Tregua trampa



El tiempo lo ha puesto todo en su lugar. Y ni siquiera mucho tiempo. Las sonrisas de la clausura de los Plurinacionales en Chimoré que intercambiaron Evo Morales y Luis Arce han mutado en pintura de guerra. De vuelta. De poco ha servido la mediación en Cuba ante lo que se consideraba una escalada de violencia verbal inasumible y de difícil vuelta atrás que lejos de remitir, se ha acentuado.
Las hostilidades se han desatado en la doble dirección, y no cualquier hostilidad. El ministro de Gobierno empieza a tener pocas dudas de que han sido los clanes evistas los que han hecho escapar al narcotraficante Sebastián Marset, haciéndole quedar en un ridículo insostenible ante la comunidad internacional, mientras que del otro lado, Morales ya advierte que lo van a volver a inhabilitar a través del Tribunal Supremo Electoral o el Constitucional, probablemente porque él haría lo mismo si estuviera a su alcance.
La estrategia de Evo no es muy distinta a las que ha usado casi siempre: victimización. Morales apela a un complot de las derechas – entre las que cuenta a Arce y sus correligionarios - para acabar con su aspiración de volver a ser presidente. La diferencia esta vez es que sí hay alguien al frente.
El enemigo número 1 del evismo siempre ha sido Eduardo del Castillo del Carpio y en esto hay teorías de todo tipo para justificar ese encono con el coordinador de la lucha antinarcóticos, por ejemplo, o el que ha operativizado el encarcelamiento de Jeanine Áñez o Luis Fernando Camacho, ambos muy demandados desde esa ala.
El número 2, sin embargo, no se queda atrás: el ministro de Justicia Iván Lima ha conseguido sacar de sus casillas más de una vez a la vieja guardia – que fue quien le recomendó -: les duele especialmente esa imagen que inserta en sus tuits con la declaración de Morales “si gana el No, nos tenemos que ir calladitos”.
Lima es peligroso para los intereses del evismo porque hace las veces de Arce Zaconeta y Juan Ramón Quintana, salvando las diferencias: coordina con los tribunales de justicia y también con los electorales. Morales, en su huida hacia adelante, ha sido capaz de cuestionar al Tribunal Constitucional que le permitió presentarse en 2019 y lanzar sospechas sobre el Tribunal Electoral que todavía no tiene ninguna responsabilidad sobre las candidaturas.
Ganar el Congreso
Lo que está claro es que el momento político es otro. Las hostilidades ya no son para medirse, sino “a muerte”: Que el ministro Eduardo del Castillo siga en el cargo con el narcotraficante más buscado de América burlándose de sus movimientos es insostenible. Que el Tribunal Electoral anule el resultado de un Congreso del MAS también. Ni siquiera el impase con Perú, donde el gobierno de Dina Boluarte le ha acusado de financiar las protestas (que llama terroristas) es un tema menor: hay una orden de captura internacional vigente pese a lo anecdótico del tema.
Gerardo García, vicepresidente del MAS y mamporrero oficial de Evo Morales ha sumado amenaza en este embate final: el pasado miércoles le “notificó” a Luis Arce que deberá renunciar seis meses antes a la presidencia si quiere presentarse por otra sigla, aun cuando esa ha sido una de las pocas aplicaciones prácticas que tuvo el fallo del Constitucional sobre el “derecho humano a la reelección”: que ningún político renuncie a su cargo cuando se vuelve a presentar al mismo o a otro.
Morales sí ha manifestado su voluntad de presentarse a las elecciones. Luis Arce no, pero en su entorno no tienen dudas de que lo intentará (cosas del poder y los cambios que genera). Los analistas señalan al menos cuatro ideas fuerza que resultan decisivas en la lucha del poder a diferentes niveles.
- Morales tiene el control orgánico pero Arce sostiene las matrices, que son quienes eligen a los principales delegados al Congreso.
- Morales tiene mas apoyo entre las bases populares, pero también más rechazo entre las clases medias que son fundamentales para obtener las mayorías.
- Arce ha perdido su principal potencialidad en la campaña de 2019 que era el anhelo de la estabilidad económica, es difícil que Evo pueda apropiársela por encima de su exministro, pero posible tal como va la batalla dialéctica.
- No hay oposición articulada, pero eso no es suficiente para ganar o perder.
El MAS irá al Congreso de octubre con las espadas en todo lo alto y una reflexión pendiente sobre el objetivo, pues no es lo mismo ganar la batalla interna que la pelea definitiva en 2025.