El voto de los "cambitas"
Con Demócratas fuera del escenario regional y nacional y Camacho desarticulado, los candidatos opositores tratan de cortejar a Santa Cruz, pero sin demasiado éxito
Para Santa Cruz se han acabado los calificativos. Todas las expectativas de desarrollo del país parecen pasar por ese departamento que el más rico y próspero del país y ya el que concentra mayor población. Sin embargo, ha caído a un ostracismo político de grandes proporciones en los últimos años.
Unos, otros y los otros más son capaces de identificar más o menos “quién manda en Santa Cruz”, pero el vacío de representación política en la oposición empieza a preocupar no solo entre las élites económicas cruceñas -los señalados por el presidente Arce con su alusión a "los cambitas que nos están jugando sucio" - sino también entre los aspirantes a la futura presidencia del país, que no logran encontrar un interlocutor válido con capacidad de organización.
La historia atropellada
El momento actual es el resultado de una serie de malas decisiones que sus propios protagonistas reconocen, aunque cada cual pone acentos en su lugar.
Hay quienes reclaman a Rubén Costas – el exgobernador y líder de Demócratas hasta hoy - que no diera un paso más ya en las elecciones de 2014, cuando se conformó la última “gran alianza” con presencia orgánica cruceña en comunidad con Samuel Doria Medina y su Unidad Nacional. Doria Medina no pasó del 30% y la alianza sufrió el transfuguismo habitual (diputados de UD cursaron la consulta al TCP sobre la reelección de Morales después del referéndum). Sin embargo, a 2019 pasó lo inesperado.
Costas eligió a Óscar Ortiz como su candidato y ajustó cuentas con Doria Medina, pues aunque renovaron su alianza bajo el nombre “Bolivia Dijo No”, finalmente vetó el nombre de Doria Medina en el ticket de candidatos y este se quedó fuera de la carrera por la presidencia al no poder deshacer el pacto ante el Tribunal Electoral.
El resultado fue el que fue: Óscar Ortiz fue superado incluso por Chi Hyun Chung en Santa Cruz y sumó un escaso 4% que le hubiera venido muy bien a Carlos Mesa para entrar cómodamente en la segunda vuelta, pero pasó lo que pasó y fue otro cruceño quien tomó las riendas.
Carlos Mesa “organizó” la “resistencia” de manera clásica: acuerdo multipartidario y pedido de auxilio a los organismos internacionales. Era el marco ideal para un MAS envalentonado que hacía pocos meses colgaba collares de flores y coca a Luis Almagro en el Chapare, por lo que incluso aceptaron la auditoría. Sin embargo, fue el presidente del comité cívico cruceño, Luis Fernando Camacho, quien envuelto en su estética ultra y mística religiosa fue movilizando a la gente, lanzando desafíos y copando las redes hasta que la OEA precipitó su veredicto.
El gobierno acabó en manos del partido cruceño Demócratas que se había descalabrado en octubre y por eso Jeanine Áñez, beniana, no tardó en marcar distancias y rodearse de sus benianos – Yerko Núñez, Álvaro Guzmán, Álvaro Coimbra - , los delegados de la embajada – Erik Foronda – y algunos pesos pesados de Samuel Doria Medina – Arturo Murillo – y del propio Camacho – Roxana Lizárraga, Jerjes Justiniano, Fernando López -.
Los primeros se acabaron imponiendo en la guardia pretoriana de Áñez y expulsando a los Camachistas con un objetivo: arrancar rápidamente la campaña de Áñez a la presidencia, y aunque Costas y Ortiz no lo acababan de ver claro – fueron legendarias las peleas entre Murillo y Ortiz – los Demócratas se acabaron sumando a aquella componenda, esta vez sí con Doria Medina en el ticket. Pero tampoco fue bien.
La intención de voto nunca pasó del 15% y fue peor cuando iniciaron una campaña de desgaste contra Mesa y Camacho, que finalmente sí fueron candidatos en 2020. No así Áñez, cuya bajada provocó que los Demócratas cedieran la integridad de la bancada cruceña a las fuerzas de Luis Fernando Camacho.
Para entonces los Demócratas orgánicos ya habían entrado en una especie de despeñadero y sus decisiones eran difíciles de explicar. Algunos cuadros relevantes como el propio Ortiz y Vladimir Peña se retiraron cuando trascendió el “reparto” con Camacho. El líder de la protesta contra Evo sería gobernador, los Demócratas, tras 15 años en la Gobernación, renunciaban a la disputa y pedían se les entregue la Alcaldía. Perdieron.
El vacío
Camacho ganó la Gobernación en unas cifras similares a las que solía obtener Costas. Para esa elección su bancada en La Paz ya había registrado casos de transfugio y quedaba claro que no se sostendría. Los camachistas quisieron sostener el tono reivindicativo, pero gobernar es otra cosa y en pocos meses tras varios paros, con la gente agotada, el ministerio de Gobierno lo extirpó y lo recluyó en Chonchocoro. Su bancada ha seguido en caída libre en La Paz y Creemos ya ha perdido la Gobernación y la Asamblea.
La alcaldía la ganó por los pelos un Johnny Fernández que sumó voto popular, voto nostálgico y voto protesta. La gestión de Johnny es exactamente eso, administración urgente para pasar el día sin meterse en asuntos políticos.
El único cruceño con identidad que suena entre las nóminas de candidatos a la presidencia es Vicente Cuéllar, el Rector de la UGRM, que se lanzó con demasiado tiempo, que se ha ido aliando con retazos del MIR, de Sol.bo y hasta se ha acercado peligrosamente Iván Arias, pero que las últimas encuestas lo han dejado fuera de todo.
Manfred Reyes Villa, tras varias incursiones desafortunadas, se ha dado el lujo de declarar que llegaba a Santa Cruz a ligar una candidata a la Vicepresidencia, muy en el tono que le quiere dar a su campaña.
Samuel Doria Medina siempre ha completa su nómina con alguien “del oriente” y la posibilidad de volver a pactar con los Demócratas está sobre la mesa, más ahora que el empresario ha asentado negocios importantes en la capital cruceña.
Y la otra opción es que “el outsider” que muchos votantes siguen esperando surja desde las tierras del oriente.
¿Qué sucederá?