Cartografía electoral de una elección imposible
Que un partido obtenga más del 50% de la votación en una elección presidencial en primera vuelta es un hecho extraordinario que apenas se ha dado en América Latina. De hecho, en lo que va de siglo, aparte de en Bolivia solo se ha dado en Ecuador en 2013 con Rafael Correa y en Uruguay en 2004 con Tabaré Vásquez.
Así, aunque la Constitución consagre un sistema Presidencialista muy marcado que en Bolivia además cuenta con el favor popular luego de años de campaña sistemática contra la denominada “democracia pactada”, parece difícil que en el futuro inmediato se vuelvan a repetir las mayorías electorales de hasta dos tercios que se dieron tanto en 2009 como en 2014.
Superada la mitad del mandato de Luis Arce, oficialismo y oposición hacen sus cuentas de cara a las elecciones de 2025, lo que exige una tarea prospectiva muy concienzuda pues a estas alturas las incógnitas son grandes y por ende, más complicado el extraer conclusiones válidas.
Aún así, hay una serie de aspectos centrales sobre el que se acomodará el resto de la información y de sus conclusiones y cuya determinación no puede tardar mucho más: por primera vez en mucho tiempo ninguno de los potenciales candidatos supera el 15% en intención de voto según las pocas encuestas que hasta el momento se han difundido.
Los pasos del MAS
El aspecto clave de la elección del 2025 es, de nuevo, el Movimiento Al Socialismo, en concreto su salud. Hace seis meses en la interna se descartaba cualquier posibilidad de que el MAS se partiera en dos y muy pocos le daban crédito al jueguito del PS1. La gravedad del enfrentamiento, que ha dejado lo político para irse a lo personal, ha vuelto a dar forma a la escisión teniendo en cuenta que si el asunto se resuelve en primarias en un mano a mano entre Luis Arce y Evo Morales, las bases podrían llegar muy dañadas a la campaña, pero el problema no son solo las bases.
Dividir el partido entre un ala evista, del capitalismo andino, y un ala arcista, más socialista, conduce, como bien señaló el exvicepresidente Álvaro García Linera, a una derrota electoral en segunda vuelta, aunque no falta quien cree que ambas opciones podrían llegar al balotaje por la incomparecencia de una oposición que no tiene mayor intención de formar un proyecto común de consenso.
Estudiar la historia electoral reciente a detalle da otras claves: Morales viene perdiendo votación desde 2009 especialmente en lo que era su feudo altiplánico, Oruro, La Paz y Potosí, donde pasó de rozar los 80% a mantener a duras penas el 50%. Esta caída se compensó en 2014 con subidas en lo que fue la Media Luna. Esta subida registrada en 2014, las departamentales de 2015 y el referéndum de 2016, se detuvo en seco en 2019, lo que permitió a Carlos Mesa soñar con la segunda vuelta.
Es cierto que en número de votos lo importante está en el eje, pues entre el resto de departamentos apenas se suma un 20% del total del padrón, aunque puede haber sorpresas en el Senado. El análisis detallado del comportamiento electoral de los tres departamentos y otros estudios más cualitativos señalan que Morales tiene controlado el grueso de votos en Cochabamba, y que, a pesar de todo, entraría mejor en Santa Cruz que en La Paz principalmente porque Arce representa una izquierda más socialista, a lo que temen las élites cruceñas cuyos mensajes se reproducen en sus medios más influyentes, mientras que Morales no deja de representar una época de bonanza cruceña con una lógica en ocasiones bien libertaria.
Así, los expertos electorales que ya han puesto la mirada en lo que sucede en Bolivia advierten que Morales es un mejor candidato para el MAS que Arce, pero que difícilmente logrará acercarse a sus resultados de 2019.
Una elección federalizada
Más allá de las opciones opositoras sobre la mesa a los expertos les preocupa qué se va a votar. Por un lado están las fuerzas de oposición envueltas en un debate de identidad interminable que impide la asociación, porque es contranatura. Peor ahora, donde los libertarios desatados al calor de la coyuntura mundial están obligando a descubrirse a los socialdemócratas de toda la vida que han venido sosteniendo una labor de oposición a la boliviana, es decir, prometiendo la participación del Estado en la solución de los problemas, que claramente no ha sido suficiente.
Mientras eso se define, la experiencia de Creemos en la Asamblea Plurinacional, es decir, una bancada claramente representante del poder de Santa Cruz e interesada solo por lo suyo es visto como una opción en el resto de departamentos.
Los estrategas locales siempre han asegurado que las elecciones nacionales y las departamentales no tienen nada que ver porque se vota a la persona. La ciudad de El Alto suele ser el gran ejemplo de esto. Ahora, la federalización del debate puede acabar alimentando nuevas opciones, pues incluso la Ley Electoral permite la concurrencia de una alianza entre Agrupaciones departamentales siempre que sume representantes de todos los departamentos.