El MAS en su carrera electoral
¿Y si no es Evo, ni Arce, ni Choquehuanca?
Aunque el pulso parece grosero entre las diferentes facciones del MAS; lo cierto es que los supervivientes de la vieja guardia están condenados a entenderse, porque no hay ningún relevo a la vista. El tiempo será quien ajuste las cuentas
Las posibilidades de que el Movimiento Al Socialismo (MAS) se divida son, a la fecha, remotas. El poder une más que la frialdad de la oposición, como bien saben los “líderes” de la oposición, que llevan años congelados al frente. Sin embargo, la lucha intestina puede acabar provocando mucha sangre en todas las líneas.
Para esta semana hay convocada la enésima reunión de partes para tratar de acabar con las polémicas internas, como ya hubo recientemente la de bancada de la Asamblea y como después vendrán otras. Los analistas recuerdan que hay plazos perentorios que cumplir: El MAS no ha cumplido con la realización del Congreso Ordinario que exige el Tribunal Supremo Electoral, y aunque parece improbable que ese organismo vaya accionar para arrebatarles la sigla, la incapacidad de reunirse viene a evidenciar la fata de criterio único.
La cuestión es que el debate que no se puede superar no es el que tiene que ver con el control del partido, sino con el control del Gobierno, y más concretamente, con quién será candidato en 2025. Todos los cuadros del MAS y sus cercanos hablan, especulan y apuestan sobre esto, aunque eso suponga abandonar la gestión del día a día.
El plan era hacer un partido fuerte que propusiera, que fuera vanguardia en lo político, y que efectivamente lo liderara Evo Morales mientras Luis Arce se dedicaba a gestionar y a convertir en políticas específicas lo que desde el partido se demandara, pero hasta el momento ni unos ni otros entienden la figura ni la desean. El poder real lo tiene Arce, y el simbólico, se supone, Evo, aunque eso parece haber caído en medio de sus enfrentamientos con otros dirigentes de menor cuantía.
Los que quieren correr, exigen ya posicionamientos concretos de cara a 2025. En esas, hay un triunvirato sobre el que hay que decidir quién será el número 1, el número 2 y quién quedará fuera esta vez. Son, efectivamente, Luis Arce, David Choquehuanca y Evo Morales, cada cual con sus pros y sus contras. Y sus incertidumbres.
Luis Arce, el candidato natural
Luis Arce es el candidato natural y no solo porque sea el actual presidente, sino porque el perfil construido en la anterior campaña sigue funcionando a nivel electoral: un tipo serio pero solvente en el manejo económico capaz de dar certidumbres a los ciudadanos bolivianos en momentos de zozobra.
Le fue excelentemente bien en 2020. Es más, sus asesores se atrevieron a promocionar un perfil más amable y dicharachero, el de un futuro presidente guitarra en mano compartiendo coplas y canción protesta o tomando sopita en cualquier mercado del país. Su primer año más exacerbado en la polarización golpe/fraude apenas le ha pasado factura, y al contrario, hay quien le recuerda como el más moderado de todo el partido por asuntos como ese.
La exposición pública la administra de forma distinta a sus antecesores. No se sobre expone, no capitaliza todos los debates, al contrario, parece que sigue cómodo en ese segundo plano resolviendo los problemas cuando surgen, como el asunto del Censo.
Su principal preocupación es que la crisis internacional acabe desembarcando con fuerza en Bolivia a través de la subida de tipos de interés que están dificultando el financiamiento externo, sobre todo porque ni bien había pasado un año declaró el fin de los problemas en Bolivia asegurando que ya se habían atendido los problemas creados por Áñez y su equipo.
David Choquehuanca, lo otro
Aunque el evismo lo ataca con ferocidad, David Choquehuanca seguirá siendo un precandidato a la Presidencia siempre por su ascendencia con las comunidades aymaras de La Paz y por la simpatía que genera su discurso en los círculos clasemedieros, que tal vez no acaban de entender aquello del equilibrio del cóndor con su ala derecha y su ala izquierda.
Choquehuanca, desde siempre, fue el candidato a la sombra de Evo. Una suerte de reemplazante preparado para capitalizar y canalizar las pulsiones indígenas del proceso, pero actualmente la batalla interna le viene desgastando aceleradamente. El ex canciller es quién más se ha dedicado a la filosofía del proceso, a recuperar la tradición indígena y a traducir los gestos y palabras a la política actual, lo que siempre le ha garantizado buena prensa.
