Bolivia: La carrera de los "hombres fuertes"
Tanto en el oficialismo como en la oposición se mueven aspirantes a la presidencia tratando de exhibir un estilo autoritario que los consultores políticos han puesto de moda (y que en Bolivia ya se conocía)
¿Qué tienen que ver Donald Trump, Javier Milei y Nayib Bukele? Sobre el papel, en la economía, nada: Trump es un proteccionista declarado, Milei se dice libertario y Bukele, socialista, sin embargo, los estrategas de la comunicación les han dado una línea de continuidad para presentarlos como conjunto: Los “hombres fuertes”.
Se trata sobre todo de una estética, de una puesta en acción: correr las líneas sobre los consensos básicos de derechos humanos o de protección social; usar palabras gruesas para descalificar a sus oponentes; utilizar tonos mesiánicos para explicar sus propósitos y llevar debates hacia lo moral dividiendo entre “ciudadanos de bien” y el resto.
Obviamente esta ola de “hombres fuertes” que no empezó con Trump – ya existía Putin, Duterte, Fujimori, etc. -, aunque la elevó a categoría hegemónica electoral, ha tenido otros muchos representantes genuinos – Jair Bolsonaro, Giorgia Meloni - y otros más impostados – Santiago Abascal, Daniel Noboa -por lo que en todos y cada uno de los países hay alguien en la oposición o en el gobierno tratando de construir ese perfil que le dé réditos electorales.
Bolivia no es una excepción y de hecho ha contribuido a ese fenómeno: el retorno de Hugo Bánzer al poder en un tiempo de zozobra se asentaba en esas condiciones, también Sánchez Berzaín quiso aplicar mano de hierro en su gestión como ministro y finalmente Evo Morales asumió el poder en la ola popular, pero lo trató de conservar asentado como “hombre fuerte” con un Juan Ramón Quintana cincelando el perfil hasta que se derrumbó. Su sucesora, Jeanine Áñez, por cierto, también se abonó a la moda del “hombre fuerte” (se hacía llamar presidente) y sus ministros ensalzaban un perfil expeditivo queriendo asegurar que era la única persona capaz de contener a las “hordas masistas” (literal).
No hace falta señala que a ninguno le fue especialmente bien, más bien al contrario, pero como la moda viene de fuera no importan los antecedentes propios, sino que las consultoras se aplican en replicar el formato. Aquí un detalle de los que se van posicionando en ese sentido:
Manfred Reyes Villa: Después de años negando su intención presidencial, favorecida por una resolución del Tribunal Constitucional en la que sus enemigos ven la mano de Luis Arce, en las últimas semanas ha presentado ya sus ambiciones alineándose con la estética de hombre fuerte, a la que le ayuda evidentemente su carrera militar. Reyes Villa le exige al gobierno contundencia y ya ha pronunciado las palabras mágicas: Traer dólares y hacer de Bolivia un país rico. Algunos señalan que no se necesita mucho más para ganar una elección si se muestra músculo y convicción.
Eduardo del Castillo: El ministro de Gobierno también tiene su propia aspiración política que incluso promete llevar al Movimiento Al Socialismo hacia otros espacios. Lanzó aquella campaña a lo Bukele sobre los ladrones atrapados en flagrancia, y siempre le ha tenido gusto a vestirse de comando para hacerse grabar en diferentes operativos, pero es en las últimas semanas, convertido en el látigo de Evo Morales y sus bases en el Chapare cuando parece más está disfrutando de su cargo. Evidentemente ya ha filtrado en varios medios su intención de pelear un lugar en el próximo binomio con o sin Luis Arce.
El Búnker: Desde que naufragó en 2019 con una campaña acelerada bajo el paraguas del MNR, Virginio Lema ha hecho varias acrobacias para reconvertirse con un proyecto nuevo y la misma ambición. Dejó el tono desenfadado de las primeras campañas, cargadas de multitud de propuestas sociales, e inició un proceso envuelto en saco en un podcast más activista que periodístico donde se apela constantemente al sentimiento nacional y la Patria. En principio el candidato fue Agustín Zambrana pero no se descarta el paso delante de Lema, que ha coqueteado con el libertarismo de Milei y el proteccionismo de Trump a partes iguales siempre en el objetivo de erosionar al gobierno para propiciar un cambio que, en su criterio, no representan los opositores tradicionales.
Samuel Doria Medina: Al empresario cementero lo conoce todo el mundo. Lleva dos décadas haciendo campañas y más de tres en política, pero nunca ha cejado en su empeño de ser presidente. En 2019 y 2020 le fue mal porque ni siquiera logró estar en la papeleta al elegir mal a sus aliados, por eso no quiere que esta vez se le escape. Lleva años dedicado a acercarse a los jóvenes a través de las redes y de charlas sobre emprendedurismo, pero no ha perdido su aire de economista para las generaciones mayores. Afiliado a la internacional socialista de Pedro Sánchez, en las últimas semanas ha endurecido el tono pidiendo sanciones y exigiendo mano dura. Está en la línea.
¿Alguno de estos acabará por consildarse como alternativa?