Choquehuanca no suma
El pulso del vicepresidente con el entorno de Evo Morales es de larga data
Enero 2020. Ciudad de Buenos Aires. David Choquehuanca es uno de los que se sienta en la mesa chica de Evo Morales instalada en el Centro de Trabajadores Argentinos que le sirve al expresidente como centro de operaciones en el exilio. En la cita está también el exministro de Economía Luis Arce, el excanciller Diego Pari y está vacía la silla de un jovencísimo Andrónico Rodríguez, vicepresidente de las federaciones cocaleras del Trópico, que prefiere quedarse en posición antes de arriesgarse a ser aprendido en el aeropuerto bajo cualquier argumento dictado por el entonces ministro de Gobierno Arturo Murillo, que cree que su misión es amedrentar al masista promedio.
Choquehuanca se ha movido bien entre las sombras que acompañaron el periodo post-Evo, con los movimientos sociales aún cuestionándose su papel en la caída de Evo Morales, antes por no movilizarse, después por confiarlo todo a las dos matanzas de Sacaba y Senkata. Llega a la cita con el respaldo popular de los líderes del Pacto de Unidad y sus bases aymaras, que lo han proclamado candidato.
En 2017 Choquehuanca fue escarmentado públicamente en lo que se vendió como un sacrificio salomónico: caía el verso suelto del gabinete al mismo tiempo que el duro entre los duros, Juan Ramón Quintana, rostro visible de toda la estrategia de campaña que convirtió a Evo en un líder infalible e insustituible y que fracasó estrepitosamente en el referéndum de 2016 y que el excanciller había cuestionado también públicamente con aquel famoso poema en el cumpleaños del “amado líder” en el que le recordaba principios indígenas. Quintana no tardó en volver al gabinete; Choquehuanca nunca más se vio públicamente con Morales.
Las posibilidades de que Morales posara su dedo sucesorio sobre Choquehuanca eran tan remotas que él mismo tenía reservado pasaje de retorno a La Paz esa misma tarde, pero la presión sirvió para que fuera considerado como Vicepresidente. Choquehuanca partió raudo con un propósito: mediar entre los movimientos sociales para que respetaran la decisión, y así fue.
El plan obvio era mantener el equilibrio popular indígena – blancoide para que funcionara en campaña como había funcionado tantos años, y así fue.
Choquehuanca asumió el papel con una diferencia: esta vez parecía que iba a ser el indígena el que se dedicara a los discursos más filosóficos y el blancoide el que destripara datos y lanzara consignas. Y así fue. Su primer discurso sobre las alas izquierda y derecha del cóndor, sobre la necesidad de no politizar la justicia y sobre repartir el poder fue aplaudido fuertemente, sobre todo, por la oposición aun advirtiendo desconfianza.
Mutaciones
En la intrahistoria del MAS hay un evento central que explica buena parte de la deriva del partido en general y de Evo Morales en particular y no es otro que el escándalo del Fondo Indígena. Explicado a la rápida, era un fondo destinado a cubrir proyectos del sector indígena – originario – campesino, es decir, de los movimientos sociales del MAS, organizado desde el Ministerio de Economía y dotado para que la plata fluyera rápida e impunemente que en algún momento se denunció desde dentro – la denuncia sale desde la Contraloría – y enfanga a casi todos los colectivos sociales y muchos líderes de primer nivel. Choquehuanca habla entonces de una “mano blanca” que propició aquello que en la práctica supuso el primer germen cismático entre la cúpula de Evo y sus ministros, muy absorbentes, y el Pacto de Unidad. Apenas era 2013.
Probablemente Choquehuanca se refería a su antítesis en el gabinete, Juan Ramón Quintana, como cerebro operativo detrás de aquel movimiento que dañó mucho a las clases populares, que quedaron bajo sospecha, pero quien operativizó aquellos mecanismos fue el hoy presidente Luis Arce y su equipo.
Arce y Choquehuanca han sabido superar aquellas dificultades, sin embargo, decir que han conformado un buen equipo sería ir demasiado lejos, sobre todo porque el segundo apenas aparece en la escena de la batalla.
Algunos de los más reconocidos cuadros de Choquehuanca, como Bautista o Bobaryn salieron despedidos del gobierno, profiriendo además críticas contra el Estado profundo que les impedía hacer cambios, pero incluso eso es demasiado poco para explicar la pobre agenda política e institucional de David Choquehuanca, al menos la pública.
Es posible que Choquehuanca sea una pieza clave en el sostenimiento del apoyo de los movimientos sociales al gobierno, pero desde luego, pocos méritos más se le pueden atribuir. Las reacciones se verán pronto.