Los analistas dicen de él que sí ha sido capaz de poner por delante el partido por sobre sus intereses personales, y no solo cuando aceptó la Vicepresidencia en contra del criterio del Pacto de Unidad, que lo quería de presidente, sino mucho antes cuando fue reemplazado del gabinete junto con Juan Ramón Quintana para acabar con las rencillas o cuando leyó aquel poema en el cumpleaños de Evo en el que le recordaba que el poder era temporal. Intentar perpetuarse en el ejecutivo iría contra sus propias enseñanzas.
El mayor problema de Choquehuanca es su bajo rendimiento. Su agenda es escasa a diario, no participa de los grandes debates públicos y la Asamblea no es productiva. Sus apariciones se reducen a dos o tres por semana, sin demasiada enjundia. Ser presidente le exigiría aún más.
Evo Morales, lo viejo
Toda la progresía intelectual hispanohablante que maneja los datos tiene claro que Evo Morales no puede ser candidato porque el MAS perdería la elección, pero pocos se atreven a decírselo a la cara al expresidente, que es el más convencido de su propio relato.
La posición es delicada. Los periodistas que cubren más de cerca la actualidad del partido en La Paz tienen claro que el foco de atención se ha desplazado al Chapare y que es ahí donde deben recurrir a buscar el hilo, que no siempre es agradable. Evo ya había dejado de ser el presidente humilde y lenguaraz con el que derribó las puertas de Europa para convertirse en sus últimos años en un presidente exigente y agresivo con sus colaboradores, y poco a poco, también con el pueblo. En su faceta de expresidente no ha cambiado esta relación, al contrario, sigue siendo tanto o más agresivo y poco dispuesto a escuchar consejos o recomendaciones.
Aproximadamente un 10 por ciento de los votantes que le había retirado el voto en el 2019 a Morales se lo devolvió a Arce en 2020, unos estiman que se debió a la penosa gestión de Jeanine Áñez, otros simplemente a la elección de un candidato constitucional, los menos van más allá y señalan que se debió a que el candidato no era Morales.
El expresidente no parece estar en disposición de ganar la pulseta interna y por ende tampoco la elección nacional, pero los analistas apuestan porque Morales siga dando la batalla hasta el final.
¿Y si no es ninguno?
El MAS tiene un problema similar al de la oposición: aunque en algunos momentos ha trabajado bien generando nuevos cuadros, a la hora de la verdad han quedado postergados o marginados. Es lo sucedido, por ejemplo, con Eva Copa: Morales prefirió perder apostando por el candidato de la organización y marginar a la expresidenta del Senado, que arrasó en las ánforas en El Alto.
La presencia continua de Evo Morales en los medios impide que por ejemplo los ministros más jóvenes intenten despuntar o acaparar atención. Algo que es extensible incluso a la ministra de la Presidencia, María Nela Prada, que no logra posicionar la agenda política y marcar el ritmo como haría el otrora omnipresente Juan Ramón Quintana.
Quizá el único de los ministros jóvenes que ha dado pasos adelante es el de Gobierno, Eduardo del Castillo del Carpio, quien asumió la cartera más delicada tras los acaecido con el gobierno de Áñez y que optó por la negociación y el cambio tranquilo del verdeolivo, sin embargo, desde el sector evista se le viene acusando de diferentes cuestiones y los choques son permanentes, incluso ha sido interpelado, aunque finalmente no censurado.
El joven favorito del evismo es Andrónico Rodríguez, vicepresidente de las Seis Federaciones del Trópico de Cochabamba y presidente del Senado después de pasar del anonimato a la primera línea tras la caída de Evo y el ascenso de Áñez. Bien formado en lo ideológico, Andrónico plantea una agenda más socialista de lo que el Gobierno actual propone, pero queda por ver qué capacidad tendrá de convencer a sus pares de explorar nuevos caminos de la justicia social.
Existen algunos cuadros de la vieja guardia en la reserva, como César Navarro, que después de llevar la construcción de la agenda 2025 del Bicentenario se acomodó en el Ministerio de Minería o la propia Adriana Salvatierra, que ha dado muchos pasos atrás después de no triunfar en Santa Cruz.
Entre a nueva camada, el diputado Héctor Arce, el propio Viceministro Álvaro Ruíz, que estuvo peleando desde la FAM durante la gestión de Áñez y ahora le tocó el poco agraciado viceministerio de Autonomías o la viceministra de Comunicación, Gabriela Alcón, con un perfil mucho más urbano, son algunos de los que vienen pisando fuerte.
De momento nadie apuesta por un candidato rupturista, pero las bases demandan cambios. La falta de nombres bien colocados resulta ser también un problema para los lideres de la primera línea que en 2025 tendrán más años, más dolencias, y al ritmo actual, muchas más cuchilladas en la espalda como para garantizar un nuevo triunfo limpio.