MI DIOS ES POBRE

Jesús en su vida humana fue pobre, fue humilde: “Aprended de mi que soy manso y humilde” (Mt. 11,29) El Señor tuvo preferencia por los pobres, por los sufridos, porque en ellos encontró la humildad, que no la tienen muchos ricos por su soberbia. Jesús trabajó junto a San José y...

Jesús en su vida humana fue pobre, fue humilde: “Aprended de mi que soy manso y humilde” (Mt. 11,29)

El Señor tuvo preferencia por los pobres, por los sufridos, porque en ellos encontró la humildad, que no la tienen muchos ricos por su soberbia.

Jesús trabajó junto a San José y aprendió el oficio de carpintero, su vida transcurrió socorriendo, curando y bendiciendo a todos, especialmente a los humildes.

Al final de su vida, no tenía ni casa: “Los zorros tienen madrigueras y los pájaros del cielo, tienen nidos, pero el hijo del hombre, no tiene donde reclinar la cabeza” (Mt. 8,20)

¿Alguna vez nos hemos preguntado que es un pobre?

Es el que carece de medios para vivir, es el que puede amanecer un día en que no tenga que comer, en que pueda llegar una noche en que no tenga un techo para dormir, en que pueda llegar el momento en que tenga que pedir a un desconocido, una camisa o un vestido usado, en que pueda mañana quedarse sin trabajo, rodeado de hijos que le piden pan.

Es pobre el que quiere usar sus manos para trabajar y no consigue trabajo, no es pobre el que se dedica a la bebida y a la ociosidad y no quiere trabajar, estos “pobres” no son los pobres que Jesús ama.

El que es rico y poderoso no es libre, porque su gran atadura son sus riquezas, cuando no usan sus riquezas para ayudar a sus hermanos que sufren necesidad.

Por eso mi Dios es libre.

No amó lo que a nosotros nos encadena: el poder, el honor, la riqueza.

Amó lo que a nosotros nos haría libres: el bien, la justicia, la misericordia. Amó a su Padre.

Pobre como es mi Dios, ama lo pequeño, lo sencillo, lo olvidado, lo humilde, lo limpio, lo genuino.

La riqueza es como la grasa: mancha.

La pobreza es como el jabón: limpia.

Mi Dios es agua clara de manantial, la luz es la sombra de mi Dios.

El sol es la riqueza de los pobres y el día es la riqueza del que vive de su trabajo; por eso mi Dios es la luz, el sol, el día.

Es difícil seguir a mi Dios pobre, mi Dios limpio, mi Dios sin oro, mi Dios libre, es difícil seguirlo para el hombre con sed de placer, de riqueza, de poder; porque todo esto lo encadena con los hilos del egoísmo.

Muchos sienten y caen en la tentación de arrodillarse, si fuera necesario ante quien posee un mayor trozo de poder y una cuenta corriente abultada.

Pero mi Dios no cambia, mi Dios es amigo de los pobres, de los libres, de los que saben amarlo, de los que saben descubrir en la pobreza la única riqueza verdadera, el amor.

Jesús dijo: “Bienaventurados los que tienen espíritu de pobres, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt. 5,3)


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