Un ascenso peligroso

Ya en 1996, cuando se lanzó el programa de condonación de las deudas de los países pobres muy endeudados, HIPC por sus siglas en inglés, el ingreso per cápita de los bolivianos era mucho más alto que el de los demás países de esa categoría. El pedigüeñismo de todos los gobiernos...

Ya en 1996, cuando se lanzó el programa de condonación de las deudas de los países pobres muy endeudados, HIPC por sus siglas en inglés, el ingreso per cápita de los bolivianos era mucho más alto que el de los demás países de esa categoría.

El pedigüeñismo de todos los gobiernos bolivianos, incluidos los de la época de la vergüenza neoliberal, hizo que el organismo mundial cerrara uno y dos ojos para no advertir esa falsedad.

Lo cierto es que Bolivia se benefició con la condonación de la deuda externa junto con otros países verdadera y honestamente miserables.

Era el único país exportador de hidrocarburos que había sido incorporado en la categoría de los pobres de solemnidad. Algunos funcionarios del Banco Mundial llegaron a aludir a esa aberración pero luego callaron para no molestar a nuestros pedigüeños.

Las propias cifras del Banco Mundial dicen ahora que en el año 2000, los países HIPC tenían un ingreso per cápita, medido con el método Atlas, de 120 dólares por año, cuando Bolivia figuraba con 1.000 dólares.

En el año 2008, los países honestamente pobres tenían un ingreso per cápita de 140 dólares y Bolivia estaba con 1.460, es decir diez veces más.

¿Cuáles son los efectos de este ascenso, de este upgrading?

Aparte de la ayuda que esta corrección da al aparato de propaganda del gobierno, que atribuye el ascenso a la inteligente política económica del presidente Evo Morales, los efectos podrían ser negativos.

Para comenzar, habrá que tomar en cuenta que nunca más Bolivia podrá beneficiarse de una condonación de su deuda externa. Nunca jamás. Además, los préstamos que Bolivia reciba serán calculados según el nuevo status del país.

Te fuiste a un barrio de ricos. Ahora no te quejes de las facturas.

Habría que decirle al Banco Mundial: “no me ayude compadre”.


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