Las cuentas pendientes de Sánchez

El Ministro de Hidrocarburos, Luis Alberto Sánchez, llega hoy junto a todo su equipo multidisciplinario a la benemérita ciudad de Villa Montes para brindar informe de lo que ha venido haciendo desde principios de año hasta, dice, el mes de julio. En teoría, el periodo debía haber sido...

EDITORIAL
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El Ministro de Hidrocarburos, Luis Alberto Sánchez, llega hoy junto a todo su equipo multidisciplinario a la benemérita ciudad de Villa Montes para brindar informe de lo que ha venido haciendo desde principios de año hasta, dice, el mes de julio.

En teoría, el periodo debía haber sido más asequible luego de que el precio del petróleo se asentara sobre los 65-70 dólares, garantizado así un flujo económico que ha suavizado las urgencias del Gobierno Nacional, acostumbrando a un fuerte flujo de gasto corriente. En lo que va de año, según los datos oficiales, el volumen de producción se ha sostenido sobre los 55 millones de metros cúbicos y Brasil ha nominado algo más de gas de lo que pidió en 2017, pero sin embargo, la paz no ha llegado para un Ministerio de Hidrocarburos demasiado acostumbrado a vivir del éxito e incapaz de comunicar la gestión y las decisiones difíciles con la honestidad debida. Las dos decisiones más polémicas de esta gestión tienen que ver con el respeto a la Madre Tierra ampliamente pregonado: Tariquía y la apuesta por el gas no convencional.

Los dos aspectos más delicados que deberá explicar en el Chaco tienen que ver con la famosa área de Miraflores y con la frustrada petroquímica cuyos compromisos no se cumplen y que está causando un problema esencial de planificación para un Gran Chaco que no tiene certezas sobre lo que puede ser.

El área de Miraflores fue anunciada en abril en Tarija, el Ministerio la ubicó deliberadamente en Villa Montes aunque finalmente reconoció que el área se encontraba en Chuquisaca. Con todo, el área se ha entregado a una empresa especialista en exploración y explotación no convencional, Cancambria Energy Corp, pionera del fracking, una técnica agresiva con los acuíferos pero a la que el Gobierno ha acudido ante la acumulación de fracasos y la necesidad de dar resultados en el corto plazo. Villa Montes, emblemática en todo lo que tiene que ver con el petróleo, sacrificada por años, va perdiendo peso en el tablero nacional y ahora teme a los efectos que el fracking pueda tener en su propio territorio luego de que el impacto se produzca en la misma cuenca aguas arriba.

El otro asunto pendiente es el de la Planta Petroquímica, una esperanza para el Chaco tanto por los puestos de trabajo que puede ofrecer durante su construcción, que vendría a aliviar la presión del desempleo en la zona, como por el hito de desarrollo e industrialización que supone al futuro. El Chaco tiene la posibilidad de encadenar su desarrollo a una industria como la del plástico, orientar sus esfuerzos a eso, pero el Ministerio, lejos de dar certezas sigue alimentando una incertidumbre intolerable.
Con seguridad, Sánchez tomó la buena decisión al tumbar el informe de adjudicación que concedía la construcción a la misma empresa que había hecho todos los estudios de identificación. El asunto olía a podrido a distancia, pero desde entonces ha pasado año y medio y ni siquiera se han contratado nuevos estudios, como comprometió el propio Sánchez, argumentando que no estaba seguro ni de la tecnología ni del mercado.
La desaparición del presupuesto de YPFB y sobre todo, la incertidumbre en las reservas, no despejadas con la última certificación, es la que enciende las alarmas. El Chaco requiere concreciones, no nuevas promesas.

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