida religiosa, moral y social, por nuestra vida que no tiene coherencia entre lo que creemos y lo que vivimos y es allí donde deformamos el rostro de Dios, nuestra responsabilidad es enorme, porque por nuestro antitestimonio, muchos han dado un paso atrás, y si no vivimos una vida coherente, si somos cristianos de palabra, como nos lo dice El Señor: No solamente el que dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos.Entonces estaremos contribuyendo a que el gran monstruo del ateísmo, pueda comerse la fe de muchos hombres.En consecuencia la responsabilidad moral y social de los católicos es enorme, por presentar ante el mundo a un Dios en el que muchos no creemos. Porque nunca creemos en un Dios que ame el dolor, en un Dios que se hace temer, en un Dios que no se deje tutear, en un Dios incapaz de perdonar lo que muchos hombres condenan. Nunca creemos en un Dios que ponga la ley por encima de la conciencia, en un Dios que no saliera al encuentro de quien le ha abandonado.Nuestro Dios no es así, porque nuestro Dios es el Dios bendito de la luz, de la verdad, de la vida, del amor, el amigo de la humanidad, el que multiplica el pan para los hambrientos, el que llama misericordia a la justicia, el que nos espera cada día que nos acerquemos a Él, es el que toca constantemente a nuestra puerta porque solo acepta entrar por la puerta de la casa abierta libremente.Es por eso que el verdadero rostro de Dios, ha quedado velado por el antitestimonio de muchos católicos.La vida contemporánea se ha tecnificado de tal forma, que el hombre de hoy es sensible solamente a lo natural, a lo material y a este hombre de hoy no se le puede presentar a un Dios que castiga y que solo está en los cielos.Nuestro Dios comparte nuestra vida cada día, no es un Dios lejano, sino El Padre que ha dejado al esfuerzo del hombre el quehacer de dominar el cosmos, de descubrir los secretos de la ciencia y los avances de la tecnología.La iglesia debe descubrir la verdad profunda del verdadero Dios, con el testimonio de la unidad, de la justicia y de la solidaridad.Para los que dicen que no creen y preguntan con ironía: ¿Dónde está tu Dios? Quiero decirte hermano ateo, con las palabras del padre Juan Arias, que Dios está allí en el rincón más secreto de tu vida, donde no llega nadie, donde una voz que no sabes de dónde viene ni a donde va, te dice lo que no querrías escuchar, te recuerda lo que hubieses deseado olvidar, te  profetiza lo que nunca desearías saber.Es esa voz que no oyes pero que te grita, que nace dentro de ti y que no consigue amordazar ni el sueño, ni el ruido, ni la bebida. Está en esa respuesta que aún no te has atrevido a pronunciar.Está en ese abismo profundo de tu incredulidad.Está esperando a la puerta de tu casa que la abras para entrar y encontrarse contigo libremente.

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