¿De quién y para quién son las leyes?
La gente de a pie quizá no preste mucha atención para hacer conciencia de lo que esto significa. En los últimos días se ha convertido en un tema de discusión, el proyecto de ley para la erradicación de la discriminación y el racismo, sobre todo por lo que atañe a los medios de...
En los últimos días se ha convertido en un tema de discusión, el proyecto de ley para la erradicación de la discriminación y el racismo, sobre todo por lo que atañe a los medios de comunicación social. Me ha llamado la atención la forma como ha aparecido este nuevo proyecto de ley, puesto que los comentarios concuerdan en que ha sido una sorpresa, que al sector de la prensa no le había llegado la consulta y ni siquiera la noticia respecto a la construcción de este proyecto.
Si la ley es para todos entonces todos deberíamos estar de acuerdo con ella, o por lo menos deberíamos estar dispuestos a aceptarla. Pero el tema se ha puesto en tela de juicio sobre todo por la falta de debate y por las discrepancias en cuanto a dos artículos en concreto, relacionados con los medios de comunicación y con la libertad de expresión. Sucedió lo mismo con otras leyes, y también con la CPE, que se convierten en parte de la estrategia política electoral del gobierno.
Reconocemos y valoramos la inclusión en la nueva CPE de temas como medio ambiente, culturas, identidades, equidad, autonomías y otros; pero nos preguntamos ¿cuánto tuvieron que ver los ciudadanos en esta construcción? ¿Cuánto se ha consultado al pueblo, o a las organizaciones populares, sindicales, sociales? Los Constituyentes no consultaron ni consensuaron con las bases, y lo cierto es que la mayoría de la población desconoce el contenido de nuestra CPE.
Leyendo a algunos analistas que reflexionan acerca del excesivo temor y la reacción de la prensa contra este proyecto de ley -que está prácticamente aprobado-, se puede percibir que mientras el discurso va por un lado, la práctica va por otro. Por ejemplo en relación a la independencia de poderes, mientras se insiste en esta cualidad de la democracia, nuestro presidente pide públicamente -por no decir ordena- a sus asambleístas que este proyecto de ley sea aprobado sin cambiar nada. ¿No es acaso otra manera de negar la consabida independencia de poderes?
Las personas tenemos por naturaleza, cierta tendencia a la inercia, a la estática. Nos acostumbramos a lo que estamos haciendo y más tarde nos cuesta hacer algo nuevo o diferente. La tradición nos muestra que hemos estado más dispuestos a la discordia que a la unidad. De modo que consultar a todos y esperar que todos estemos de acuerdo con algo, sería sencillamente imposible, pero al mismo tiempo, tampoco es aceptable el otro extremo, es decir que en democracia se de todo por hecho, y no dejen más opción que aceptar.
La práctica democrática tiene aún muchas limitaciones para imaginar un escenario en que las leyes sean de todos y para todos. Afirmación que no deja de ser paradójica, cuando a continuación se afirma que las leyes solo se cumplen, no se discuten.
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Las personas tenemos por naturaleza, cierta tendencia a la inercia, a la estática