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Vivir mejor no es vivir bien *

El título no es un bonito juego de palabras que busca impresionar. Es una frase que ha nacido contemporáneamente en el vientre de los pueblos indígenas, y ha sido pronunciada varias veces por Evo Morales como el contenido último de la agenda de su gobierno. Creo, en efecto, que el título...

El título no es un bonito juego de palabras que busca impresionar. Es una frase que ha nacido contemporáneamente en el vientre de los pueblos indígenas, y ha sido pronunciada varias veces por Evo Morales como el contenido último de la agenda de su gobierno. Creo, en efecto, que el título sugiere con mucha precisión el asunto del que trataré en lo sucesivo: la vida. La primera vez que me puse a pensar con atención en la importancia del “vivir bien”, fue cuando recibí la invitación del CEPJA (centro de educación permanente Jaihuayco) para un panel sobre “concepciones del vivir bien”, en el que participaron también José Antonio Rocha y Enrique Jordá. El diálogo fue muy rico pero salí angustiado y pensativo porque tenía muchas inquietudes en el corazón. Sobre todo una que resultaba de una afirmación que hizo Enrique Jordá: “vivir bien –decía él-, desde el guaraní, es la tierra buena de los abuelos”. Entonces pensaba, encandilado por mi formación jurídica, que se trataba de la incansable lucha de los pueblos indígenas por la recuperación del “territorio”, una categoría política, jurídica e incluso espiritual, que se ha convertido en un verdadero ícono para entender todo el proceder de los movimientos indígenas en los últimos diez años. Me decía a mí mismo: “recuperar la ‘tierra de los abuelos’ (territorio) es una garantía para vivir bien”, vivir bien y territorio son dos realidades, dos utopías inseparables.

Sin embargo, poco después, me fui dando cuenta de la enorme contradicción que ello suponía. Recuperar el territorio (tierra, recursos naturales renovables y no renovables, aire, entorno, etc.) y concebirlo como aquello (material) que garantiza la vida de una colectividad no deja de estar dentro de una lógica utilitarista. Incluso, el derecho de uso, acceso o de propiedad colectiva del territorio sigue, intrínsecamente, sosteniendo que a los humanos (pueblos indígenas) nos pertenece todo lo demás. No creo que a ello se haya referido la afirmación de que “vivir bien, es la tierra buena de los abuelos”. Porque la “tierra buena de los abuelos” no supone una condición del vivir bien, como podría suponer algún pensamiento de izquierda, sino una “relación”. En lugar de significar la recuperación de un sentido de pertenencia, parece que quiere decir la “recuperación de un sentido perdido o secuestrado de relaciones”. A esta conclusión llegué después de haberme acercado un poco más a eso que llamamos la “cosmovisión” de los pueblos indígenas, en cuya filosofía la “relación” es constitutiva de la vida. Aunque eso podríamos decir de todas las culturas y civilizaciones, hay un dato más que me impresiona sobre el vivir bien como la recuperación del sentido de las relaciones. El dato está en el concepto de “recuperación”.

* Fragmento del trabajo Presentado en el II Simposio Boliviano de Misionología, Cochabamba, 19 de septiembre de 2009.


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