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Enemigos internos

El radicalismo, como expresión de masas se alimenta de la decepción. Y comienzan a formarse sectas. El sectario, decía Sergio Almaraz, “adopta una actitud en la cual pesa más el dogma que la vida. Intelectualmente asimilado por el dogmatismo. El dogma es habitual en las creencias ...

El radicalismo, como expresión de masas se alimenta de la decepción. Y comienzan a formarse sectas.

El sectario, decía Sergio Almaraz, “adopta una actitud en la cual pesa más el dogma que la vida. Intelectualmente asimilado por el dogmatismo. El dogma es habitual en las creencias  religiosas, pero puede también darse en torno a ideas políticas o casi cualesquiera otras.

Un dogma es una doctrina sostenida por una religión u otra organización de autoridad y que no admite réplica, es decir, es una creencia individual o colectiva no sujeta a prueba de veracidad, cuyo contenido puede ser religioso, político, filosófico, social, sexual, etc., impulsado por una utilidad práctica. La enseñanza de un dogma o de doctrinas, principios o creencias de carácter dogmático se conoce como adoctrinamiento.

En Bolivia, en este momento de reconstitución estamos muy vulnerables a posturas dogmáticas o dogmatizadas en todo el espectro político.

Intelectualmente asimilado por el dogmatismo –volvemos a citar a Almaráz -“el sectario yace sobre los principios a los que cree sentimentalmente defender. No piensa: siente”.

Según ese magnífico estudioso de la realidad boliviana, a la cual también sufrió en su intensa búsqueda del “ser” nacional,   el sectarismo  radical, epidémico, sentimental, en Bolivia ha dado reiteradas pruebas  de incapacidad intelectual.

Almaraz analizando la  Revolución Nacional y específicamente los efectos en ella del sectarismo dogmatizado los enunciaba así: “división y desubicación de las fuerzas componentes, confusión de los objetivos centrales, adopción de procedimientos políticos innecesariamente violentos, jacobinos, arrogantes;  predisposición a la esterilidad teórica; confusiones en el planteamiento político. Cuando se trata de un partido actuante con responsabilidad de poder, se traducen en desplazamiento y represiones de unos sectores por otros…”

En la producción intelectual reciente, a propósito de la reconstitución del país, muy poco hemos encontrado que tenga la lucidez y profundidad de Almaraz, quien escribió en 1963 lo que aquí utilizamos ahora.

Y lo que originalmente estábamos buscando eran conceptos que nos hicieran interpretar mejor eso que nos inquietó y que lo declaró el diputado oficialista Lucio Marca, desmintiendo que los percances que últimamente sufrió el presidente Evo Morales estén  relacionados con un “enemigo interno, que está adentro”.  Las noticias de agencia no dan detalles sobre quien o quienes iniciaron esa versión, pero eso es secundario.

La simple alusión a enemigos internos, de un gobernante que hace apenas un semestre obtuvo más de 60 por ciento de respaldo electoral, es más que inquietante y no se debería dejar pasar.

¡Cuánta falta nos hace Sergio Almaráz!


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