Del Castillo, el ministro camba
El ministro de Gobierno, el más odiado por el evismo, vuelve a estar bajo los focos por el caso del Banco Fassil
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El ministro de Gobierno es demasiadas cosas a la vez: Es el monstruo de cuatro cabezas para el evismo, que lo ha declarado enemigo público y es el operador a detalle de la “estrategia para Santa Cruz”, si es que se le puede considerar tal cosa al conjunto de acciones políticas y económicas que se han puesto en marcha desde el gobierno para la región oriental. Es además el responsable de la Policía, que no es poca cosa, y el protegido de Luis Arce. El caso del Banco Fassil lo ha colocado de nuevo en el centro del teleobjetivo.
Eduardo del Castillo del Carpio es, además, el ministro camba. De apellidos compuestos. Santa Cruz es su referencia vital aunque muy pronto marchó a La Paz a estudiar derecho, pero sobre todo, a involucrarse en los tejidos del poder que tanto le fascinaban. Sus conocidos señalan que desde siempre estuvo interesado en la política no tanto por el conflicto ideológico sino por la lucha en sí misma.
No tardó en crecer. Del Castillo tenía 4 años cuando Goni se subió al helicóptero. 16 cuando Evo arrasó en 2005. Apenas 27 cuando perdió el referéndum. El vicepresidente Álvaro García Linera lo reconoció pronto y le abrió las puertas de la Asamblea Legislativa Plurinacional. Oficial Mayor de la presidenta del Senado Adriana Salvatierra, quebradero de cabeza de Eva Copa en 2020 que lo acabó cesando. Ministro de Luis Arce en la cartera más sensible tras la restauración masista.
Del Castillo tiene habilidad para la comunicación. O al menos el equipo que lo respalda, bien nutrido de algunos de los influencers políticos más reconocidos en Bolivia. Así ha construido su propio relato que no admite muchos matices: o lo aman o lo odian.
Tardó más o menos un año en ordenar su cartera, es decir, volver a meter en cintura a la policía que, desde todos los puntos de vista, fue el actor esencial de la caída de Evo Morales luego del motín de la UTOP en Cochabamba que se extendió por todo el país. En esas, Del Castillo dio algunas bajas y relevo a algunos jefes significados, pero por lo general apostó por el “perdón” y la mayoría de los insubordinados fueron rehabilitados. Para sus críticos es el primer síntoma de traición; quienes lo defienden dicen que a cambio ha logrado ingentes cantidades de información que desquician a su antecesor, Carlos Romero, cuyo papel en aquella crisis del 2019 sigue siendo oscuro.
El evismo lo acusó de ineficiente y de traicionar a los muertos de Senkata y Sacaba, lo que contrarrestó con un operativo “vistoso” contra la expresidenta Jeanine Áñez, a quien aprehendió en Trinidad unos días después de que perdiera la elección por el Beni. Pronto llegaron los choques de verdad a costa del narcotráfico: fábricas y pistas intervenidas y audios develando injerencias de poderes superiores. En el Chapare le acusan de haber heredado las lógicas de Murillo de favorecer a las organizaciones camba-benianas e incluso, de haber pactado con Los Yungas.
Evo Morales lo ha llegado a acusar de haberle robado el celular, cruzando una línea de no retorno: Luis Arce lo ha respaldado, precipitando el quiebre.
Operar Santa Cruz
Nadie sabe a ciencia cierta a qué se debe la confianza ciega de Arce, pero la mayoría de los analistas coincide en que su control de Santa Cruz es clave y que todas sus acciones allí le han dado triunfos a Arce.
Santa Cruz fue clave en 2019 para acercar a Mesa a la Presidencia y lo fue en 2020 para alejarlo. La región ya es la más poblada del país y pronto será la más determinante políticamente hablando. Así, concretar el rumbo se hace esencial: Si la única alternativa al MAS en Santa Cruz son partidos separatistas o federalistas con líderes regionales que solo quieran tener representación en La Paz para velar por sus intereses, el gobierno no corre peligro.
Desde 2006, la hegemonía nacional del MAS cohabitó con la hegemonía regional de los Demócratas de Rubén Costas; las confrontaciones iniciales dieron pronto paso al pragmatismo del dinero. Evo regó de dinero y oportunidades a la oligarquía camba – de la experimentación con transgénicos o el tren al etanol y os créditos de las AFP. Varios ex altos cargos del MAS han denunciado la tupida red de intereses empresariales tejida por personeros del gobierno.
La transición de Morales a Arce fue abrupta, básicamente porque por el medio hubo un gobierno de Áñez que evidenció la falsedad de todas aquellas amistades y lealtades. El electo gobernador Luis Fernando Camacho, nacido precisamente de aquella estrategia envolvente que acabó en fiasco, no tardó en abrazar la causa separatista aun con discurso federal. El último cabildo de Rómulo Calvo en 2022 decidió abrir una vía de salida invocando “el derecho a la autodeterminación de los pueblos” para crear una comisión que planteara una nueva relación con el Estado.
La respuesta del Estado fue agarrar al gobernador y llevarlo a Chonchocoro aprovechando el desgaste del paro por el Censo y las fiestas de fin de año, pero también con represión policial en Santa Cruz hasta que se doblegaron los ánimos de resistencia, algo de lo que no fueron capaces ni Carlos Romero ni Evo Morales, lo que suma más animadversión.
Con el gobernador preso, los partidos haciendo cuentas sobre sus opciones políticas, y el Comité Cívico olvidando sus promesas federalistas o de revocatorio llegó la quiebra del Banco Fassil, señalado por muchos como la caja chica del separatismo y por otros, como el caballo de Troya del oficialismo.
En medio del control de daños y definiendo la estrategia a seguir para depurar responsabilidades del desaguisado sin que este impacte en el conjunto de la economía teniendo en cuenta que la especulación inmobiliaria es la clave en ambos asuntos, el interventor Carlos Colodro cayó del piso 15 poniendo de nuevo bajo los focos al ministro de Gobierno, el que más sabe del tejido social, político y económico de Santa Cruz.
Del Castillo, que no es juez, ha comprado la tesis del suicidio. Es la que da más paz. Eso sí, de momento.