Espacio publicitarioEspacio publicitarioEspacio publicitario

Y no la podrán apagar

Muchas otras, sin embargo, han sido sistemáticamente empujadas al olvido. Y casi lo logran. Veamos, primero las que sucedieron, según la historia oficial. Luego intentaremos complementarlas. Desde tiempo atrás que se reunían clandestinamente los revolucionarios paceños, de modo que para la...

Muchas otras, sin embargo, han sido sistemáticamente empujadas al olvido. Y casi lo logran. Veamos, primero las que sucedieron, según la historia oficial. Luego intentaremos complementarlas.

Desde tiempo atrás que se reunían clandestinamente los revolucionarios paceños, de modo que para la llegada de los emisarios chuquisaqueños, se daban ya los últimos toques a una sublevación cuidadosamente preparada. La que finalmente estalló en la tarde del l6 de Julio de 1809, aprovechando la tradicional celebración de la festividad de la Virgen del Carmen.

A eso de las siete de la noche, cuando se realizaba la procesión los revolucionarios tomaron el cuartel de Veteranos, pidieron Cabildo Abierto y depusieron al gobernador Tadeo Dávila, al obispo Remigio de la Santa y Ortega y organizaron una Junta Tuitiva cuyá presidencia y jefatura de las tropas se encomendó al patriota Pedro Domingo Murillo.

Murillo era abogado, pero eso poco lo menciona la historia oficial. Tampoco que había estudiado en Charcas, junto a Bernardo Monteagudo, Juan José Castelli y Mariano Moreno, junto a quienes con seguridad se  formó y se fortaleció su conciencia americanista y revolucionaria.

En aquella universidad “San Francisco Xavier” coincidieron americanos que se inspiraron en los principios de libertad, igualdad y fraternidad de la Revolución Francesa y construyeron un faro de rebeldía, que se convertiría en La Paz en esa “tea” simbólica de Murillo, que efectivamente no se pudo ni se podrá apagar.

El 27de julio se lanzó la famosa proclama de la Junta cuya redacción se atribuyó al sacerdote Medina y que declara abiertamente la independencia de las colonias, siendo el primer documento de esta índole en América. En su parte final proclama: Valerosos habitantes de La Paz y de todo el Imperio del Perú, revelad vuestros proyectos para la ejecución, aprovechaos de las circunstancias en que estamos, no miréis con desdén la felicidad dé nuestro suelo ni perdáis jamás de vista la unión que debe reinar entre todos, para ser en adelante tan felices como desgraciados hasta el presente".

En esa proclama es identificable la visión americanista  de Mariano Moreno, quien, en su Plan de Operaciones, escrito para la Primera Junta de Gobierno de Buenos Aires, de la cual hizo parte y fue posiblemente el más lúcido ideólogo, proponía “la construcción de una gran Nación – toda la América Española, desde el sur del Río Missisipi hasta el  Cabo de Hornos (tomando la base real de los casi mil años del Incario, y la cultura común de la mayoría de los pueblos americanos) una nación poderosa moderna, industrial, con la tierra repartida entre todos sus habitantes, con la explícita dignificación de las masas indias y negras”.

Ese era el talante (y el talento) de Mariano Moreno, compartido estrechamente con Pedro Domingo Murillo, quien seis meses después de su proclama del 16 de julio en La Paz, al ser ejecutado sentenció: “Compatriotas, yo muero, pero la tea que dejo encendida ya nadie la podrá apagar".

Tenía razón.


Más del autor