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Cerdos y ladrillos

La vida del cerdo es una metáfora de lo que ha pasado en países como Irlanda o España, entre otros. Y no lo es sólo por ese engorde rápido: el resultado directo de la cría intensiva de la cabaña porcina ha dejado tras de si regiones enteras con elevados índices de contaminación de sus...

La vida del cerdo es una metáfora de lo que ha pasado en países como Irlanda o España, entre otros. Y no lo es sólo por ese engorde rápido: el resultado directo de la cría intensiva de la cabaña porcina ha dejado tras de si regiones enteras con elevados índices de contaminación de sus aguas freáticas, por la ausencia de un correcto tratamiento de los purines, altamente tóxicos por sus elevados niveles de nitratos, que por haber sido utilizados de forma indiscriminada como abono, han acabado filtrándose a los acuíferos, convirtiéndose así en un problema de salud pública por ser los nitratos potenciales agentes cancerígenos. La metáfora del cerdo ilustra perfectamente la economía del corto plazo orientada al beneficio rápido, que va dejando una extraordinaria huella ecológica y económica que afectará a mucha gente que no se benefició de aquel negocio. Dejando en paz al pobre cerdo por un rato y mirando a aquellas economías que se han comportado como esos empresarios cárnicos a los que aludía, nos encontramos con Portugal, Irlanda, Grecia, España, Reino Unido y los EUA, que han engordado artificialmente sus economías con altos niveles de endeudamiento y déficit públicos y con grandes burbujas inmobiliarias y financieras que capitalizaron una gran parte de los beneficios obtenidos en aquella vorágine, dejando tras de si elevados niveles de toxicidad que se están traduciendo en altos costes sociales. No sé si será casualidad o no, ya conocen la costumbre de la cultura anglosajona a etiquetarlo todo con acrónimos u otras fórmulas más o menos ocurrentes, pues bien, nos han etiquetado con la palabra PIGS, que significa “cerdos” en inglés, para agrupar a aquellas economías de engorde rápido y alta toxicidad utilizando la inicial de los países integrantes de tal distinguido grupo: Portugal, Ireland, Greece & Spain -los autores del etiquetaje, como podrán comprobar, no se han incluido- y han etiquetado a los países con altos niveles de crecimiento, objeto del deseo de inversores y especuladores, con el nombre de BRICs –ladrillos, en inglés se escribe “bricks”- al selecto grupo formado por Brasil, Rusia, India y China. Los PIGS tienen economías con graves niveles de deuda y déficit que ya están creando problemas a la comunidad financiera internacional y deben asumir, por tanto, grandes ajustes económicos y sociales, porque ahora aquel modelo, que ofrecía tan buenas expectativas de crecimiento rápido y plusvalías, se ha agotado mientras los BRICs han tomado el relevo de esa oferta que tanto seduce al dinero mejorándola con nuevas y grandes oportunidades de negocio, tamaños territoriales mucho más grandes y con sistemas sociales que no tienen el marchamo europeo, es decir, ese lastre cultural por el cual en pocos años tendrían una legislación medioambiental homologable a la de sus vecinos, un sistema sanitario público de calidad, y un sistema de protección social que pudiera encarecer los costes empresariales. Los altos márgenes de beneficio están asegurados por mucho tiempo. Poco importa que la toxicidad subyacente de esa forma de crecer y enriquecerse acabe causando una situación irreversible a la biosfera. No debemos oponernos a la globalización porque todos los países tienen derecho a mejorar su nivel de vida aunque sea a costa del sacrificio de los más ricos. Es de justicia. Pero que volvamos a cometer los errores del pasado, replicando el paradigma del engorde rápido y tóxico nos situará a todos en un callejón sin salida. Reflexionando sobre posibles sistemas alternativos de intercambio comercial que pudieran mejorar ese dinero sin alma, he llegado a la conclusión de que seguirá siendo la más eficiente herramienta de cambio. El problema no es el dinero, sino su uso al servicio de unos objetivos inhumanos. Es nuestra relación con ese papel y todo lo que hacemos con él lo que debemos transformar. Con nuestra denuncia y aislamiento a empresas y países que se enriquezcan ilícitamente expoliando recursos ajenos y utilizando a seres humanos como un medio y no como un fin, contaminando y participando en negocios que empobrezcan y menoscaben su entorno ecológico. Hoy disponemos de toda la información para tomar partido y transformar nuestro mundo. Les propongo un ejercicio: busquen por Internet porqué España clasifica a Marruecos como un socio estratégico, permitiendo así el expolio sobre el Sahara Occidental y su población. Como dijo Gandhi: “Lo que ustedes hagan puede ser absolutamente insignificante... pero es absolutamente indispensable que lo hagan”.


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